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Domingo, 21 de junio de 2009

CONTRATAPA

Esa sensación de destierro inevitable

 Por Gary Vila Ortiz

Hacia 1937 Malcolm Lowry, por ese entonces en México, escribió un cuento con el mismo título de su obra más conocida, "Bajo el volcán". Lowry había empezado a escribir esa novela un año antes, en 1936, también en México, y seguiría trabajando en ella hasta 1944. La novela sería publicada en New York en 1947. El cuento mencionado se encuentra con modificaciones en el capítulo ocho. Por ejemplo, en el relato se habla de los anuncios de "Las manos de Orlac", con Peter Lorre. En la novela, en cambio, se sacan el nombre de Lorre y la parte en la que, posteriormente, intentan recordar su trabajo en "M". En cuanto a "Las manos de Orlac" hemos anotado, por aquellos días en los que leímos el pequeño libro de Lowry por primera vez, que debía tratarse de una versión que Karl Freund realizó con el título de "Mad Love". En la introducción al cuento, realizada por Juan García Ponce, prolífico autor mexicano nacido en 1932, éste afirma que en "Bajo el volcán" casi todos los personajes "comunican con dolorosa intensidad esa sensación de destierro inevitable, de viaje sin fin, que tan unida está a la concepción del mundo de Lowry" y agrega (y creemos que es así) que la lectura de su obra es tan dolorosa como apasionante. Es de esa misma introducción que hemos subrayado una cita de Emerson: "Muy pronto, el lugar de las novelas será ocupado por diarios y autobiografías, libros cautivadores con tal que el hombre sepa escoger, entre lo que llama sus experiencias, lo que sea realmente su experiencia, y sepa también consignar la verdad con toda veracidad". A esa cita hemos agregado, o mejor dicho agregamos en el lejano tiempo de nuestra primera lectura, algo escrito por Roger Stéphane: "Aunque la obra de un autor no guarde relación con su vida íntima, en cambio está ligada a la manera que esta vida es sufrida o aceptada por él".

Lowry es ante todo un alcohólico compulsivo, sus amores son conflictivos, olvida una valija con manuscritos, sus viajes van en busca de ese algo que por un lado logró y que por otro no quiso encontrar. Su muerte temprana (no había cumplido cincuenta años) no le impidió la escritura de por lo menos una obra maestra, y de otras para nada desdeñables. Hay quienes lo califican de genio (pensamos que con razón) y lo hacen de acuerdo a la definición que de genio da el Oxford English Dictionary: "...ese poder intelectual innato de tipo exaltado; capacidad extraordinaria para la creación imaginativa, el pensamiento original, la invención o el descubrimiento...". Nos gustaría agregar que ciertos genios no tienen justamente una vida que pueda llamarse "normal", que no llegan nunca a ese estado de "madurez" que es sobre todo un estado de mediocridad que cierto tipo de grupos sociales aceptan con tanta complacencia. Los conformistas no hacen peligrar ningún andamiaje. También el genio paga el precio por serlo.

La muerte "accidental" de Lowry tiene el sabor de la tragedia. Murió, según el examen médico, por un agudo envenenamiento barbitúrico asociado con un estado de alcoholismo crónico considerado incurable. Y suponemos que eligió el lugar para morir, consciente o inconscientemente: La aldea británica de Ripe, cuya iglesia es de principios del siglo XIII. Allí está enterrado, bajo una pequeña lápida casi siempre cubierta por la hierba, con una inscripción que dice "Malcolm Lowry, 1909 1957". El mismo había escrito su epitafio, que no fue puesto: "Malcolm Lowry / Un paria del Bowery / Su prosa florida / Fue vehemente y transida / Vivió por las noches y / Bebió todo el día / Y murió tocando el ukelele". En relación a su muerte, se pensó en el suicidio, aunque esa teoría ha sido descartada. Acaso existió un deseo inconsciente de hacerlo, pero eso no puede probarse. Sin embargo, cincuenta pastillas de barbitúricos y una excesiva cantidad de alcohol no son, cualquiera lo sabe, una buena combinación. En lo que hace al ukelele, Lowry simplemente lo menciona porque amaba la música y sentía una especial admiración por Bix Beiderbecke, Eddie Lang, Joe Venuti y Frankie Trumbauer. El tema de su relación con el jazz y el cine ha sido estudiado, entre otros, por Perle Epstein en el número 44 de la revista "Canadian Literature", en 1970, pero no hemos podido localizarlo.

¿Por qué este breve artículo sobre Malcolm Lowry?. Porque desde hace un largo tiempo nos interesa una cuestión: Cómo los jóvenes del siglo XXI dedicados al arte sienten la presencia de los grandes maestros del siglo XX. Y este siglo demasiado joven, bastante pobre en creatividad y rico en violencia de todo tipo, parece indicarnos que son escasos los que prestan atención a escritores como Lowry, y que la mayoría además supone que, tanto en la literatura como en otras formas de la creación, son ellos los inventores de muchas cosas que ya fueron inventadas bastante tiempo antes. Pero siempre habrá algunos que se interesarán por encontrar lo que deberían conocer y quizás estas líneas puedan llevar a algunos de ellos a buscar las obras de Lowry y rastrear allí un lenguaje verdadero y prestarles la atención que se merecen.

Como despedida, un brevísimo poema de Lowry dedicado a Rilke y Yeats: "Ayúdenme a escribir / abran las puertas / que hasta el orden conducen / rescaten mi alma / de esta jaula / en que mi voluntad / brama entre rejas".

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