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Miércoles, 7 de enero de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › BALANCES 2014. POESíA, NARRATIVA, CRíTICA Y EDITORIALES

Un año que transcurrió con pocos libros, pero buenos

Las publicaciones de obras de Elvio Gandolfo, Osvaldo Aguirre, Martín Prieto, Beatriz Vallejos, Vicky Lovell, Malena Cirasa, María Lanese, Antonia Taleti y Sonia Scarabelli figuran entre lo más destacado de la actividad literaria.

 Por Beatriz Vignoli

El 2014 empezó con dos adioses: el Vasco y Gary. Enero se llevó al poeta pergaminense Reynaldo Uribe (el 12, hace ya casi un año) y una semana después, al poeta y periodista Alberto Carlos Vila Ortiz. Dos voces que dejaron un silencio profundo. No pudo arrancar peor.

Siguió con un premio: A dónde van los caballos cuando mueren, la novela sobre la guerra del Paraguay que escribió Marcelo Britos (Rosario, 1970), obtuvo el primer premio del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz que organizan la Secretaría de Educación y el Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal del Gobierno del Estado de México. Todo un orgullo para la ciudad.

Abril trajo una resurrección. El sello local Iván Rosado reeditó el primer libro de Beatriz Vallejos (1922 2007), Alborada del canto, que había quedado afuera de su poesía reunida en 2012 por la EMR. Abril trajo también una nueva edición de la Semana de la Lectura. Y 2014 trajo otra muerte: la del injustamente olvidado Jorge Barquero, autor de La ley de la memoria y De sabihondos y suicidas, y quien fuera apodado hace diez años "la revelación del policial argentino".

Hasta mediados de mayo, el Ministerio de Innovación y Cultura se lució en el Encuentro Federal de la Palabra, en Tecnópolis (Partido de Vicente López, Provincia de Buenos Aires) con un fotogénico stand, lúdico y multidisciplinario, titulado El porvenir de las palabras. Después estuvo firme y presente en la Feria del Libro de Buenos Aires.

Tras la avalancha editorial del 2013, que arrastró su resaca de reseñas atrasadas hasta juntarlas con las hojas secas del otoño, 2014 dio poco pero muy bueno. En poesía, cabe destacar de entre lo mejor de la cosecha los libros de cinco autoras rosarinas: Los Noctiluca (Papeles del Boulevard), de Victoria Lovell; Estrago en la luz, de Malena Cirasa (una edición de autor con los poemas sueltos en una caja artesanal); Ancora, de María Lanese; Cómplice en la mirada, de Antonia Taleti, y El arte de silbar, de Sonia Scarabelli. Los dos primeros se publicaron en Rosario y los tres últimos se editaron en Buenos Aires, por Huesos de Jibia, El Mono Armado y Bajo la Luna, respectivamente. Son obras de una poesía lírica con instancias de intimismo, modernismo y metáfora; sostenida musicalidad, lenguaje cuidado, gran margen de misterio en los temas y una perceptible emotividad en la voz, todo lo cual hace de esta poesía una gran poesía y la aleja un poco (salvo en el caso de Scarabelli, la más llana y directa) del estilo dominante.

El año de Stevenson

¿Y cuál es ese otro estilo dominante? Respuesta: el realismo. Un realismo que en 2014 dio en poesía tres frutos dorados, valga la exagerada alegoría casi literal: o cómo definir si no el color que irradia desde el pecho amarillo del zorzal pintado por Maxi Masuelli en la tapa de El campo, de Osvaldo Aguirre, libro de la editorial Iván Rosado que reúne los tres primeros poemarios del poeta y periodista nacido en 1964: Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994) y El General (2000). El último había sido publicado en el sello marplatense Melusina y los dos primeros en Libros de Tierra Firme, lo mismo que los tres primeros libros de Martín Prieto que el sello Vox de Bahía Blanca reeditó, junto al poemario inédito que da título al libro y entre tapas de cartulina oro, en Natural.

En resumen, dos representantes de la generación intermedia en poesía y crítica literaria alcanzaron la edad y el reconocimiento nacional suficientes para reunir su obra, además de producir también logros en el rubro crítica, como se verá.

Pero si hay que señalar en poesía un libro del año, este es El año de Stevenson, de Elvio Gandolfo. Una apuesta fuerte del sello local Iván Rosado por poemas nuevos de quien fuera coeditor, en los años sesenta, de la revista El Lagrimal Trifurca; y un retorno de Gandolfo a Rosario con una lectura memorable en el Festival de Poesía.

