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Martes, 18 de mayo de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › IMPECABLE CONCIERTO DEL CICLO DE ALEXANDER PANIZZA EN EL PARQUE DE ESPAñA

Con el espíritu de Beethoven

El notable pianista adoptado por Rosario tocó el sábado, dentro del ciclo de ocho presentaciones que abarcarán las 32 sonatas para piano del genial músico vienés, calificadas a fines del siglo XIX como El Nuevo Testamento.

 Por Marisol Gentile

Nombre del pianista: Alexander Panizza

País de origen: Canadá/Argentina

Fecha de actuación: Sábado 15 de mayo Teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España / AECID.

Calificación: 10


Un espectáculo musical de primer nivel tuvo lugar el pasado sábado en la sala mayor del Centro Cultural Parque de España: se trató del segundo concierto del ciclo integral de las sonatas para piano de Beethoven, que será desarrollado en forma completa y total en encuentros periódicos a lo largo del año, con la particularidad que este integral de la obra magna del genio vienés estará a cargo de un solo y único pianista: Alexander Panizza.

Este ciclo excepcional de las 32 Sonatas para piano de Ludwig van Beethoven escritas entre 1795 y 1822 y calificadas a fines del siglo XIX como "el Nuevo Testamento" se distribuirá a lo largo de ocho conciertos entre abril y noviembre de este año, un acontecimiento inédito en la ciudad, que siempre tendrá lugar en el escenario central del CCPE.

"Desde todo punto de vista -escribe Panizza en las notas que acompañan el programa de los conciertos-, realizar esta obra semental, considerada por algunos musicólogos del siglo XIX como el Nuevo Testamento del repertorio pianístico (refiriéndose a El clave bien temperado "J.S. Bach, 1722" como el Viejo Testamento) excede la planificación y ejecución de ocho recitales de piano. El viejo cliché de que la totalidad es más que la suma de sus partes queda ejemplificado al ver cómo, a través de treinta y dos obras que funcionan como un camino iniciático, se va percibiendo una colosal metaobra, cuya fuerza reside en que no solamente vemos las conclusiones a las cuales arriba este genial compositor, sino que tenemos el privilegio de observar la factura misma de las preguntas que se formula y su lucha para contestarlas".

En este segundo encuentro se escucharon la Sonata op. 7 en Mi bemol mayor y tres sonatas op. 10, piezas que estuvieron magistralmente resueltas por este joven y talentosísimo músico nacido en Canadá, de padres argentinos, que la ciudad adoptó, sin dudas uno de los mejores pianistas del país, que investigó y elaboró su interpretación a partir de una relación con Beethoven que lo acompaña desde su infancia.

Impresionaron a esta cronista el toque acabado, firme, expresivo; la digitación exacta, pulcra; las indicaciones metronómicas y de articulación resueltas hasta el más mínimo detalle; el despliegue de una gama dinámica increíble, que por momentos transformaba al piano en una gran instrumento sinfónico, emulando sonoridades colosales, con fortes compactos, hasta sumirlo en toques tenues y delicados, dando como resultado pianissimos increíbles.

Interpretó con gran solvencia técnica los tradicionales pasajes velocísimos, abordándolos con asombrosa precisión a todos aquellos que Beethoven transformó en tabú.

Importante es hacer notar que el concierto no lo desarrolló de memoria, sino con las partituras sobre el atril del piano. Y esto no es un dato menor, ya que muy probablemente algunos de los melómanos de la audiencia hubiesen esperado tamaño gesto de osadía en un virtuoso como Panizza.

Méritos para haberlo hecho no le faltan, medios para realizarlo tampoco: sencillamente, decidió tocar con partituras por una cuestión ideológica, si se quiere usar un término que pueda definirlo.

"He decidido no prescindir de la partitura sobre el escenario, y esto se debe, en gran medida, a que disiento respecto de la importancia que se suele dar a tocar de memoria. Se trata de una modalidad que no era corriente en tiempos de Beethoven; actualmente, creo que la situación es otra. Y esto no significa que pretenda ser más objetivo o más fiel al no ejecutar las obras de memoria -apuntó al respecto-, pero intento concentrar la atención en el discurso en sí y no en un posible golpe de efecto puramente visual. Coincido con S. Richter, quien sostenía que tocar de memoria, a diferencia de lo que aparenta, muchas veces limita la versión final, ya que no sólo lleva a ejecutar de manera más precavida, sino que la técnica de memorización exige una repetición exagerada de la obra que resulta en una cierta pérdida de frescura. Y esto sin mencionar el tiempo que debe dedicarse simplemente a memorizar, en este caso, más de catorce horas de música muy compleja".

Un aspecto al que Alexander Panizza otorgó especial cuidado fue a la confección de los programas. "Con el objetivo de plasmar la evolución del discurso de una manera fácil de percibir -dijo-, adopté el orden cronológico como principio de organización. Intenté, además, no ubicar en distintos recitales a las sonatas que, según considero, están unidas por algún motivo. Los Opus 2, 10 y 31 funcionan como tres trípticos, al reunir cada uno de ellos tres composiciones estilísticamente contrastantes entre sí. Otras agrupaciones que creo importantes son, por un lado, la sonata Opus 26, las dos del Opus 27 y la Opus 28; por el otro, los Opus 78, 79 y 81. Finalmente, intenté que las ocho sonatas que están compuestas en modo menor estuvieran repartidas entre los programas para equilibrar las tonalidades".

Esta cuidadosa elección fue un ingrediente más a un concierto excelente, a un verdadero lujo para los oídos. Transmitió a una audiencia colmada una sensación de recorrido espiritual y de transformación constante.

La delicada expresividad del solista fue una característica que prevaleció en toda la performance. Los movimientos lentos de las piezas que interpretó, fueron una verdadera delicia: los dedos parecían plumas que acariciaban el teclado. Y los terceros movimientos, tradicionalmente Menuettos, transportaban a la Viena del 1800 e invitaban a danzar.

Sin dudas, una propuesta altamente recomendable, una cita obligada para aquellos rosarinos que gustan de disfrutar de conciertos exquisitos: este ciclo continuará con conciertos en el mes de junio (con las sonatas OP. 14 nº 1, OP. 49 nº 1, OP. 13 "Patética", OP. 14 nº 2 y OP. 22); así como en julio (con las sonatas OP. 26 "Marcha fúnebre", OP. 27 nº 1, OP. 27 nº 2 "Claro de luna" y OP. 28 "Pastoral"). En agosto, Panizza interpretará las sonatas OP. 31 nº 2 "Tempestad", OP. 31 nº 3 "La caza, OP. 31 nº 1 y 53 "Waldstein". Para septiembre, está prevista la interpretación de las sonatas OP. 54, OP. 53 "Appassionata", OP. 78 "A Therése", OP. 79 Y OP. 81a "Los adioses". El programa de octubre incluye las sonatas OP. 90, OP. 101 y OP. 106 "Hammerklavier". Mientras para noviembre se espera que interprete las sonatas OP. 109, OP. 110 y OP. 111.

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Alexander Panizza leyó las partituras en lugar de tocar de memoria, por un concepto interpretativo.
 
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