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Domingo, 13 de abril de 2014

QUÉ SE PUEDE HACER SALVO VER PELÍCULAS

Desde hace muchos años, Hernán Guerschuny es parte fundadora de una revista con nombre profético: Haciendo cine. Ahora, finalmente, Guerschuny hizo cine y su ópera prima, El crítico, con Rafael Spregelburd, es el retrato de su mundo particular pero con una sensibilidad tan universal que no es sólo una parodia sino una historia de amor –por una chica y, sobre todo, por el cine–.

 Por Mariano Kairuz

Que un crítico de cine debute como cineasta con una película titulada El crítico, una película que parodia tics y lugares comunes y miserias de, precisamente, un crítico de cine, y que narra la crisis de muchas de sus convicciones personales y profesionales, puede parecerse demasiado a meter la cabeza en la boca del león. Un crítico y cineasta exponiendo y exponiéndose a otros críticos y cineastas. Pero El crítico, primer largometraje del periodista Hernán Guerschuny, no sólo no parece haber provocado enojos en el ambiente que el director debutante conoce bien e integra, sino que fue recibida con amabilidad y una simpatía que vale doble por haberse estrenado en un espacio especialmente exigente, como puede serlo la selección argentina del Bafici.

La simpatía proviene por un lado de su ligereza de comedia romántica, el género “cursi y previsible” en el que se ve atrapado su protagonista, el prestigioso periodista Víctor Tellez, que ve sus presupuestos estéticos totalmente descalabrados ante una situación que irrumpe en su vida con los peores clichés, simplemente porque se enamora. Y también de la interpretación de Rafael Spregelburd, que de a poco se consolida –para quienes no lo siguen en el teatro– como uno de los grandes comediantes del cine de su generación.

“Es curioso, pero muchos críticos se vieron defraudados al descubrir que no es una película contra los críticos”, dice Guerschuny. “Es una película hecha con mucho amor por el cine, y con muchos kilómetros recorridos en este ambiente.” Aunque Guerschuny suele aclarar que no se define como crítico –en el sentido del reseñista que debe calificar películas jueves a jueves–, reconoce que pertenece a esa misma comunidad desde hace casi veinte años, cuando junto con su socio y amigo Pablo Udenio fundó la revista Haciendo cine, que hoy va por los 146 números. “Sé que formo parte de este mundo, con lo cual en todo caso lo que hago en la película es reírme de mí mismo y de algunos amigos míos. Y si creo que el crítico como personaje es interesante en términos cinematográficos, es porque tiene conflicto: es un tipo que, como todos nosotros, un día despertó al cine desde un lugar emocional, muy primario, y a partir de un momento le pasó lo que nos pasó a todos: tenemos que ejercer una tarea profesional que nos obliga a diseccionar las películas, a analizar sus elementos, a compararlas. Cuando tenés que hacerlo todos los días para ganarte el pan, aparece una contradicción, porque uno no tiene algo para decir sobre todas las películas. De hecho, creo que yo no tengo algo para decir de la mayoría de las películas. Para este tipo esto significa un conflicto.”

HACIENDO CINE... FINALMENTE

“Haciendo cine... finalmente” se lee escrito a mano en la portada del guión de la película de Guerschuny, en una foto que aparece publicada en el último número de la revista Haciendo cine. “Con Pablo nos conocimos estudiando dirección en el CIC (el Centro de Investigación Cinematográfica) –recuerda Guerschuny– y cuando empezamos a hacer la revista, durante el último año de la carrera, lo que queríamos fundamentalmente era hacer cine. Hacíamos cortos, teníamos muchas ideas. Leíamos mucho las revistas El Amante y Film y nos parecía que faltaba un medio que hablara de todo ese mundo que nosotros habitábamos todos los días, que tenía que ver con filmar hasta las seis de la mañana cosas que seguramente nunca se iban siquiera a editar. Había todo un mundo ahí que las revistas de crítica no sólo no cubrían, sino que ni siquiera conocían.” Haciendo Cine tuvo en sus inicios un referente muy claro: la revista norteamericana Filmmaker, dependiente del Independent Film Project, “una revista hecha por cineastas para cineastas y sobre cineastas”. “Queríamos hablar de cine independiente cuando acá todavía no se entendía qué era eso exactamente; arrancamos en el ’95, cuando todavía faltaban tres años para el Bafici, que es la institucionalización del cine independiente. En ese momento, en que acá sólo filmaban Subiela u Olivera, para nosotros era una cuestión militante decir que había otro cine. Esto era antes incluso de Rejtman: nos gustaban Jarmusch, Hal Hartley, Perrone, y nos había abierto la cabeza El acto en cuestión, de Alejandro Agresti, que no era realista ni nuevo cine argentino, pero sí algo de un desparpajo y una libertad que nosotros no conocíamos. Con esto, con la nueva ley de cine, con la primera Historias breves, era algo que se venía indefectiblemente.”

