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Domingo, 2 de junio de 2013

CINE > SE ESTRENA EL DOCUMENTAL MERCEDES SOSA: LA VOZ DE LATINOAMéRICA

El fuego y la sombra

Cuando Rodrigo Vila y Fabián Matus encararon el primer largo documental sobre Mercedes Sosa, decidieron mostrar su dimensión de artista extraordinaria pero también su fragilidad, sus miedos, su temperamento complejo y su soledad. Así, además de los testimonios de Chico Buarque, Milton Nascimento, David Byrne, Pablo Milanés y Charly García entre otros, Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica habla de su infancia pobre, la relación con su primer marido, el debut en Cosquín de la mano de Cafrune, su adhesión al Partido Comunista, el exilio, la relación con su psiquiatra europeo, el regreso de 1982. Con material de archivo poco o nunca visto –como su presencia en un encuentro en la Universidad de Córdoba en 1968– y textuales en la voz de la artista, la película se sitúa bien lejos de la sensiblería y el bronce y muy cerca de la mujer que se forjó a sí misma.

 Por Mariano Del Mazo

Testimonios, archivos, cartas, imágenes inéditas... Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica se ofrece en apariencia como un homenaje, una biopic que construye bronce sobre bronce un peldaño más para izar la bandera que representa aun hoy, a tres años y medio de su muerte, una artista extraordinaria. Pero es apenas una apariencia: lo que muestra el documental de Rodrigo Vila y Fabián Matus desde su minuto cero es, finalmente, la vulnerabilidad de una mujer de origen pobre que se construyó a sí misma a través de un mix de genio, talento e intuición, una mujer que entendió cada época que le tocó vivir. Lo que muestra es la cara B de los adjetivos calificativos más remanidos e imposibles de esquivar de una voz que le dio una fisonomía definitiva a la música popular argentina. Y de fondo, o en el fondo, un tiempo político que la enfrentó a un exilio devastador, que también fue interior.

Pese a su título irreprochable (La voz de Latinoamérica), la película no comienza con una de esas canciones del repertorio de Mercedes Sosa que partieron desde el continente hacia el mundo, éxitos como “Canción con todos”, o “Gracias a la vida”, o “María, María”. La película comienza con un tema perdido en los pliegues de su obra, “Vidala de la soledad” (de Ana D’Anna y René Vargas Vera): “Me toca el hombro tu ausencia y el tul de tu adiós. / Una vidala imposible murmura por vos”. Y es no sólo uno de los grandes aciertos del film sino que marca su vector: la soledad. Una soledad existencial que en un momento la cantante define como “el alarido ancestral del subconsciente”.

“Quisimos mostrar –dice el director Rodrigo Vila– a Mercedes Sosa tal cual era, con lo poderoso y lo frágil, lo bueno y lo malo. Ahí está el logro, creo yo, de la película.” Fabián Matus no sólo es su hijo: también fue una de las personas que más cerca estuvieron de Mercedes Sosa desde lo profesional. Una relación total –alternadamente de hijo, de asistente, de manager– que incluyó también distanciamientos oceánicos. “Mamá era muy especial. Más allá de lo que todos sabemos que era como cantante y lo que representó como símbolo, quisimos mostrar aspectos no tan conocidos. Los testimonios de artistas cercanos a ella no podían faltar, porque mamá ha hecho del vínculo una manera de entender el canto. Pero también están una serie de temas personales, reflexiones, dudas, miedos, que ella fue develando a lo largo de su vida. Pero con el respeto debido: no incluimos nada que Mercedes no haya hecho público en algún momento. Lo que no quiso contar por alguna razón, no figura”, dice Matus, cuya voz en off sumada a entrevistas variopintas conforman el núcleo duro del eje narrativo del film.

Participan en este retrato sesgado y coral Chico Buarque, Milton Nascimento, Víctor Heredia, Teresa Parodi, David Byrne, Isabel Parra, Fito Páez, Pablo Milanés, René Pérez, Charly García, Abel Pintos y Julio Bocca, que se suman a personajes clave como José y Jacqueline Pons (amigos que la cobijaron en el exilio parisino), su psiquiatra y amigo Juan David Nasio, y sus hermanos Cacho y Chichi Sosa, entre otros. Hay ausencias estelares: Joan Baez, Caetano Veloso, Silvio Rodríguez... “Algunos quisimos tenerlos y, por algún u otro motivo, no pudimos. Por otro lado, hubieran sido infinitas las personas que hubiesen podido hablar con autoridad. Pero no daba que la película durara cinco horas”, dice Vila.

La infancia pobre, la tortuosa relación con su primer marido Oscar Matus, la adicción al whisky, el debut en Cosquín de la mano de Jorge Cafrune, su adhesión al Partido Comunista, el primer viaje a Cuba, las prohibiciones, la carta mecanografiada que le envió la Triple A, el amor de Pocho Mazzitelli, la consagración en países como Brasil, Francia y Alemania, el regreso de 1982 desafiando a la dictadura y, siempre, el tándem fortaleza-fragilidad en delicado equilibrio.

Hay textuales estremecedores de la propia Mercedes, en off o en el marco de entrevistas de archivo, como cuando recuerda su niñez en Tucumán: “Nos producía mucha angustia el hambre y verla sufrir a mamá. Nos llevaba al Parque 9 de Julio, para que no sintiéramos olor a comida. Porque nos moríamos de hambre a la noche. En el parque estaban las palmeras que daban los vinagrillos; una fruta rosita y blanca arriba con gusto de vinagre. Nosotros traíamos la sal para comerlos”. O su matrimonio con Oscar Matus: “No me separé de Matus, él me abandonó. Me dejó por una mujer que cantaba en el coro de IFT, que la odio hasta el día de hoy. Empecé a tomar whisky ahí, siete whiskies por noche. Me empezó a hacer mal a la garganta. Estaba muy atolondrada, estaba asustada porque no sabía qué iba a hacer de mi vida. Al final todos estamos tristes, queriendo querer (...). Hasta que apareció Pocho Mazzitelli, mi segundo marido. Me aferré a él como un salvavidas... porque tenía un hijo y estaba muy sola. Pocho se convirtió en mi gran compañero de trece años”.

