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Domingo, 13 de junio de 2010

DEPORTES › LA CIUDAD SE PARALIZó DURANTE EL PARTIDO DE ARGENTINA CONTRA NIGERIA

Hubo festejo en el Monumento

Después de la victoria de 1 a 0 de la selección argentina, un grupo de hinchas salió a alentar al equipo. Durante el partido, los bares estuvieron colmados y hubo cruces de leprosos y canallas por Heinze y Di María. Messi, indiscutido.

 Por Pablo Fornero

Hora 11.06. En la esquina de Pellegrini y Paraguay, un Peugeot 504 taxi conducido por un hombre morocho, con bigotes y cara de pocos amigos. La luz roja que alumbra el "libre" difícilmente se apague puesto que es el único vehículo en movimiento por la zona. Todos parecen estar dentro del bar que, a través de una pantalla gigante y varios televisores, emite Argentina-Nigeria. Segundos después, los jugadores de la Selección aciertan en la jugada preparada que ideó Maradona y Heinze cabecea al gol. El bar estalla cuasi popular del Gigante o El Coloso. La escena se repitió por igual en restaurantes, minimarkets y estaciones de servicio en todos los puntos cardinales de la ciudad. Rosario vivió con emoción, entusiasmo y, a la vez, mesura, el triunfo en el primer encuentro del Mundial.

Desde las primeras horas de la mañana se vivió el clima mundialista en las calles. En numerosas esquinas, los vendedores ofrecían el cotillón para acompañar a distancia a los players de Diego. Gorro de arlequín, bufanda y las "vuvuzelas" criollas fueron la vedette de la jornada. La tradicional bandera, en sus diversos tamaños y precios, sirvió para cobijarse del tenue frío y adornar autos y comercios. La diminuta insignia para colocar en el capó de los vehículos que costaba 3 pesos en la semana sufrió un violento proceso inflacionario y raudamente ascendió a diez pesos, alrededor de las 10 de la mañana. Las camisetas truchas con el "Messi" en la espalda salían a 40 pesos. Con esperanza, los vendedores aguardaban que Lionel se convierta en el emblema del equipo.

En la mayoría de los lugares de encuentro, los dueños y encargados optaron por trabajar bajo el sistema de reservas. De ese modo, las instalaciones se fueron cubriendo con algunos días de antelación. Llegar una hora antes del comienzo del partido y conseguir una mesa disponible rozaba lo imposible. Algunos bares contrataron mozos y cocineros especialmente para el partido. Para maldecir por la cantidad de situaciones de gol falladas, había que desembolsar 15 pesos en concepto de consumición obligatoria.

Las panaderías y los supermercados recibieron visitas mayores a las habituales. Ver el partido en casa entre mates, medialunas y bizcochos resultó un buen plan para los que prefirieron reuniones no tan numerosas. No obstante, en bares y restaurantes el menú no se modificaba. Algunos lo acompañaban con un exprimido en el segundo tiempo. Otros pocos fueron directo al almuerzo. Con ojeras y grandes bostezos, un grupo minúsculo de jóvenes demostraba que el coctel boliche "desayuno-previa-partido" no fue una buena idea. De sus rostros se deducía que no lo repetirán el jueves, ante los surcoreanos.

Predominaron las mesas compuestas por barras de amigos. Amantes del fútbol, nunca pueden dejar de lado su pasión por los equipos rosarinos. Los hinchas leprosos festejaron más de lo normal el gol de Heinze, que surgió en las inferiores del club del Parque Independencia. Los canayas, por su parte, lamentaron la escasa participación de Di María, su embajador en Sudáfrica. En Messi parecen unirse los criterios. El jugador del Barcelona jugó su mejor partido en la selección y cosechó aplausos y alabanzas en rojinegros, centralistas, boquenses y millonarios. Carlitos Tevez, "el jugador del pueblo" para algunos, es otro que despierta ilusiones en los hinchas.

Bajo una TV de 29 pulgadas, un matrimonio y su pequeño hijo contemplaron, incrédulos, una nueva falla del Pipita. La mujer, rubia de lentes, le pregunta a su marido: "¿Cuándo entra Palermo?". El prefiere no responder y disfruta, en cambio, que su hijo vaya forjando, desde sus escasos 7 años, la pasión por el fútbol. El nene reconoce fácilmente a Mascherano, Verón y compañía. Su padre se encargó de explicarle, hace unos años, quién es Maradona.

Sándwich entre el Bicentenario y el Día de la Bandera, el Mundial se vive con la puesta de banderas en balcones y casas de familia. "La puse a mediados de mayo y la voy a sacar a fines de julio", avisa una mujer, desde el primer piso de un edificio ubicado sobre España.

Las peatonales Córdoba y San Martín lucieron desiertas durante el desarrollo del encuentro. Algunos negocios cerraron sus puertas hasta el mediodía y los que trabajan con horario cortado adelantaron la bajada de sus persianas.

En algunas cátedras de la Universidad el partido obligó a suspender el habitual cursado. En una privada, una profesora tenía intenciones de dictar la clase de Psicología. El portero de la sede educativa de calle Pellegrini la convenció de que no lo hiciera. "Los chicos no van a conseguir taxis y colectivos durante el partido", fue la excusa que surtió efecto.

Unos minutos después de la finalización del encuentro, unas doscientas personas se congregaron en el Monumento a la Bandera para cristalizar la victoria en un festejo. Familias y grupos de jóvenes se embanderaron y cantaron el "Volveremos, volveremos a ser campeones como en el 86". Los conductores que circulaban por Avenida Belgrano se sumaban con bocinazos.

Para el próximo partido (jueves a las 8.30), el día laboral hará que entren en juego otros actores. Los empleados deberán apelar a la buena disposición de sus superiores para poder observarlo. Entre trámite y trámite, los abogados podrán disfrutar de la pantalla gigante que el Colegio colocó en el auditorio de la sala de calle Oroño. Y los alumnos de escuelas primarias y secundarias se preguntan si lo verán en pantalla gigante. Rosario volverá a despertar unas horas más tarde.

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Familias y jóvenes se embanderaron y cantaron "Volveremos a ser campeones como en el 86".
Imagen: Télam.
 
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