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Domingo, 5 de octubre de 2008

THE HUSTLER Y EL COLOR DEL DINERO: PAUL NEWMAN ES FAST EDDIE NELSON

Ese audaz

 Por Alfredo Garcia

Pocas veces Hollywood se metió tan de lleno en las profundidades del mundo noctámbulo, con sus fulleros, alcohólicos, pequeños matones, tipos listos y peces gordos y todo el zoológico de almas miserables como en El audaz (The Hustler), un gran film en el que, en 1961, el director Robert Rossen perfeccionó al Paul Newman cínico, mal tipo, y no siempre ganador, que dominaría el perfil de sus personajes durante casi todo el resto de la década.

El audaz no sólo es una de las mejores películas en toda la filmografía de Newman, sino también la única que le dio un Oscar, aunque curiosamente no por esta película, sino por otra filmada un cuarto de siglo más tarde. Es que el personaje de Fast Eddie es el único que el actor interpretó en dos películas: una es The Hustler y la otra es El color del dinero (The Color of Money) de Martin Scorsese. Newman fue nominado al Oscar por The Hustler, igual que tantas otras veces, pero más allá de un premio honorario de esos que la Academia tiene preparados cuando se da cuenta lo injusta que ha sido con sus miembros más talentosos –como Hitchcock, por ejemplo–, el único Oscar al mejor actor que recibió fue por volver a interpretar a un avejentado Fast Eddie Felson en El color del dinero, de Scorsese. (Por algún motivo, Newman no apareció en la entrega de premios, y el Oscar lo recibió el por entonces presidente de la Academia, el director Robert Wise, que lo dirigió en su primer gran éxito, Somebody Up There Likes Me.)

En The Hustler Fast Eddie Nelson es un joven soberbio con un enorme talento para el billar, que arruina jugando por dinero, estafando a otarios que no deben percatarse de las habilidades del muchacho (generalmente simulando estar más borracho de lo que realmente está) o jugándose el todo por el todo más allá de lo razonable contra un experto del billar como Minnesota Fats (un soberbio Jackie Gleason). Esta última bravuconada lo hace tocar fondo, y deambulando borracho por los bares que siguen abiertos after-hours, como el de las estaciones del Greyhound, se topa con una dipsomaníaca renga que lo lleva a su casa. Piper Laurie hace una de sus composiciones memorables (más tarde volvería a lucirse como la madre de Carrie en el film de Brian De Palma), como la torturada de un tipo que no le hace precisamente bien. En su insensata búsqueda de triunfo Fast Eddie termina asociándose con el Mal personificado, el manager terrible que interpreta George C. Scott, quien además de un suculento porcentaje de las ganancias de su apoderado, parece también querer su alma. Todo se conjuga para que estos personajes choquen y se desencadene una tragedia, que Fast Eddie intentará redimir de la única manera que conoce: jugando al billar en otra de sus arriesgadas maratones que esta vez, al enfrentar al todopoderoso Scott, lo erradicará para siempre de las mesas de juegos por una prohibición tácita de esta eminencia gris del juego clandestino.

Pasaron 25 años y el joven cínico que se llevaba al mundo por delante en The Hustler es ahora un tipo de mediana edad que se dedica a vender bebidas truchas a los bares. En El color del dinero, Fast Eddie ya no juega al billar, pero sirve de capitalista para pequeños tipos listos (como el personaje de John Turturro) que hacen lo que él hacía en sus buenos viejos tiempos, es decir, aprovecharse de algún incauto que apuesta en un juego amistoso sin saber que está enfrentando a un profesional. En uno de estos antros se aparece Tom Cruise, un chico que no tiene idea del dinero que puede hacer con su talento para el billar, y pierde el tiempo trabajando en la sección juguetes de una megatienda. Fast Eddie intenta convertirse en su manager mostrándole de manera fría y cerebral la manera de hacer dinero con ese juego, pero el chico se convierte en un cínico sin ética que supera en males al propio maestro, lo que lo lleva a enfrentar sus viejos fantasmas y volver a jugar pool.

Mientras que The Hustler es una película especialmente agria, con el tipo de personaje poco querible del Newman previo a sus mayores éxitos –particularmente El golpe–, en su momento El color del dinero fue percibida como un intento de Scorsese de lograr un éxito comercial más convencional que el resto de su filmografía. Grave error: el esfuerzo tanto del director como de su protagonista para retomar un personaje tan complejo más de veinte años después sólo se percibe cabalmente si se tiene fresca en la memoria The Hustler. Newman siempre fue un actor sumamente generoso, y del mismo modo que formó sus dúos con Robert Redford o con Steve McQueen (en el superclásico del cine catástrofe Infierno en la torre, de Irwin Allen) aquí logra una brillante interacción con un incipiente astro juvenil ochentista como era Tom Cruise por aquel entonces.

Se podría decir que Newman debería haber recibido el Oscar por muchas de sus películas anteriores a El color del dinero, empezando por supuesto por The Hustler. Es verdad. Lo que no quita los momentos maravillosos de la actuación de Newman en el film de Scorsese. En un momento clave del film su personaje decide volver a jugar pool, y en un salón de mala muerte se enfrenta a un gordito local que no parece tener muchas luces. Es Forest Whitaker, que está embrollando al maestro de los fulleros, lo que implica que Paul Newman debe convertir su “audaz” Fast Eddie en un otario. Abriendo bien los ojos, Fast Eddie mira con incredulidad al gordito y le pregunta: “Kid, are you hustling me?!”.

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El rey del billar: el único personaje que Newman hizo dos veces en cine fue el de Fast Eddie. Primero en El audaz (The Hustler, 1961); un cuarto de siglo más tarde lo repetiría para Scorsese en El color del dinero (1985), por la que le dieron el Oscar que debió haber ganado la primera vez.
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