En crítica literaria, cabe destacar María Teresa Gramuglio. La exigencia crítica. Quince ensayos y una entrevista, la compilación de ensayos de diversos autores sobre María Teresa Gramuglio que Prieto editó junto a Judith Podlubne por Beatriz Viterbo y la Universidad Nacional de Rosario. La tradición de los marginales, de Osvaldo Aguirre, fue presentado junto a otro libro de ensayos críticos: Mesa de novedades, de Diego Colomba, quien publicó el poemario Desaire. Con poco más de 40 años, Colomba se afianza como poeta realista y crítico local. El canon realista en poesía tiene dos generaciones más jóvenes, y la novísima está ampliamente representada en la antología 1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI, publicada este año por la Editorial Municipal de Rosario, que invitó a leer al Festival Internacional de Poesía a muchos de sus autores.

Julia Enríquez (con editorial propia: Danke) y Bernardo Orge (con taller literario propio en la EMR), ambos premiados y publicados en el concurso Felipe Aldana, se perfilaron como los poetas jóvenes más representativos del realismo.

La EMR siguió acrecentando con valiosos títulos su Colección Naranja de crónica literaria. Y en su Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto premió la novela corta Las amigas, de la dramaturga Tania Scaglione, y en la nueva categoría juvenil a dos novelas breves: Milton, del rosarino Manuel Díaz, y Prisión Brooke, de Sofía Gorini. Son dos obras que se publicarán este año y que introducen líneas de fuga hacia la distopía totalitaria (en Gorini) y el punto de vista subjetivo (en Díaz). Cabe esperar que las nuevas generaciones logren salir de "la gris pensión realista", como la bautizó Emiliano Bustos.

Algunas de estas líneas de fuga se abren en dos de las crónicas de la Colección Naranja de la EMR. En Las hamacas de Firmat, Ivana Romero regresa por un día a su ciudad natal para investigar un fenómeno paranormal. Es una crónica, pero podría ser un cuento fantástico rico en lirismo y nostalgia. En La internacional entrerriana Agustín Alzari se zambulle en una biblioteca polvorienta de Gualeguay (provincia de Entre Ríos) para investigar la persecución sufrida como militante comunista por el poeta Juan L. Ortiz y dos de sus colegas. Lo que creíamos que era un retiro bucólico en el paisaje resultó ser un exilio interno. Y está narrado como un cuento policial.

En forma independiente, pero en el espíritu de la Colección Naranja de la EMR, Alzari también compuso con Matías Piccolo, Ernesto Inouye y Bernardo Orge un libro de crónicas ilustradas: 40 esquinas de Rosario. El libro es un cautivante objeto lúdico pero los textos (de un objetivismo literario llevado a la autoparodia) anuncian que, nos guste o no, en la región hay canon literario realista para rato.

Las independientes y sus mascotas

Dos editoriales independientes cerraron sus respectivos ciclos (iniciados apenas en 2010) con sendos cantos de cisne. Optimizando su calidad artesanal, Erizo editora publicó y agotó Los teleféricos, excelente libro de relatos breves por Francisco Sanguineti, mientras que El Ombú Bonsai apostó fuerte a una trilogía de dramaturgia en su nueva colección Tramoya; después, se esfumaron entre las bambalinas. Nacieron en cambio dos editoriales institucionales nuevas de la UNR, mientras Río Ancho Ediciones siguió publicando sus propios premios.

Como se anticipó un año atrás en estas páginas, pisó fuerte y protagonizó el año una editorial independiente más nueva. Baltasara Editora no sólo publicó un vasto y diverso catálogo, donde hay que destacar la dramaturgia contemporánea reunida de Patricia Suárez y los testimonios sobre desaparecidos reunidos en Memoria en la fragua, por Gilda Bona; sino también que logró (por prepotencia de trabajo, dijera Arlt) distribuir en librerías, tanto de Rosario como de Buenos Aires, Santa Fe y otras ciudades del país.

Paralelamente, la embestida burocrática municipal contra los espacios culturales alternativos se cobró como víctima a la madre de todas las ferias y presentaciones de libros: Bienvenida Casandra. Un triste adiós con el que se cerró el año que pasó.

Fue un año de tiernos libros sobre mascotas, o supuestamente escritos por ellas. Un corpus de solo tres obras, con el nombre del animalito en el título, como corresponde al buen héroe dieciochesco: Zara se fue, de Bernardo Conde de Narváez Elía, afectuoso testimonio desconsolado escrito en memoria de su perra Zara; El libro de cuentos de Corazón, de Agustín González (ediciones Danke), quien lo atribuye a su gata Corazón; y Wachi book, de Cristian Molina (Baltasara Editora), diario íntimo de una familia constituida por una pareja de hombres y por Wachiturro, el palomo pichón adoptado como hijo por uno de ellos.

