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Jueves, 11 de junio de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › FUNCIóN APERTURA DE LA MUESTRA DE DOCUMENTAL DE CREACIóN

Cómo filmar la vida misma

En "Hachazos", Andrés Di Tella recupera la obra del cineasta experimental Claudio Caldini. Diálogos surcados por silencios, amistades, la dictadura, y el cine como manera de vivir. Una oportunidad para repensar el cine documental.

 Por Leandro Arteaga

Hoy comienza la 2ª Muestra de Documental de Creación en El Cairo, con una selección de películas y paneles que harán de cada encuentro la mejor oportunidad para ver y repensar esa categoría dilemática que el cine documental significa.

Como muestra de esta problemática que sólo puede enunciar aquel cine que la asume como puesta en escena , un gran ejemplo es la película con la que la muestra elige iniciar su andadura (hoy a las 18). Se trata de Hachazos, film con el que Andrés Di Tella recupera la figura y obra del cineasta experimental Claudio Caldini.

Caldini, en todo caso, es el nombre que cifra el de tantos otros, olvidados o silenciados por la misma historia del cine, tal como expone Hachazos. Cine experimental que es, también, otro rótulo tranquilizador, que dice pero a su vez esconde sobre lo muy distinto que el cine puede ser, a diferencia, las más de las veces, de lo ofrecido por la exhibición comercial.

Ahora bien, Caldini es también el director de cine de historia compleja, ensimismada, críptica. Di Tella indaga allí, con él, desde la pregunta, pero sobre todo a partir de los silencios. Porque son éstos los que Caldini elige y el realizador de Hachazos privilegia. Cuando éstos aparecen, hay una incomodidad que podría tener que ver tanto con la porfía del entrevistado o, más aún, con la imposibilidad de trasladar en palabras lo que le pasó: "Con el cine decimos lo que las imágenes no pueden".

Caldini vivió el exilio en la India, también sufrió la pérdida del cineasta amigo, Tomás Sinovcic. Allí radica la imposibilidad personal de resolver aquella amistad con la adhesión a la lucha armada, proceder que el cineasta nunca compartió. A su vez, confiesa el cineasta, él no es alguien que sepa contar historias. Y esa sola sinceridad es prueba estética suficiente con la que interpelar esa historia cinematográfica oficial que olvida mucho, incapaz de decir lo demasiado que el cine siempre es.

Como marca autoral de Di Tella (La televisión y yo, Fotografías), la autobiografía forma también parte inherente de lo que aquí se relata; o mejor dicho, Di Tella es cine en primera persona, por eso sus habituales voz y aparecer en cuadro. Pero también es él quien desde el fuera de campo tiraba tierra sobre el cuerpo semidesnudo de Marta Minujín en Autogeografía, corto de 1976 en donde la artista se dejaba enterrar viva, mientras muchos otros sufrían lo mismo a partir del proceder militar, apunta la voz en off de Di Tella.

Los momentos memorables de Hachazos son muchos. Entre ellos: la sábana pantalla que Caldini tiende para sus películas en Súper 8; la oscuridad como intimidad desde la que preguntar y responder; la proyección a tres pantallas del final; pero sobre todo las varias oportunidades donde entrevistador y entrevistado discuten las posibilidades narrativas que proseguir: en última instancia, el hecho inesperado vuelto parte central de este film, en donde las categorías se desvanecen porque de lo que se trata, justamente, es de cine.

El misterio, parte esencial para toda buena historia, suele estar escondido en una valija. Este MacGuffin, que Di Tella dibuja en su storyboard, es la valija real de Caldini, encargada de custodiar los rollitos en Súper 8, y con ellos la memoria de aquél que siempre supo que en el acto de filmar lo que se jugaba era la propia vida.

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Caldini y su cámara Súper 8 en pleno rodaje.
 
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