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Domingo, 15 de enero de 2012

CINE > HISTORIAS CRUZADAS, FAVORITA DE LOS GLOBOS DE ORO

Las otras damas sureñas

Basada en un bestseller que estuvo cien semanas entre los más vendidos de The New York Times, Historias cruzadas (The Help), de Tate Taylor revisita el racista sur norteamericano de los primeros años ’60 –contemporáneo al asesinato de JFK– para darles voz, a través del relato de una empleada doméstica, a la historia de las mujeres negras que criaron a una generación de blancos acomodados, permanecieron marginadas décadas después de terminada la esclavitud y tuvieron un rol fundamental, si bien invisible, en la lucha por los derechos civiles. Y, además, presenta un elenco femenino impresionante en el que brillan Viola Davis, Octavia Spencer, Emma Stone y Jessica Chastain.

 Por Paula Vazquez Prieto

Si un mérito podemos reconocerle a la película Historias cruzadas (The Help, nominada a varios Globos de Oro), es haber vuelto nuevamente interesante una zona del pasado norteamericano que ya parecía agotada. Los primeros ‘60 vuelven a ponerse de moda con las llamadas series vintage como Mad Men, The Kennedys, The Hour o Pan Am, pero el cine parecía haber cerrado ya el capítulo de los conflictos raciales en los estados del Sur durante aquella década convulsionada, con películas como Mississippi en llamas (Mississippi Burning, 1988) de Alan Parker, Malcolm X (1992) de Spike Lee, o Fantasmas del pasado (Ghosts of Mississippi, 1996) de Rob Reiner. Historias que fueron y vinieron sobre los mismos temas –la discriminación, la injusticia, la intolerancia–, haciéndolos mitología estable de esa mirada hacia el pasado, que tan fecunda resulta para la sensibilidad norteamericana. Sin embargo, nada es tan solemne en Historias cruzadas y lo que logra esta adaptación del bestseller de Kathrynn Stockett es superar esa nostalgia algo condescendiente hacia una época de disputas candentes, que hoy ya parecen superadas en la agenda pública norteamericana (con un presidente afroamericano y todo), y darles una voz nueva y clara a sus protagonistas.

Dirigida por Tate Taylor (quien además escribió el guión basado en la novela de Stockett), la película nos lleva a 1963 –en una escena se ve el funeral del presidente Kennedy por televisión–, a la ciudad de Jackson, en el corazón de Mississippi, uno de los estados más racistas de los Estados Unidos. La narradora es Aibileen (Viola Davis), una empleada doméstica negra que nos cuenta, en primera persona, su doloroso tránsito por aquellos días de marginación. Su interlocutora, junto con el espectador, es Skeeter (la ascendente Emma Stone, la nueva chica del próximo El hombre araña), una joven de 23 años que regresa al hogar sureño tras terminar la universidad. Con su andar desgarbado y sus muecas adolescentes, Skeeter parece una enviada de esta época en aquel mundo, una testigo privilegiada de aquel pasado, y es quien convence a Aibileen de romper, por primera vez, ese silencio autoimpuesto por el terror a las represalias de quienes detentaron por siglos el monopolio del poder y del discurso.

Al ser contratada en el diario local como redactora de consejos de limpieza para las jóvenes amas de casa de Jackson, Skeeter se encuentra inesperadamente frente a una realidad que desconocía; ante el relato de quienes verdaderamente realizan día a día esa tarea, un relato tan emotivo como ahogado en las lágrimas de la opresión. Poco a poco, testimonio a testimonio, Skeeter va desmenuzando ese mundo secretamente dividido y la historia de Aibileen cobra forma en las voces de sus compañeras, mucamas negras que crían a los hijos de sus patronas, limpian sus casas, cocinan para sus maridos, pero son confinadas a hacer sus necesidades en baños a la intemperie. Las mucamas negras educan a esas hijas blancas para luego verlas convertidas en sus amas, en una reproducción permanente del mismo sistema de dominio. Sus vidas se dividen en dos hogares, el propio y el putativo, donde la vida adquiere intensidad de a ratos y en otros llega a hacerse insoportable.

Suerte de feminista moderada, Skeeter viene a romper la armonía del silencio y la invisibilidad. Aunque no ha perdido la esperanza de tener novio y casarse, no se resigna únicamente a ese rol tradicional; su ambición es trascender las limitadas aspiraciones de sus amigas de la infancia. En su pluma se dibuja otro de los personajes fundamentales de la película, Minny (Octavia Spencer): una más de las mucamas negras, más rebelde y contestataria, quien se enfrenta abiertamente con la villana Hilly (Bryce Dallas Howard), epicentro del racismo más recalcitrante, en una de las reivindicaciones concretas y simbólicas más celebradas de la película. Minny se luce en los momentos de humor con una gracia inigualable y conquista definitivamente su trascendencia en la ambigua dinámica con la genial Celia Foote (Jessica Chastain). Celia es la descastada de la crème de la ciudad de Jackson, de sus reuniones sociales, de sus bailes de caridad, de sus partidas de bridge. La que no debería tener el marido que tiene, ni la casa que tiene, ni el dinero que tiene, la que todas llaman white-trash, como le advierte Minny casi al pasar. Su inocencia sobreactuada es por momentos conmovedora y otras veces risible, haciéndonos sentir lo difícil que se hace el mundo para quienes desconocen sus reglas, ya sea por incapacidad o por ignorancia.

El mayor acierto de la película consiste en dar con el tono justo para retratar este mundo de desigualdades tan conocidas y trajinadas por el cine norteamericano: ni demasiado grave, ni tampoco tomándose todo en solfa. Si la novela original estuvo más de cien semanas en la lista de libros más vendidos del New York Times, la película multiplicó por ocho, en pocas semanas, sus 25 millones de dólares de presupuesto, y hoy, entre sus nominaciones al Globo de Oro se incluyen las de mejor película y mejor actriz, y figura con fuerza en las apuestas para el próximo Oscar. Pero a pesar del éxito de público y crítica, varias objeciones han caído sobre Stockett, su libro y la película: por un lado, una mujer llamada Abilene Cooper, que trabajó recientemente como mucama en la casa del hermano de la escritora, la demandó bajo el argumento de que la que cuenta es, en muchos aspectos y sin su permiso, su historia (y la prueba estaría en que bautizó a uno de sus personajes con un nombre casi idéntico). Stockett ha asegurado, entonces, que buena parte de su obra está basada en el recuerdo de su propia relación con Demetria, la “criada” negra de su familia. Como sus personajes, la escritora se crió en Mississippi, aunque en los años ‘70 y ‘80, y Skeeter es claramente su alter ego, lo cual en rigor ha habilitado una crítica aún más contundente que la que quedó establecida a través de la demanda: como ha señalado el crítico del New Yorker, David Denby, resulta algo “vergonzoso” que la heroína creada por Stockett “en la comodidad de 2009 (esté destinada) a sentirse como una proyección de lo que a ella misma le hubiera gustado hacer en una época más heroica”, los ‘60. Con la habitual corrección política de estos tiempos, Stockett y sus productos delinean, pese a estas críticas, personajes simpáticos y queribles que combinan retazos de la experiencia real de aquella década con el amparo que otorga la notoria seguridad del presente.

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