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Domingo, 15 de agosto de 2010

La canción de Roland

 Por G. S.

Deliberadamente dejé fuera de la selección el Diario de duelo de Roland Barthes: se trata más de un desarrollo de la congoja por la ausencia, un goce en la aflicción, que de una elaboración narrativa, “elaboración”, digo, término psi aplicable en un duelo. Como demasiado, Barthes anota que espera integrar la aflicción a un ensayo sobre la fotografía. En efecto, se trata de un “diario”. Pero en él no participa, sino en excepciones, una intención de recrear la figura de la madre.

Barthes no ha vivido una relación conflictiva con su madre. En el prólogo, Natalie Léger cuenta: “Henriette Binger nació en 1893. A los veinte años desposa a Louis Barthes; joven madre a los veintidós, es viuda de guerra a los veintitrés. Al morir a los ochenta y cuatro, su hijo tiene sesenta y dos. Nunca se separaron”. Barthes, en este punto, no para de mirarse sufrir. A diferencia de Handke, anota: “En todas partes me aburro”.

El diario es una acumulación paciente de fichas. Hay un gesto académico en este procedimiento. Se diría que su fichar tiene la resonancia del fichaje que podría desplegar en el College de France, en cuyo caso el duelo, racionalizado a la enésima potencia, se vincula con la organización de una clase teórica. “Confusión de las funciones”, anota. “Durante meses fui su madre. Es como si hubiera perdido a mi hija. ¿Hay dolor mayor? No había pensado en eso.”

A medida que pasa el tiempo (el diario comprende dos años, desde 1977 a 1979), la aflicción se diluye. Lo advierte: “La aflicción es egoísta”. Lo que Barthes no puede soportar, y le resulta insufrible, es que el dolor pase.

La edición compila unas fichas no fechadas. En una Barthes, anota: “Hablar de mamá: ¿y qué, Argentina, el fascismo argentino, los encarcelamientos, las torturas políticas, etc.? Eso la habría herido. Y la imagino con horror entre las mujeres y madres de los desaparecidos que se manifiestan por aquí y por ella. Cómo habría sufrido si me hubiese perdido”. Más allá de las reflexiones que pueda exigir esta anotación por qué no pensar –aunque suene políticamente incorrecto– que en el éxtasis del padecimiento amoroso, regresivo, en el colmo de la idealización, surge lo que le faltaba: imaginarse un hijo épico con una madre épica.

Cabe preguntarse: que el profesor inspirado y genial capaz de dictar un curso en el College de France como La preparación de la novela –dictado en la misma época en que escribía las fichas de este diario– no pudiera escribir jamás una, ¿no debe leerse en el mismo sincro que su imposibilidad de salir del yo doliente para contar la madre, ese otro?

Diario de duelo, de Roland Barthes fue editado en Argentina por Siglo XXI a fines del año pasado.

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