rosario

Domingo, 19 de junio de 2011

CONTRATAPA

Lombroso viejo y peludo

 Por Javier Chiabrando

La adultez llega con sorpresas: Pasión por el tango, lumbalgia, calvicie, un giro conservador de las ideas (aconsejar a nuestros hijos lo que odiábamos que nos aconsejaran). Otra cosa que llega a menudo con la adultez es el lombrosianismo. Esta idea brillante la deduje yo solito estando mi hija internada en una habitación compartida con otra nena que iba a ser operada. Los detalles no importan; hoy ambas están bien. La nena estaba acompañada de su madre (podría haber sido su padre; el lombrosianismo no distingue sexos) cuando apareció el cirujano: petisón, ancho de hombros, cuello corto casi ausente. Resumiendo: tenía pinta de boliviano. Digamos que era abolivianado. (Dije abolivianado y no bolivarianado; motivo de otro análisis más profundo, al estilo de los que hace la CNN cuando habla de Latinoamérica.) Ahí nomás la madre de la nena se volvió lombrosiana.

Yo sabía que el cirujano abolivianado (e hijo de bolivianos), era un capo. En una ocasión había operado a dos personas juntas, salvando ambas vidas aunque la incisión de la mano derecha (era zurdo) le había salido chanfleada hacia el hemisferio occidental (hubo un caso igual en Australia y la incisión de la mano menos hábil chingaba hacia el hemisferio oriental; misterio como el las aguas del inodoro que giran antagónicas). Nada dije; la madre nunca me hubiera creído. Mis palabras no podían competir con lo que sus ojos veían. Los lombrosianos creen ciegamente (y nunca una analogía desafía tanto la lógica) en lo que ven. Y lo que ella veía era que la vida de su hija estaba en manos de un boliviano, de un indígena, de un negroide, casi.

Césare Lombroso fue un médico italiano (1835 1909) que sostenía que los criminales se agrupan por rasgos físicos y biológicos (aquellos con delitos graves tendrían taras comunes: protuberancias en la frente, en el cráneo, pómulos salientes, ojos achinados, la frente hundida, etc.); el clima también influiría (el calor favorecería la existencia de homicidios; al fin se supo). En un alarde de ingenio relacionó la cantidad de músicos de una ciudad con los volcanes circundantes. La influencia de Lombroso fue enorme. Su Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente, editado el 15 de abril de 1876, es el punto de partida de la criminología como ciencia. En derecho penal el lombrosianismo fue toda una escuela, representada por Von Liszt en Alemania y por García Dorado y Montero en España.

Dice Ermanno Cavazzoni en su Vida Breve de Idiotas: "...Lombroso es célebre sobre todo por haber medido a los criminales y por haber comenzado a medir a los artistas (...) los incendiarios resultan ser los más altos de todos, con 1,71 metros; les siguen los homicidas, con 1,70 metros. Después vienen los ladrones y los asaltantes: 1,69 metros. La altura mínima la tienen los violadores y los estafadores (...) entre 1,65 metros y 1,66 metros (...) son muy livianos los reos por robo y asalto, con 61 kilogramos, y livianísimos los violadores: 57 kilogramos. Asaltantes y homicidas ofrecen una buena talla y salud robusta (...) los falsificadores y los violadores ofrecen una mayor cantidad de delgados; y se debe notar que sobre 8 delitos de violación, 10 de falsificación y 13 de incendio, cinco son cometidos por jorobados, mientras que se cuentan sólo tres jorobados en 250 asaltos y homicidios (...) la máxima capacidad craneana la ofrecen los falsificadores, los impostores y los estafadores (...) El mínimo lo ofrecen los incendiarios, que a menudo poseen una cabeza ultraminúscula y un cerebro inexistente (...) el tipo del incendiario se acerca por eso más que cualquier otro al idiota tradicional, si se exceptúan los casos de los incendiarios jorobados."

