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Domingo, 13 de febrero de 2005

La bohemia digital

POR JAROMIL

El crecimiento de la red hizo que se hiciera todavía más factible la alternativa no propietaria. Lo que a nivel popular y académico se nombra como una cosa (“la Internet”) en realidad es una condición social: el hecho de que en la sociedad-red todos están conectados directamente, sin intermediarios, a todos los demás. La interconexión global de las redes eliminó el cuello de botella que obligaba a que un fabricante de software centralizado regulara y distribuyera los productos de la innovación individual.

Las nociones de propiedad, además de lo que tengan de malo, no alientan el progreso y de hecho lo han retardado. En la sociedad-red, el anarquismo(o, mejor dicho, el individualismo antiposesivo) es una filosofía política viable. Uno de los problemas principales del anarquismo como sistema social radica en los costos de transacción. Pero la revolución digital cambia dos aspectos de la economía política que han permanecido invariables a lo largo de la historia humana. Todo el software posee un costo marginal cero en el mundo de la red, mientras que los costos de coordinación social se han reducido al punto de permitir la rápida formación y disolución de agrupamientos sociales enteros, a gran escala y con gran diversidad, sin limitaciones geográficas.

Centrémonos en el fenómeno de los programas conocidos como virus. Estos consisten en una combinación de actos poéticos de rebelión, síntomas políticos y estructurales, intentos de acceder a las fisuras de la red explorando su permeabilidad; inteligencias artificiales (rara vez dañinas, aclarémoslo), que han poblado el universo digital desde sus inicios.

Estoy retratando los virus como “poesía maldita”, como provocación contra aquellos que venden la red como una zona liberada para la sociedad burguesa. Podría aparecer que esta comparación sólo la pueden apreciar aquellos que cuentan con conocimientos técnicos específicos, pero esto no es así. De hecho, los aspectos tantas veces negados de una “bohemia digital” logran que la red por la que hoy navegamos sea más orgánica al diseñar nuevos modos de circulación para que la información viaje en ella, a la vez que genera una estética, en el verdadero sentido de la palabra, que muchas veces ha permeado en el llamado net-art.

En sentido político, vemos que la reacción de muchos escritores de virus, que se destacan en la red por su conocimiento profundo de los elementos que componen a ésta, fue precisamente provocada por el abordaje monopolista y corporativo de ciertos grandes grupos del mercado que sueñan con convertir a la red en un shopping virtual para sus propios modos de hacer negocios, sin respeto por la horizontalidad de las relaciones de los ciudadanos que la habitan. Hasta ahora ha habido infinidad de intentos de disminuir la velocidad a la que puede circular la información, que van desde la censura hasta las restricciones de copyright, con el objetivo claro de centralizar sus flujos.

Desde los primeros días de la computadora personal, el ciberespacio fue visto como un medio para recuperar espacios públicos ante su progresiva desaparición. Lee Felsenstein, uno de los creadores de la computadora personal, impulsaba el uso de esta herramienta para restablecer un sentido comunitario de la información. Felsenstein y muchos de sus amigos pioneros soñaron que la Internet pudiera brindarle a un vasto público un espacio que reflejara sus diversos intereses, y promoviera la creatividad y la libertad de expresión.

Pero, desde los primeros días de la web, las áreas públicas de la Internet empezaron a rodearse de vallas, cada vez más. En 1994, este autor advirtió sobre el “efecto colonizador” que los intereses comerciales tendrían en el espacio público que por entonces representaba Internet (Besser, 1994). Y en 1995 discutió sobre cómo el control por parte de grandes industrias pasaría por encima de los beneficios públicos y la diversidad que la Internet había prometido. Casi una década más tarde, vemos cada vez más vallados los espacios de Internet, y las acciones de las personas cada vez más rastreadas y almacenadas.

Richard Stallman es un reputado hacker neoyorquino recibido en Harvard que pasó por el MIT hasta que se puso al frente de la Free Software Foundation.

jaromil es un hacker italiano que comenzó el proyecto para crear una versión portátil del sistema Linux.

Los textos de ambos pertenecen al volumen :(){ :|:& };:

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