NUEVOS CINES, VIEJOS CRÍTICOS

Algo que acompañó esta consolidación del nuevo cine argentino a lo largo de los últimos veinte años fue una renovación de la crítica con –podría decirse– cierta apertura teórica. Sin embargo, el protagonista de El crítico parece impregnado de muchas de las taras y los prejuicios de la vieja crítica de cine local, y la Buenos Aires céntrica que recorren él y sus colegas tiene una deliberada cualidad intemporal. Tellez usa teléfonos públicos, escribe en un anotador en la oscuridad de un microcine de la calle Ayacucho que parece detenido en el tiempo, vive en un departamento atestado de libros que parece a punto de venírsele encima. “Quería retratar cosas de este medio que recordaba de cuando empezamos la revista, hace casi veinte años, como esa primera fascinación por estos seres que se metían por la mañana en un microcine, y luego se encerraban a escribir, y que tienen una escala de valores estéticos que arrastran a todo en su vida, a su manera de relacionarse con la gente. Haciendo una revista para jóvenes empezamos a relacionarnos con un mundo que en ese momento nos parecía inaccesible, que estaba todavía compuesto por diez tipos que tenían prestigio, que eran, creo, los que de verdad marcaban el pulso de lo que se leía y se veía, que tenían un poder. Hoy hay tantas más voces; la gente no lee más de dos mil caracteres de nada, con los blogs y las redes sociales se generan pequeños escándalos de la nada, y todos tienen sus segundos de fama porque consiguieron treinta retwits. Pero veinte años atrás todavía habían verdaderos duelos, realmente pasaba, como pasa en la película, que un director podía creer que un crítico le había arruinado la carrera.”

El gran conflicto de Tellez ocurre entonces cuando la comedia romántica se apodera de él, con todas sus fórmulas. Chico conoce chica (Dolores Fonzi); la chica lo hechiza con una fórmula aparentemente infalible: ser casi su exacto opuesto. “El medio está lleno de mitos y prejuicios, y los periodistas y el público fan de las críticas tienen una tendencia a generar moldes estancos sobre tipos de películas, como ‘comerciales’ o ‘de festival’ o ‘para chicas’. Y para mí, que ya vengo viendo mucho, lo que encuentro es que hay películas buenas o malas, que me interesan o no, que me entretienen en el sentido más amplio de la palabra, o que me olvido enseguida. Tellez tiene su decálogo de lo que vale la pena y lo que no, hasta que se ve invadido en su vida cotidiana y tiene que sospechar de esos prejuicios, empieza a darse cuenta de que no lo hacen feliz emocionalmente, tiene que poner en suspenso su cinismo y pensar si no vivió equivocado. Es un tipo que leyó a Serge Daney y mucho Cahiers, y olvidó, como olvidan muchos críticos que se vieron comidos por el personaje, que muchas de las películas de la Nouvelle Vague son profundamente emocionales.”

En su paso por festivales –en Londres, Washington, San Pablo, Gijón– Guerschuny descubrió que su película funciona no sólo fuera del ambiente de la crítica, sino que es más universal de lo que sospechaba. Todo el mundo, dice, entiende hoy los chistes sobre las coproducciones, y hasta esa escena que tiene lugar en un típico desayuno de prensa, en la que un crítico se guarda unas medialunas en el bolso. “Yo entiendo que estos desayunos son también parte de esto –dice Guerschuny– e incluso ahora, que viajé con la película a festivales, encontré un mundo con muchas cosas parecidas entre los cineastas. La escena de las medialunas funciona para todos y para nosotros también. De esta manera me río un poco de nosotros mismos en ese tipo de situaciones y me pregunto: de verdad ¿nunca te sentiste un poquito patético?”.

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Imagen: Xavier Martín
 
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