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Miércoles, 16 de enero de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › LIBROS. SEGUNDO TRABAJO DE VERONICA LAURINO

La ruta del poema

Lo que hace de la travesía poética propuesta por Laurino, nacida en Rosario en el 67, una experiencia particularmente interesante y singular es su capacidad para sorprender. La mirada de la poeta se opone abiertamente a toda grandilocuencia.

 Por Sonia Scarabelli

Publicado recientemente por el sello bahiense Ediciones VOX, el segundo libro de poemas de Verónica Laurino, Ruta 11, da cuenta de una travesía tan peculiar como la voz que la sostiene. Laurino, nacida en Rosario en 1967, quien fue finalista en dos oportunidades del premio "Felipe Aldana" con su libro 25 malestares y algunos placeres (Ciudad Gótica, 2006), confirma con este nuevo volumen, pequeño y redondo, su capacidad para despertar, a través de detalles mínimos y cotidianos, un juego de resonancias tan ricas como inquietantes.

Si uno de los elementos que caracterizaba su libro anterior era la apuesta a un léxico y una sintaxis despojados, que parecían querer borrar el lenguaje como mediación para hacer presente una suerte de objetividad absoluta, en este último ese procedimiento se concentra y afina dando lugar a imágenes de una precisión a la vez delicada y contundente.

Ya el primer poema del libro pone en escena una enumeración que parece tocar con cada verso la intemperie total de ese paisaje por el que se desliza Ruta 11, e instala en quien lee, no sólo una visión del desierto, por así decir, sino una manera de mirar que pareciera abrirse paso para captar en lo exiguo un brillo extraño y propio. En este sentido, podría afirmarse que Ruta 11 empieza donde algo acaba de terminar; se inicia en el instante justo de un cruce de fronteras que hace del límite entre campo y ciudad, interior y exterior, naturaleza y cultura, mito e historia, un lugar en el que leer los signos de un derrumbe tan silencioso como cotidiano: "La gruta de la virgen/ la granjita/ el dispensario/ el cartel indicando: 'área protegida'/ Eso era todo".

Mientras se interna en el mismo territorio que acunó el mito deslumbrante del "granero del mundo", la mirada de Laurino se opone abiertamente a toda grandilocuencia y hace del viaje un acto íntimo, entregado a aquellos detalles capaces de hablar de otra historia y de mostrar, por esto mismo, otro paisaje hecho de contrastes, y marcado por la pérdida: "La laguna y/ las garzas./ El basural,/ los barrios:/ soluciones civiles".

Los poemas se suceden como breves secuencias cinematográficas, rápidas impresiones que conjugan lo fugaz y lo inmóvil, imágenes apenas atrapadas que logran, sin embargo, un instantáneo efecto hipnótico y potencialmente desolador: "En medio del verde soja / el brillo metálico del cilindro silo".

Pero lo que hace de la travesía poética propuesta por Laurino una experiencia particularmente interesante y singular es su capacidad para sorprender, entre los signos impersonales de la catástrofe, las huellas de una sensibilidad que aún logra entregarse a pequeñas epifanías: "Ese perro negro saltando en el medio del campo invernal/ era la imagen que yo buscaba de la libertad". La belleza ocurre entonces como algo casi microscópico, apenas advertido: "La belleza estaba/ en las venitas de agua/ de la ventanilla del bus"; del mismo modo que la naturaleza aparece cada vez más como una infiltración en el paisaje dominado por restos/ruinas producto de la acción humana: "Sobre/ la demolición inconclusa/ la apropiación de la parra".

En un mundo trastocado por la tecnología, el consumo y la globalización, donde inclusive lo humano -﷓o especialmente lo humano-﷓ pierde su identidad ("La piel/ de esa mujer/ tenía la porosidad y/ el color del ladrillo"), Laurino se arriesga a sostener una mirada que, además de mostrar una agudeza por momentos hasta feroz para la ironía, se sitúa aún en tensión entre el escepticismo y la capacidad de asombro: "El arroyo manso/y /mi sobresalto,/ al salpicarme/ un dorado".

Con Ruta 11 la poesía nos recuerda, una vez más, que mirar cerca nos puede llevar a ver mucho más lejos, aún cuando muchas veces lo visto nos pueda resultar insoportable.

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"Ruta 11" se llama el libro de Laurino
 
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