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Miércoles, 14 de noviembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › EL "FELIPE ALDANA" YA TIENE A SUS DUEÑOS PARA ESTA EDICION

Premios, libros y cuatro voces

Gregorio Echeverría, Fabricio Simeoni, Fernando Marquínez y Marcelo Rizzi; ganaron este año el premio municipal de poesía "Felipe Aldana". Sus trabajos no hacen más que dar cuenta de un amplio registro de búsquedas poéticas, algo que se manifiesta, en primera instancia, en las apuestas formales. El premio se presenta este viernes en Parque España.

 Por Sonia Scarabelli

Este año, Gregorio Echeverría con su libro Miseria blues, y Fabricio Simeoni y Fernando Marquínez, coautores de Cavidades del recreo, se alzaron con el primer premio del concurso municipal de poesía "Felipe Aldana". En tanto, el segundo puesto fue para Marcelo Rizzi, por Casa incompleta. Los tres libros no hacen más que dar cuenta de un amplio registro de búsquedas poéticas, algo que se manifiesta, en primera instancia, en las apuestas formales; ya sea que al detenerse en la medida intensidad de los versos de Echeverría, en el torrente peculiarmente contrapuntístico que proponen Simeoni y Marquinez o en el lirismo más reposado y reflexivo de Rizzi.

Gregorio Echeverría (Rosario, 1935) es poeta, narrador, ensayista y diseñador gráfico. Su obra literaria cuenta con más de 30 títulos y ha sido premiada en Argentina, México, Cuba y España. En 2006 la EMR publicó su libro de relatos Tercera fundación. En los más de 60 poemas que integran Miseria blues es posible asistir al despliegue de una voz que se modula sin perder nunca su tonicidad rítmica. La tensión lírica opera, junto con una medida clásica y a la vez profundamente personal del verso, para que cada poema actúe como una breve totalidad, aguda y penetrante. El resultado es un canto tan elaborado como intenso, que puede avizorar "cada pluma anticipo del próximo gran vuelo/ cada nervadura/ articulando los sintagmas del verbo inabordable", en un momento de íntimo abandono; o volverse advertencia: "porque si el hambre es mansa o dócil acaba en hospitales/ o almacenada en basurales sin cruces y sin lápidas"; o regresar a los lugares de la infancia, al punto tal de materializar la visión, como en "Caballos": "entrecierro los ojos y aún me viene aquel olor medio de campo/ medio de historia del oeste de los relinchos y la bosta".

No menos rotunda es la experiencia que depara Cavidades del recreo, de la dupla Simeoni--Marquínez, que a pesar de pertenecer a franjas generacionales diferentes, convergen en un encuentro textual cuyo lenguaje desenfadado y crudo propicia un extrañamiento sin concesiones. Simeoni (Rosario, 1974) es poeta, periodista y coordina talleres literarios. Codirigió el sello editorial Los lanzallamas y ha publicado Cronos (notas periodísticas), y cinco libros de poesía: Rey piojo (2001), Calambre de los descensos (2003), Agua Virgen (2004), Jardines flotantes (2005) y Sub (2005).

Marquínez (Rosario, 1963) por su parte, es poeta, músico y fotógrafo. Actualmente es fotógrafo y redactor en Fanzín, revista cultural de reciente aparición, y colabora en diversas publicaciones de corte literario. Publicó los libros de poesía Esa agua cruda (2003) y Herética desmesura (2004), ambos en colaboración.

En este libro, los dos poetas conjugan sus voces para crear una escena que privilegia una suerte de cualidad centrífuga del lenguaje; los poemas parecen estallar continuamente en sentidos que se disgregan, ya se trate de un trabajo de acumulación asociativa torrencial, que se produce tanto en el campo sonoro como en la sintaxis o el trabajo con las imágenes ﷓-"Nomenclaturas", "Kimono colorado", "Otro plagio más"-﷓; ya se trate de un trabajo de disección que conduce a un instancia casi molecular de lo observado, para crear una totalidad que no puede sentirse sino como montaje, ficción: "Las gotas ópticas/ nos dan la venerable apariencia/ del retablo". En este sentido, Cavidades del recreo no se contenta con aludir los huecos, las faltas, los desacuerdos del sentido, sino que se empeña en expandirlos, en socavarlos convirtiendo el lenguaje en un instrumento de disección que oscila entre la precisión quirúrgica, analítica, y el corte sorpresivo que descompone la imagen, el motivo, birlando una y otra vez toda identidad, todo gesto de reconocimiento.

Desde un lugar muy distinto, que promueve equilibrios fragmentarios, Casa incompleta, de Marcelo Rizzi, deja asomar un lirismo en el cual se explora, en cambio, la posibilidad de aprehender la imagen no como visión, sino como reflexión; el lenguaje es abordado aquí en su dimensión laberíntica, como una materia en la que resultara imposible marcar el final o el comienzo de ninguna certeza. Y en ese lugar nace el poema, a caballo entre lo inefable y lo que admite un instante de mediación, en el cual las palabras fraguan leves paisajes sintagmáticos, conjeturas: "que todo consistiese/ en pequeñas pérdidas/ -﷓las que unidas/ como en un collar de grosellas/ de mármol o marfil/ construyesen la ilusión/ del hallazgo/ más completo". Rizzi (Rosario, 1961) estudió Historia y Filosofía en la UNR. Publicó El comienzo oblicuo de todo desorden. Actualmente vive en Inglaterra.

(Este viernes, a la 20, en el Centro Cultural Parque de España se presentará el Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana 2007, cuyo jurado estuvo integrado por Sergio Cueto y Héctor Piccoli y Sergio Raimondi).

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Gregorio Echeverría y la dupla Marquínez-Simeoni.
 
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