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Martes, 11 de diciembre de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. DIBUJOS YA PUEDE ADQUIRIRSE EN LAS LIBRERíAS

El ovillo de la línea

Una selección de dibujos de los artistas rosarinos Clelia Barroso, Rubén Echagüe, Rodolfo Elizalde, Emilio Ghilioni, Hover Madrid y Rosa María Ravera, cada cual con una extensa trayectoria y un mundo personal, forma hoy un libro.

 Por Beatriz Vignoli

Una selección de dibujos de cinco artistas rosarinos, cada cual con una extensa trayectoria y un mundo personal, forma hoy un libro, que puede conseguirse en librerías de la ciudad. Dibujos fue presentado el 2 de noviembre en el túnel del Cad, el Centro de arquitectura y diseño del Colegio de Arquitectos (Córdoba 954, Pasaje PAM subsuelo), junto con una muestra de los dibujos originales que estuvo exhibida hasta ayer.

El libro es un lujo amable, que despliega el contrapunto de las obras a la par de la versión gráfica de una amigable charla. En un formato amplio, tipo mesa de café, se lucen con lujo de detalles los dibujos a lápiz de Clelia Barroso, las tintas de Rubén Echagüe, Rodolfo Elizalde y Emilio Ghilioni y los grafitos de Hover Madrid. Junto a un análisis crítico preliminar de cada uno por Rosa María Ravera (presidente de la Asociación Argentina de Estética y Miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes), cada artista narra brevemente su propia poética. El lenguaje de todos los textos (el de Ravera incluido) es accesible. Una mesa de café (en el bar La Fávrika) es precisamente el lugar donde se reúnen los seis para una fotografía de Marcelo Yuvone. Diseñó la publicación el estudio Madrid&Zorzoli.

"Barroca", empieza diciendo Ravera sobre la obra de Barroso, de quien se reproducen unos bellos y sugestivos grafitos de los años 80 que la crítica ubica en el barroco latinoamericano crítico. En un espacio onírico, afín en parte al del realismo mágico y en parte al del surrealismo y la pintura metafísica, Barroso sitúa figuras del barroco tardío francés o de un romanticismo crepuscular.

No sólo la figura en el interior, sino el bodegón y las flores son géneros que Barroso reescribe como fantasía moderna. Damas encorsetadas contemplando el ocaso o volando en un columpio como de gobelino, se mezclan con pájaros que crean un clima inquietante al multiplicarse en espacios arquitectónicos familiares vueltos extraños por rupturas en la perspectiva central. La riqueza de detalles es algo sobre lo que el formato libro permite volver una y otra vez, como al releer un cuento.

"El ovillo de la línea rueda desde una mesita/ cándidamente victoriana", escribe Echagüe en un poema. En las tintas, Echagüe hace de sus formas fantásticas un alfabeto visual para composiciones disparatadas en el espíritu lúdico de sus collages; Elizalde retrata un jardín doméstico de plantas exuberantes con certeras pinceladas casi zen y Ghilioni retoma en sus minuciosos estudios de objetos a plumín la faceta más constructivista del maestro de ambos, Juan Grela.

"En el dibujo se puede pensar la utopía", concluye Hover Madrid, el único dibujante neto del quinteto (los demás son también conocidos por su obra en otros medios, como pintura, collage o grabado), virtuoso del grafito que pone su saber del oficio al servicio de la denuncia social de las condiciones de los oprimidos o excluidos del sistema. Cada dibujo de Madrid es como un ensayo político visual donde la representación, ágil y naturalista, del cuerpo del obrero o del mendigo y de sus máquinas o desechos se complementa con grafismos que ayudan a hacer visibles ciertas ocultas relaciones de producción.

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Madrid, Elizalde, Barroso, Ghilioni, Echagüe y Ravera, fotografiados por Marcelo Yuvone
 
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