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Domingo, 8 de mayo de 2011

PERSONAJES > LOS HIJOS DE WILL SMITH COPAN LA ESCENA

La señorita Smith

 Por Soledad Barruti

¿De dónde salieron los Smith? Versión reloaded, resumida y aparentemente feliz de los Jackson Five, tienen a Will como pater familiae, héroe del clan e inspiración indiscutible en música y actuación. Luego a Jada como alma mater y diosa new age (es ese discurso lo que fluye por la sangre de todos) que probó el metal melódico, pero que se dio cuenta de que mejor escribe, cocina, actúa y modela. Hace aproximadamente dos años, y después de algunos pequeños roles junto a papá, se plantó en el medio Jaden: con once años, el mayor de los retoños de la pareja encarnó al Karate Kid versión siglo XXI. El público lo amó, dejándole sus primeros 3 millones de dólares (su porción de taquilla de los 350 millones que la película recaudó). Enseguida, él dijo que también sabía rapear y que bailaba como Michael J. Enseguida (de la mano del personaje más visionario y ambicioso de la actualidad, regenteador de prepúberes estrellas, MC Jay-Z), Jaden se subió al escenario del que hasta entonces era el producto pop más exitoso de los últimos tiempos: el canadiense quinceañero Justin Bieber.

Actualmente, aunque sus padres no lo dejan formar parte de las redes sociales (condimento que era aparentemente indiscutido en el camino al éxito), Jaden tiene fans de a millones. Nene cancherito, mira de arriba y posa desde su metro veinte como si fuera ya toda una estrella de rock. También –hay que decirlo– se mueve con gracia y hace chistes que están buenos en el momento indicado.

Aunque nadie podría afirmar que solito se la bancaría, con él la familia Smith –resplandeciente– se paseó por programas derrochando orgullo y brindando con generosidad la fórmula de su éxito: artistas engendrando artistas, o sea, chicos con acuerdos en vez de reglas. Porque los Smith se autodefinen como padres que bogan ante todo por que los sueños de sus hijos se cumplan, sus alas se desplieguen y nunca dejen de volar.

Pero el clan no estuvo completo hasta hace unos meses, cuando apareció ella: Willow. Una sola canción y video (“Whip my Hair”) que hace sacudir hasta a los muertos, diez años, la belleza de su madre que se vislumbra superada, una chuza al encanto de su padre, un borrón y cuenta nueva a los pasos Jackson de Jaden. Willow tiene todo para ser insoportable (como uno en el fondo imagina debe ser su hermano), pero algo hace intuir que no lo es: una sonrisa luminosa, una tierna calidez en medio del desborde, mucho, mucho ángel.

Cuando salió ese primer corte (mezcla de hip-hop eléctrico lleno de colores), la revista Forbes tomó nota enseguida porque alcanzó los 3,5 millones de visitas y puso a Willow en el podio de la web con más resultados de búsqueda que Michelle Obama.

Por su parte, la nena empezó a girar por programas de radio y TV. “Willow me hace pensar mucho en Michael Jackson”, dijo enseguida –y oportunísimamente– Jay-Z (que, obvio, también puso su ojo y gancho en ella). Aprovechando el pie, Willow entonó abc y esparció poco del hechizo de MJ a esa misma edad.

Otro nombre que gira y gira en la comparación de Willow con iconos precedentes es el de Lady Gaga (y ahí asoma todo un desafío para Lady Gaga: cómo evitar ser un precedente de otros, o al menos cómo postergarlo). El estilo original, excéntrico, ¿auténtico?, logró que se hable de un modo de vestir “Willow” con polleras vintage de puntillas y sacos de charol, de vestidos imposibles y remerones, de camisas y uñas flúo llenas de cositas que resplandecen. Anillos, plataformas doradas de veinte centímetros, o Converse con jeans de plata, más un pelo que adopta mil formas para subrayar de todos los modos posibles ese halo súper magnético.

“Una muñequita viviente” la presentaron en Style, la revista dominical del Sunday Times UK. Mientras, la nueva enfant terrible del mundo de la moda recibía la invitación para ser la tapa de la edición de marzo de Vogue Teen.

En Pascua, Willow volvió de girar como telonera de Justin Bieber (mismos pasos del hermano, pero más largo alcance, parece), se presentó en la Casa Blanca e hizo bailar a los Obama. Unos días más tarde ganó el MTV O Awards (un concurso de usuarios de la web votando por sus productos preferidos) al baile más viral del ciberespacio. Su primer corte con seis meses de exposición ya tiene más de 50 millones de pasadas, mientras que el segundo (“21 Century Girl”) pasó los 11 millones en dos meses. Mientras se espera la inminente salida del álbum, ya fue anunciado su primer protagónico en cine con la remake de Annie. La película será producida por Overbrook Entertainment (empresa de los mismos Smith junto con Jay-Z) más la Sony.

“Estoy disfrutando de todo esto”, dice Willow con el arrojo y la candidez que le da la protección de ser tan hija de sus padres. “Uno lanza a sus hijos al mundo y espera que el público los aprecie como uno”, dijo Jada en una entrevista reciente. Por el momento, así es como se están dando las cosas. Es que Jaden y –sobre todo– Willow parecen haber aparecido en el mundo con la energía justa en el momento perfecto. Porque mientras el sueño americano se desdibuja a medida que la edad del éxito disminuye, el público tan saciado como insaciable establece una relación muy definida con sus objetos de consumo: como si de gadgets se tratara, quieren cosas nuevas, lo ya descubierto no tiene sentido, lo más o menos visto enseguida queda viejo. ¿Qué más novedoso puede haber que una nena de diez años?

Los chicos doing business son un fenómeno que vale oro. Con una combinación de elementos aparentemente sencilla (una pizca de talento, rapidez, algo de picardía y mucha actitud), han ido surgiendo en todos los rubros. Para dar un breve pantallazo se pueden nombrar a Clarissa Cassini (diseñadora de moda de celebrities con sólo 11 años), a Autumn de Forest (a los ocho años, sus cuadros cotizan 250 mil dólares), a Tavi Gevinson (que con 12 años y un blog de moda logró crispar a las más importantes editoras de ese mundillo). Y a Justin Bieber y al mismo Jaden. Y a tantos otros que ni hormonas tienen todavía, pero que brillan como luces de neón en un mundo oscurecido (entre otras muchas cosas) de aburrimiento.

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