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Miércoles, 16 de marzo de 2011

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. CUENTOS QUE SOñARON CON TAPAS DE FERROGGIARO

El secreto mejor guardado

Luego de la aparición de El pintor de delirios, premiado en el concurso Ciudad de Rosario como relato de ficción, el autor acaba de publicar un nuevo trabajo
por la editorial Ombú Bonsai, que apostó por estos cuentos que son obras de arte.

 Por Beatriz Vignoli

Lástima decirlo con un lugar común, pero el talento narrativo de Federico Ferroggiaro (Rosario, 1976) es uno de los secretos mejor guardados de esta ciudad. No publicaba un libro desde 2008, en que obtuvo el segundo premio en la categoría Relato de ficción del concurso literario Ciudad de Rosario de ese año por su libro de cuentos El pintor de delirios (EMR, 2008), de sorprendente madurez, cuyo estilo deliberadamente anacrónico evocaba al de Arlt y otros autores de los años 30. Sí publicó cuentos en una amplia gama de sitios web literarios, trabajó y trabaja en dos universidades, crió a sus dos hijos y profundizó su amistad con Nicolás Manzi (Venado Tuerto, 1978). La sinergia resultante de esta amistad dio como fruto un segundo libro: Cuentos que soñaron con tapas (Ombú Bonsai, 2011, Rosario, 90 páginas).

Para la época de la publicación de aquel primer libro, Manzi recién llegaba de una estadía en Barcelona y estaba experimentando con las posibilidades de la encuadernación artesanal. Antes había vivido en Florencia, Italia, y se había maravillado ante la técnica florentina del marmolado. Formado, al igual que Ferroggiaro, en la Escuela de Letras de la UNR, Manzi tiene una vocación de editor tan intensa como es en otros la de ser autor. Es corrector en la editorial de la UNR y fundó con unos amigos el proyecto Ombú Bonsai, con el que se autoeditó un puñado de limericks criollos en edición artesanal de bolsillo, menos por ego de autor que por el gusto de encuadernarlos y probar suerte con la venta. El equipo integrado por él, Rodrigo Castillo y Rafael Carlucci apostó a más, y el 7 de abril Ombú Bonsai presenta, en el Bar Cívico de Rosario, el libro de Ferroggiaro.

Materialmente hablando, Cuentos que soñaron con tapas se trata de tapas que soñaron con cuentos. Son tapas duras, de cartón, con el lomo forrado en lienzo, las cubiertas en papel marmolado, portadillas teñidas y sobrecubierta de papel vegetal. Da placer sensible tenerlos en la mano, y la exquisitez del trabajo es evidente. Las 90 páginas, realizadas con impresión láser, en buen papel, están cosidas a mano, y cada detalle está pegado también artesanalmente. Manzi se ríe de los que le dicen que es un artista. Cuenta que Ombú Bonsai hace 30, se los da al autor, que los vende reparte el dinero con el editor, que lo invierte en hacer 50 ó 60 libros más para la presentación; se venden y el resto de los libros se van haciendo a pedido.

En un género hoy dividido entre el ejercicio de taller y la crónica autobiográfica, Ferroggiaro supera esa dicotomía para lograr cuentos que son obras de arte. Reelabora el material obtenido de experiencias propias o ajenas a través de una arquitectura ficcional que opera como dispositivo de construcción de un relato eficaz. Si bien los apuntes bien reales tomados del natural le proveen la contundente carnadura de sus cuentos, éstos funcionan gracias a una dinámica narrativa que Ferroggiaro obtiene del realismo. Su relativa fidelidad a lo vivido u oído aporta un verosímil indudable y una sensación de autenticidad poco común en el género cuento. Su afinado oficio le permite además jugar con distintos tonos, registros, estilos y obsesiones. Se reitera desde el comienzo un motivo predilecto de Ferroggiaro: el de la mujer fatal, que lleva a la ruina a su complemento perfecto, el varón entregado a su pasión y a su destino trágico.

Cada cuento de esta serie ensaya una diferente vuelta de tuerca absurda o fantástica al final. No hay rencor en el tono del narrador sino asombro, algo de humor, mucho (y genuino) goce y un ético sentido de responsabilidad compartida ante el desastre. A esta serie pertenecen "La cómoda, una excelente compra", un relato tan ágil y lleno de acción que daría para adaptarlo al cine; "La mujer eterna" y "Luz". Se destaca como lo mejor del libro el apasionadísimo, confesional y realista "Recuerdos del que no soy", que suena como escrito de un tirón al pulso del autorreproche. "Y algo de eso hay", reconoce el autor, si bien advierte que el relato sólo es autobiográfico hasta la mitad. Ferroggiaro usa allí un recurso que a veces se ve en poesía lírica, el de la segunda persona que es en realidad una primera, sólo que aquí el protagonista se desdobla en un antihéroe y su daimon, que narra y acusa (es como si a la novela El club de la pelea, de Chuck Palahniuk, la contara Tyler Durden).

La escena de los cuentos de Ferroggiaro siempre es la del agón, la del conflicto. Sus personajes entablan apuestas, se desafían, se enzarzan en esos lazos que Jean Baudrillard llamaba las estrategias fatales. "No entres por el sesgo" (el favorito de Manzi) es una pequeña aunque algo predecible tragedia de hubris en clave hípica, narrada en estilo indirecto libre. Su lenguaje es seco y conciso, más coloquial. El libro se cierra con una fantasía sobre las crónicas de la conquista de América, "El plagio".

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Nicolás Manzi, uno de los responsables de Ombú Bonsai, junto a Federico Ferroggiaro.
Imagen: Alberto Gentilcore.
 
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