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Miércoles, 11 de marzo de 2009

CONTRATAPA

Del crepúsculo al amanecer

 Por Pablo Ernesto Suárez

Vampiros I. El título tiene, efectivamente, una trampa. No nos referiremos a la película de Rodríguez y Tarantino, sino a las dos novelas que señalan el principio y el fin (?) de la saga de Stephanie Meyer (entre estas dos novelas se ubican Luna nueva y Eclipse). Algo tienen en común: los vampiros. Mientras que la película termina siendo una sátira sobre el género vampírico, la novela Crepúsculo se ofrece como una novela romántica para adolescentes, con temática vampiresca. En ella, una adolescente de 18 años se enamora de uno de estos seres. La parejita se ve envuelta en el torbellino sentimental que los hace dudar si deben consumar o no ese amor: consumarlo sería que el amigo Edward le clave de una vez los colmillos a Bella (la heroína) y la convierta en uno de los suyos, logrando la vida eterna, y muchos etcéteras. Llama la atención que los adolescentes, siempre ávidos de novedades (como debe ser) terminen adoptando como suya, una temática tan añeja como la de los vampiros. Pero no pretendo ir contra los adolescentes (¡prefiero enfrentar a los vampiros!), sino reflexionar acerca del poder del "mass﷓media" en la sociedad la argentina.

Vampiros II. La primera mención a la obra de Meyer fue de boca de mi hija cuando pidió Crepúsculo. Luego, fui sabiendo que la mayoría de sus compañeras de escuela la había leído. Sorpresa. Inclusive las que no tienen el hábito de leer. Gran sorpresa. Luego, la bola creció y nos fuimos enterando de todo lo que venía detrás del libro: los otros tres libros, la(s) película(s), grupos de fans, blogs, flogs, y otras instancias monosilábicas. Sorpresa positiva, ya que pertenezco al grupo de gente que todavía considera a la lectura como una práctica creativa y enriquecedora intelectualmente. Un nutricio momento de soledad en que el adolescente hace mucho más que conectarse con ese relato. En ese sentido, como antes fue Harry Potter, bienvenida Crepúsculo (no soy critico literario para opinar sobre sus virtudes). Es decir: no es cierto que los adolescentes no leen. Quizás sí. Pero (siempre) hay un contexto... Y allí surgen ciertas preguntas: cuál es el poder real de las estrategias de marketing y comunicación que por un lado instalan una cultura de la supremacía de la imagen (Fotolog, Facebook, toda la TV, etc.), del escribir mal por puro gusto (sms, Chat, etc.), del ser ignorante con jactancia de ello (¿tengo que poner ejemplos?) y cuando se lo propone, inocular la lectura voraz de cuatro (en el caso que hoy nos ocupa) grandes libros de 600 páginas en jóvenes que no se vinculaban amigablemente con los libros. ¿Qué tipo de sujeto﷓adolescente estamos formando los padres? Son demasiado vulnerables a esas estrategias de venta, que ya no sólo imponen prendas, peinados y bailes, sino que ahora demostraron que si quieren, hasta pueden hacerlos leer. Tienen una gran capacidad de entrada directa al "núcleo duro" de las elecciones de nuestros hijos. Si hacen leer a los biblo﷓fóbicos, ¿qué más podrán lograr? Lograrán Estado y sociedad civil a través de sus instituciones desarrollar estrategias tan eficaces como esas para incentivar la lectura? Quienes promovemos la lectura, ¿Seremos capaces de montarnos en la adhesión al best﷓seller del día para promover una actitud lectora que no está vinculada a un producto? La idea es convertir a ese joven (que lee sólo para estar a tono con su grupo) en una persona no﷓refractaria a la lectura (que es la tendencia que predomina y no sólo en los jóvenes, eso es obvio)

Alguna vez alguien creyó ingenuamente en que los ciudadanos eran "libres" de elegir sus consumos (incluso los culturales) y decidían ellos por sí mismos, ya que tenían la capacidad individual de sobreponerse a cualquier tipo de estrategia digitada desde el afuera del sujeto: "leo lo que quiero, veo el programa que quiero y me visto como quiero". No todos. Desde arriba se producen pautas de consumo de las cuales es muy difícil sustraerse. Ahí están los adolescentes lectores para demostrarlo; o los treintañeros con su novedosa pasión por las series. Un caso curioso: la mayoría de ellos se ha "enganchado" con una serie (Lost, Dr. House, Dexter, etc.) Lo curioso: no se "engancharon" a medida que las iban viendo, sino que ante una recomendación, se procuran los capítulos viejos y se someten compulsivamente a verlos (en largas sesiones de varios capítulos) hasta ponerse al día con las entregas actuales. ¿Amanece? ¿Entonces es bueno consumir literatura? Sí. Pero no es tan bueno solamente vincularse con la literatura como un objeto de consumo. Sería positivo que este primer acercamiento al libro, a partir de una moda o un producto "impuesto" desde el aparato publicitario, sirva como disparador de una actividad liberadora y creativa como puede llegar a ser la lectura. Hay que dejar solos a los adolescentes, para que lean. Y luego, estar con ellos. No sea cosa que después le terminemos echando la culpa a los vampiros.

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