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Lunes, 7 de abril de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. "VIAJE A DARJEELING", UNA NOTABLE REALIZACION DE WAS ANDERSON

Un tren con sueños y sorpresas

Con elementos del cine independiente, el film propone una reflexión sobre lo ausente y lo que todavía no se conoce.

 Por Emilio A. Bellon

"VIAJE A DARJEELING"

("The Darjeeling Limited").

USA, 2007

Dirección: Wes Anderson

Guión: Wes Anderson, Roman Coppola y Jason Schwartzman.

Fotografía: Robert Yeoman

Intérpretes: Adrien Brody, Jason Schwartzman. Owen Wilson, Anjelica Huston, Amara Karan, Irfan Kahn, Barbet Schroeder y Bill Murray.

Duración: 91 minutos.

Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.

Calificación: 9 (nueve)


Basta pararse frente a la puerta del cine, localizar el afiche de este film que nos llama desde su radiante colorido y sus marcas pictóricas; por ese aire retro y su tono humorístico, por ese nombre, título del film que nos lleva al aroma de una variedad de té, proveniente de la India. Y así, frente al afiche, observar a estos tres personajes que nos miran entre ausentes y capturados por quién sabe qué idea, por vaya a saber cuál próxima aventura están imaginando.

Y aquí están los tres, los tres hermanos Whitman que a un año de la muerte del padre- podríamos decir que el punto de arranque del film se da sobre el cierre de Los Excéntricos Tenembaum- deciden emprender un viaje no solo para reencontrarse con su madre, una imponente mujer llamada Patricia, figura guía que habita en un monasterio de las altas montañas. Pero claro está, éste es el primer eje que circula por las vías de este tren que nos depara más de un imprevisto, en un viaje pensado como traslado físico pero que lleva a otro viaje, el de un deseado acercamiento entre estos tres hermanos, que por ser tres, un tanto lunáticos y ciertamente ingenuos, nos remiten a tantos otros tres personajes, comediantes, de la historia del cine.

Film un tanto atípico para la cartelera de hoy, con elementos reconocibles del cine independiente, esta road movie de este director nacido en mayo de 1969, de orígen texano y radicado en Nueva York, nos propone igualmente un recorrido por un relato que ofrece una reflexión sobre lo ausente, sobre lo que ya no está e igualmente sobre lo que aún no se conoce.

Con un guión escrito por el propio director, uno de los hijos de Francis Ford Coppola, Roman, primo del director y uno de los actores el que interpreta a Jack, este joven herido de amor, frustrado escritor de finales de cuentos, que aun faltan completar, el mismo Viaje a Darjeeling se nos propone de esta manera: como una reconstrucción a partir de cierto final, tal vez. En este sentido es posible pensar el prólogo y el cortometraje que lo precede desde un sentido circular, que se identifica en el último plano secuencia del film, lugar de encuentro, de separación y nuevas reuniones.

Figura reconocible de este grupo familiar disfuncional del cine de Wes Anderson es el actor Bill Murray, que no solo fija un lugar de partida, en un sugestivo ralenti, de viaje, sino que igualmente marca un nexo con otras tantas historias del mismo director. Esto ocurre no sólo al principio, a continuación del cortometraje, Hotel Chevalier que lleva en si la marca de un cine de época, por decir de los 60, acompañado por una melodía que cita nombres y lugares de entonces (y de siempre), que nos lleva a evocar algunos parlamentos del cine de aquellos años sobre el amor, la soledad, la espera.

No sólo esta aquí Bill Murray, aquel Tenenbaum que dejara un lugar en el final de aquel film, sino la misma Angélica Huston, también de la misma saga familiar, actriz que se puede permitir adoptar diferentes roles, sea ya en comedias negras de su padre John Huston y de Stephen Frears o en dramas de Allen o Sean Penn. En este viaje, su figura es un referente, luminoso símbolo de una madre que habita en un lugar casi inaccesible, que no obstante guarda una relación frágil y ocasional con su pasado.

Volvemos al tono ingenuo del film, a sus rasgos de atemporalidad que uno reconoce en algunos momentos, a su fascinante capacidad lúdica que observamos en guionistas y director. Y al mismo tiempo, volvemos en Viaje a Darjeeling a un universo de sensaciones que se liberan desde la manera de nombrar bebidas y alimentos, de reconocer fragancias, de tocar ciertas superficies con el pie desnudo. El aire surreal se expande de la misma manera en un espacio poblado por rituales y actos que colocan a la vida y a la muerte en otras perspectivas.

Si pudiésemos señalar uno de los elementos que articulan este zigzagueante relato, que sigue el traqueteo de un tren que tiene mucho de un tren de juguete, podríamos elegir a las valijas. Por momentos parecen contar lo que no se sabe de aquel padre, están dispuestas a abrirse para mostrar y revelar, no sin perder su condición de lugar secreto. Esas valijas que también marcan un antes y empiezan a delinear un después.

En el orden de los sonidos en El Viaje a Darjeeling se nos invita a disfrutar las distintas melodías por diferentes intérpretes que una vez más nos llevan a aquellos finales de los 60: "The Kinks", "The Rolling Stones", algunos temas melódicos y clásicos de la cultura oriental. Y son ellas las que van modulando esta historia que parte de un cortometraje, es decir de manera inusual, que nos lleva a seguir de cerca, con prisa, a ese hombre que ahora esta a punto de perder el tren.

El Viaje a Darjeeling nos reserva equívocos, encuentros que, azarosamente, permanecerán en el recuerdo. Como ciertos aromas, como ciertos sabores. Como algunas melodías. Y en este viaje un pequeño camarote, es también, como tantos otros camarotes de un tren soñador, un lugar de sorpresas.

En el film de Wes Anderson también hay un lugar, y no solo como testigo, para cada espectador. Solo hay que atreverse a dejarse llevar. Y recordar también que en sus primeros años ir a una función de cine era lo mas parecido a viajar en tren.

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Los tres personajes principales nos miran entre ausentes y capturados
 
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