Sociabilidades hilvanadas en literatura

Se destacó por su calidad un ciclo de conversaciones y lecturas, Historias de poetas argentinos, coordinado por el escritor casildense Yamil Dora, en el Teatro Dante de Casilda: un mano a mano con figuras de la poesía como Diana Bellessi, el Tata Cedrón o Jorge Isaías.

En cuanto a los numerosos talleres, hay que resaltar la función social de integración que cumple el espacio cultural El Puente del Hospital Roque Sáenz Peña, de donde salió este año un libro de poesía: Un nuevo sueño, de "Rodrigo Verdi, el Poeta del Puente" (seudónimo de Eduardo Aguilera). Produjo una publicación antológica con textos de escritores sin distinción de estructuras psíquicas el taller literario de la Colonia Psiquiátrica Oliveros, que coordina Hernán Camoletto, quien narró su experiencia en la II Jornada de Literatura y Salud Mental organizada por la concurrencia de Psiquiatría del SAMEC. Y marcan una continuidad con su valioso pasado los talleres de la Biblioteca Vigil, uno de los cuales publicó una breve antología con cuentos y poemas de sus participantes, cosida a máquina con hilo rojo.

Hizo estallar las redes sociales el fenómeno Manuel Quaranta. De posteador compulsivo en Facebook a Escritor Distinguido de la Ciudad, Quaranta recorrió un camino de fama instantánea que incluyó dictar un multitudinario taller de posts en Facebook o colaborar en medios gráficos como éste, o electrónicos como Bazar Americano. No hubo día del año en que su firma no apareciera en algún lugar, real o virtual.

Los deudos de Fabricio Simeoni continuaron con sus batallas por inscribir su nombre en el espacio urbano; ganado ya el nombre de la cortada, hubo que defender las pintadas. Además se incluyeron poemas suyos, hasta entonces inéditos, en Abat jour (Gato grillé ediciones), una nueva antología de la misma horda de poetas rosarinos que vienen (valga el neologismo) autoantologándose cooperativamente desde 2002.

La escritura y la vida

Por alguna razón, la escritura autobiógrafica estuvo al tope de los publicado y leído en casi todos los géneros (poesía, narrativa y crónica), con relatos en primera persona del singular tan desquiciados como desbordantes, muy habilitadores de la identificación del lector. Véase la saga "Maternidad intratable", de Luisina Bourband, publicada este año en la sección Contratapa de Rosario/12. Una advertencia: puede resultar adictiva. Y un detalle enaltecedor: la III (la mejor) coincidió con una medida de fuerza de quite de firmas por parte de los redactores del diario. Sumándose como colaboradora solidaria con los trabajadores, pero fiel a su estilo y haciendo de la no firma una parte más de su arte, Bourband firmó: "Si no escribo me enloquezco".

Y 2014 vio salir a al calle la biografía del Negro Fontanarrosa escrita por Horacio Vargas, editada por Homo Sapiens. Producto de una investigación periodística a fondo, el libro ilustrado de casi trescientas páginas contiene testimonios de amigos y familiares, fotos y cartas inéditas, dibujos y algunas de las últimas charlas del "negro" (así se lo nombra en el libro, como firmaba, con ene minúscula). En una entrevista al respecto, Vargas destacó el oficio periodístico de su biografiado, capaz de poner en juego la mirada y el oído para lograr una imagen memorable, o de escribir un cuento a partir de una anécdota oída en un bar. Y escribe Vargas, narrando el funeral del escritor: "Se acerca una piba y lanza una camiseta de Central al fondo de la tumba". Y le cuadra su propia definición.

Tareas pendientes para el 2015: una antología de contratapas; la antología de los 30 cuentos de Fontanarrosa que según Elvio Gandolfo posicionarían a su autor en el canon literario; definir el destino del archivo del Negro Fontanarrosa; publicar el libro de Marcelo Britos que fue premiado en México; que los escritores de esta provincia podamos de una buena vez vivir de la literatura, para lo cual se necesitarían más y mejores editoriales, más libreros comprometidos con la producción local. Los lectores se acercan y no dejarán de hacerlo. Una deuda pendiente ya se está cumpliendo: se escriben más ensayos de crítica literaria sobre la producción local, y al respecto vale como ejemplo el ya mencionado Mesa de novedades. Podrían escribirse más.

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Elvio Gandolfo ofreció una memorable lectura en el Festival de Poesía y además publicó el mejor libro de poesía del año
Imagen: Sebastián Granata
 
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