“Yo creo que mi papá fue el gran amor de su juventud –dice ahora Matus–. Incluso mamá, cuando lo conoce, estaba comprometida para casarse con otro señor. Dejó todo por mi viejo. Mercedes encontró en él un entorno bohemio, todo el Nuevo Cancionero, Tejada Gómez, gente muy interesante. Lo de Pocho fue diferente. Pocho Mazzitelli fue el gran compañero de su carrera, el tipo que hizo que se desarrollara como artista. Alguien más concreto, realista, que le enseñó a planificar, a tener una economía, ahorros. Se metieron a comprar un departamento a pagar en 40 años... ahora parece nada, pero ese tipo de visión fue importante para mamá.”

Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica está estructurada como un gran diálogo madre e hijo. El guión tuvo el decoro de evitar un registro sensiblero y, cuando asoma la política, otro registro inteligentemente evitado es el de la épica. “Lo de Fabián fue fundamental para encadenar el relato”, dice Vila. Matus completa: “Dejamos que Rodrigo trabajara libremente, sin presiones. No es fácil tener al hijo de la protagonista detrás”. En cuanto a la política, las etapas se superponen como planos cambiantes de la realidad social. Son bien diferentes, y destacan situaciones de 1965, cuando estaba prohibida “por comunista” y Jorge Cafrune desafió a las autoridades de Cosquín para presentarla en vivo en el medio de su propia actuación y echar a rodar la leyenda; de 1975, cuando estaba señalada por la Triple A y en una imagen formidable de archivo de noticiero se la ve yendo al Congreso de la Nación para pedir por la seguridad de ella y de Los Andariegos, y diciendo que nada tiene que hablar con Isabelita “porque ella debe estar ocupada en asuntos importantes”; del exilio, socavando con acción y discurso la imagen de todas las dictaduras latinoamericanas; del audaz regreso de la serie de conciertos del Opera de febrero de 1982. “Como le pasó a Chico Buarque en Italia, a Caetano en Londres, a los Inti Illimani, en fin, a todos, el exilio fortalece, une y te da una necesidad imperiosa de hacer daño a las dictaduras como sea”, reflexiona Matus.

El archivo muestra aspectos totalmente desconocidos de Mercedes, como su presencia –clave, ideológicamente hablando– en un encuentro en la Universidad de Córdoba en 1968, donde ya se advertían rostros circunspectos pre-Cordobazo. También da cuenta de su debut en el Teatro Colón en 1972. Y su significativo primer viaje a Cuba en 1974, donde debate con Carlos Puebla, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Y los conciertos en el exilio, sobre todo los franceses, en 1979, 1980 y 1981, y muy especialmente los del Teatro de la Ville.

Desde París, el psiquiatra Nasio cuenta una anécdota de esa época que revela la inseguridad emocional de Mercedes. “Iba a empezar una actuación en De la Ville, que es un teatro municipal muy importante. Yo estaba en una butaca, bien ubicado. De pronto, Mercedes empieza a toser. Lo primero que me dije fue: ‘Esta mujer tiene miedo’.” La voz en off de la cantante completa esa percepción: “La timidez mía es tan fuerte, tan fuerte... Subo al escenario aparentando una seguridad que no tengo”. E inmediatamente da una fórmula de desinhibición: “Salgo a cantar y no le miro la cara a nadie. Miro para abajo hasta adquirir una tranquilidad... ahí sí empiezo a enfocar a la gente. Y ocurre otra cosa: no sé cuál es el misterio, si es la voz o es mi rostro, o es que creen en lo que canto, pero empiezo a sentir la energía de la gente”.

Rodrigo Vila conoció a Mercedes Sosa durante la grabación del disco doble Cantora (2009). El dirigió el DVD con la larga lista de invitados de ese álbum de duetos en el que participan desde Serrat y Spinetta hasta Shakira y Franco De Vita. Y si bien tanto Matus como Vila aclaran que no fue hecho con la intención de que se transformara en lo que finalmente fue –algo así como una despedida–, es Vila el que recuerda que ella no quería saber nada con el proyecto. “Un día me dijo: ‘Yo no me voy a morir’. Esa frase la comprendí después: ella percibía que podía llegar a ser su testamento. Esa frase para mí es una muestra de su enorme inteligencia intuitiva.”

Inteligente, intuitiva, también compleja, carismática, arrolladora, agreste y cosmopolita al mismo tiempo, con un universo que iba de James Joyce a las telenovelas de la tarde, de los Cantos Gregorianos a, como recuerda su nieta Araceli en el film, su pasión por Queen, Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica pone de relieve su dimensión artística y política, y también las consecuencias de esa dimensión, el peso de ser, los padecimientos y sufrimientos provocados tanto por los fascismos como por la fragilidad de su temperamento. Eso la hace más grande a ella y vuelve fundamental a la película. “Yo no me voy a morir”, dijo a principios de 2009. El documental apunta a esa idea, a perpetuarla en sus múltiples, fascinantes facetas. Mercedes Sosa nació para trascender.

Mercedes Sosa: la voz de Latinoamérica se estrena en los cines el 6 de junio.

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Con su hijo Fabián Matus
 
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