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Domingo, 18 de enero de 2009

OBAMA - ¿KIRCHNER? ¿MACRI? ¿PERóN?

Nacional, moderno y popular

 Por Santiago O’Donnell

Como político, Obama tiene un poco de todo y por eso en distintos momentos me hace acordar a Kirchner, a Macri y al Perón que me tocó vivir, el que volvió de España. Me hace acordar a Perón sobre todo por la mística y por la habilidad para construir poder, cooptando a grupos de interés muy diversos y hasta enfrentados. En la carpa de Obama conviven operadores de Wall Street, punteros del aparato de Chicago, con ex guerrilleros marxistas y predicadores que justifican el 9-11. Como Perón, Obama no tiene piedad con sus enemigos y no tiene problemas en cambiar de postura con tal de ganar. Como Perón, Obama concibe la política como un acto de equilibrismo entre sectores en pugna y no le molesta negociar por debajo de la mesa con los que critica en público. El norteamericano no tiene descamisados, pero tiene una red inmensa de voluntarios e interesados que desde que empezó la campaña hasta hoy reciben mails, al menos una vez por semana, que siempre empiezan con el mismo encabezado. “Usted, que ha ayudado a crear un movimiento grassroot sin precedentes...” Movimiento grassroot quiere decir “movimiento de base”, o más literalmente, “surgido del pasto y las raíces”. O sea, desde la profundidad y desde la superficie. Y es cierto: en esta campaña, Obama llenó estadios y juntó colaboraciones de millones de donantes anónimos como nunca jamás nadie lo había hecho en Estados Unidos. El tema de la mística no es habitual para la política estadounidense, dominada por una aceitada maquinaria que deja poco espacio para movimientos personalistas. Por eso, por momentos me hace acordar al Perón del ’73, ese que llegó para hacer historia, para terminar con la gran crisis que entonces aquejaba al país.

Pero, claro, Obama no tiene ni la historia ni el protagonismo ni la acumulación de aciertos y errores que forjó Perón en medio siglo de actuación pública. Es una cara nueva. Joven, ganador, simpático. Es moderno. Juega al golf. Usa Internet. Veranea en Hawai. Tiene asesores que le diseñan frases pegadizas como “Sí se puede”, o “No hay estados rojos y estados azules sino los Estados Unidos de Norteamérica”. Dice que no importan las ideologías sino aportar soluciones para los problemas de la gente. Dice que viene a cambiar la vieja cultura política. Tiene arrastre entre los jóvenes, especialmente los que asisten a universidades privadas, pero también llegada a los sectores populares en gran parte porque no reniega de su condición de negro.

En eso me recuerda a Macri: la computación, la nueva política, el recambio generacional, el discurso despolitizado, “va a estar bueno Buenos Aires”, tiene llegada a los sectores humildes por su condición de “bostero” y sus coqueteos con el peronismo. Después de hacerse elegir jefe de Gobierno se fue a jugar al golf a Sudáfrica con sus amigos/asesores de campaña.

Pero, al lado de Obama, Macri parece una tabla de planchar. Mientras el norteamericano es capaz de hacer llorar desde la tarima con su crudo recitado en clave de gospel, Macri no puede sacarse la papa de la boca. Además, Obama dedicó su juventud a defender los derechos civiles y a registrar votantes en barrios pobres, mientras Macri la usó para mantener la fortuna familiar exprimiendo al Estado desde su puesto de liderazgo en el holding familiar. Por eso, Obama es un poco más creíble cuando dice que va a cambiar la cultura política de su país y poner en marcha reformas progresistas.

Lo cual me lleva a la comparación con Kirchner. Los dos son emergentes de un cambio de época por la autodestrucción del paradigma neoliberal. Los dos son animales políticos que dependen del aparato partidario y ambos intentan construir poder por fuera de esas estructuras sin demasiado éxito. Y los dos apelan a cuestiones culturales con fuerte arraigo en la sociedad. Mientras Kirchner se embanderó en el movimiento de derechos humanos, Obama reivindica la lucha por la igualdad de los negros. Pero en ambos casos el éxito de sus gestiones está irremediablemente atado a los vaivenes de la economía, ya que a los dos les tocó asumir en medio de crisis terminales. Pero a diferencia de Kirchner, que gobierna con un grupo cerrado de incondicionales, Obama llenó su gabinete con las mejores mentes de su partido. Es más previsible y más organizado, y hasta ahora no ha confrontado con los factores de poder sino más bien se ha mostrado conciliador en cada oportunidad que tuvo para hacerlo, ya sea con Wall Street, ya sea con las automotrices, ya sea con la maquinaria del clan Daley en Chicago.

Por eso digo que Obama tiene un poco de todo y para todos los gustos. Con el tiempo irá definiendo su perfil. Y será más Perón, más Macri, más Kirchner o más de otra cosa que todavía no conocemos bien.

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