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Miércoles, 9 de mayo de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. ESTE VIERNES BEATRIZ VIGNOLI PRESENTA SUS TEXTOS

Molinari baila en Berlín

Sumando una nueva obra a su catálogo de libros artesanales de alta gama, El ombú bonsai editó los textos publicados en 1998 en las contratapas de Rosario/12. El resultado es una nouvelle flexible, poética y con un impecable manejo del tiempo.

 Por Aimé Peira

En 1998, en unas ficciones publicadas semanalmente en Rosario/12, Beatriz Vignoli (actual crítica de arte y literatura de la sección Cultura) rescató el género del folletín. Aparecía así por primera vez, en las contratapas de este diario, Jay Rainbow, narrador y personaje nacido en un pueblo ficticio perdido en Texas, radicado en Nueva York como crítico de arte de un diario y a su vez recién llegado a Atopia (la ciudad donde comienza la novela de Vignoli y que casualmente se parece a Rosario). Sumando una nueva obra a su catálogo de libros artesanales de alta gama, en 2011 El ombú bonsai editó esas páginas como novela breve (o nouvelle) bajo el nombre de Molinari baila, trabajo que este viernes a las 22 será presentado en el bar Berlín (Pasaje Zavala 1128), con la música en vivo de RastaURSS (tributo a AfroRusia), baile retro con hits de los '80 y entrada libre.

Como en todas las ediciones de esta editorial especializada en literatura contemporánea local, cada ejemplar de Molinari baila es una pieza única y numerada. "Es un objeto aurático", afirma Vignoli en relación al concepto de Benjamin.

En la novela, la narración de Jay Rainbow se despliega como el monólogo de una conciencia autorreferente. Enuncia constantemente el verbo copulativo "ser", anhelando la transitividad del mismo para poder serle a otro, y construyéndose en su enunciación.

Entre pinceladas de poesía desbordante y la evocación de la trágica historia de una abuela judía, Rainbow cruza la pampa. Ese pedazo de tierra que le recuerda a Texas y que él ve tan repleto de nada ("Las vacas de la pampa son védicas: ilustran la no acción") va llenándose de voces.

La voz del solipsismo inunda la pampa de Rainbow sin dejarla agotarse: "Cuando viajo solo, soy mi propia droga. El viaje me condena a no poder olvidarme de mí mismo". Allí, según explica personalmente Vignoli, "el narrador parafrasea a Walter Benjamin en su ensayo 'Haschisch': 'Esa droga terrible, nosotros mismos, que tomamos en la soledad'".

La lectura se renueva con la irrupción del otro Rainbow, el de su autobiografía mental, que trae la historia del racismo europeo y norteamericano de la mano de Hannah, la abuela judía que había conocido a Kafka, a Kandinsky y a "la triple K". "Concretamente esto último remite al Ku Klux Klan, pero lo nombra mediante un guiño argentino, uno entre muchos de los que atraviesan de contrabando las fronteras creadas por la ficticia inocencia extranjera de Rainbow ante el castellano", detalla Vignoli.

Molinari baila se divide en veintidós breves capítulos que, aislados, pierden su potencia ("Habrá saltado en pedazos toda posibilidad de que algo signifique. Será la catástrofe, será el Exilio total. Quedarán los fragmentos del mundo boyando en el vacío"), aunque no dejan de mantener en sí mismos características especiales. Como las canciones de un disco conceptual.

La de Beatriz Vignoli es una novela tan flexible que, como el método de Rayuela pero sin hacer apología de él, permite el juego de la reconstrucción. La plasticidad de su formato se debe en gran parte al impecable manejo del tiempo, que somete al lector a una interesante experiencia, pero también al método de escritura. Al respecto, la autora afirma: "La novela está escrita con un método cabalístico, donde los signos remiten al ser pero no como si fueran signos contingentes; es la novela que sería posible escribir si los signos del lenguaje fueran necesarios, no pudieran no ser, si fueran una parte esencial de la creación divina de un mundo también necesario, producto de un plan donde absolutamente todo tiene sentido".

¿Y Molinari? En un trabajo donde la autora se propuso, también, seguir el método de Hemingway, a Molinari habrá que buscarlo debajo del iceberg.

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Beatriz Vignoli es crítica de arte y literatura de la sección Cultura de este diario.
Imagen: Alberto Gentilcore.
 
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