En los '30, en la cárcel de Ushuaia, a Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo, le achicaron las orejas porque creían que ahí estaba la razón de su maldad. Y Godino ya no mató gente sino apenas al gato del penal. Si le hubieran rebanado las orejas, capaz que se volvía un ciudadano ejemplar que paga los impuestos antes del primer vencimiento. Yo me animaría a decir que el lombrosianismo no es una evolución negativa del hombre. No significa que mientras me voy volviendo adulto me vuelvo desconfiado y obtuso. El lombrosianismo es una revelación. Se puede ser un tipo solidario, pacífico, aportar a Missing Children y a Greenpeace, adoptar perros callejeros, hasta que un día un morocho cruza la calle corriendo (para no ser atropellado) y llega la revelación, la certeza (certeza lombrosiana pero certeza al fin) de que ese morocho te viene a robar. El lombrosianismo es una cuestión de fe, y así como al flaco de la cruz le vemos cara de sufrido y buena gente, al morocho que cruza la calle le vemos cara de ladrón. No importa que la realidad diga lo contrario. No importa que Bernard Madoff (caucásico, cara de abuelo piola al que todos llaman Bernie) haya robado el doble de lo que robaron todos los morochos ladrones de la argentina juntos durante el siglo XX. No importa que Domingo Felipe (caucásico, sin cara de abuelo piola), haya planeado un canje de la deuda y evaporado una millonada de dólares tan fácilmente que cuesta creer que aún no se haya vuelto el santo de los choros reemplazando a San La Muerte y al Gauchito Gil.

¿Se cura el lombrosianismo? Vaya a saber uno, que es apenas un escritor. Yo no conozco a ningún lombrosiano que haya abjurado de su fe. Y no hay día, vea, en que uno no se tope con alguien que sufrió la revelación como a otros se les aparece la virgen en una pared o en una mancha de mostaza en una remera. Y no faltará quien le diga a esta hoja de diario, como si me lo dijera a mí: "vos decís eso porque no te robaron". Y tiene razón, pero a medias; nunca me robó un morocho que cruzaba la calle corriendo, pero las telefónicas me han metido la mano en el bolsillo de lo lindo, y Domingo Felipe ni les cuento. Y no por eso rajo ante cada pelado nacido en San Francisco.

Vaya ahora, y gratis con este ejemplar del diario, ideas para que vea si se está por volver lombrosiano y pueda evitarlo (si le interesa, claro). Digamos que ahorró toda la vida para hacer un viaje estilo oligarca argentino que lleva la vaca en el barco. Está usted en un pasillo de un hotel cinco estrellas de Nueva York y se acerca un latino de cara tajeada y ¡tatuajes! como los presidiarios en las películas (el cine, pero sobre todo la televisión, es Biblia de los lombrosianos). El latino tiene un hacha en las manos. Se abre la puerta del ascensor. Adentro hay un hombre no muy alto, veterano pero guapo, pelo cano, en cada mano dos celulares y la bragueta a media asta. El ascensor debe subir sube cien pisos mientras que usted debe bajar dos. La escalera está ahí nomás, detrás del latino del hacha. La escalera, le puede costar la vida. El ascensor le puede también costar caro, porque el veterano es Strauss Kahn, el famoso francés pito largo, que tiene cien pisos para hacer de las suyas. Elija: A o B.

Otra. Su coche se averió en una carretera norteamericana. Dos limusinas blancas, misma marca, mismo modelo, se detienen como para ayudar. De adentro de una brota música de rap a decibeles asesinos y de sus ventanillas se asoman dos cabezotas negras con más cadenas de oro que cadenas de hierro usaban los galeones en el siglo XV; ah, ambos tienen un incisivo enchapado en oro que relampaguea burlón al sol. De la otra limusina brota música centroeuropea de resonancia militar, fea pero de letra edificante. El chofer es negro, pero no se asuste, el dueño es blanco, es ario, es Schwarzenegger, el famoso austríaco pito largo. ¿A cuál sube? Elija: B o A.

Solución. El latino era el encargado de mantenimiento del hotel, tajeado en uso de sus funciones cuando salvó a dos chicos y un perro en un incendio. Los negros de la limusina habían sido narcotraficantes pero habían dejado la mala vida para volverse millonarios cantando rap. (Acá seguro que casi acierta). Si eligió mayoría de opciones B, no se preocupe, no está solo. Si eligió mayoría de opciones A, espero que aún esté con vida. Si combinó opciones, allá usted. Termina Cavazzoni "(Lombroso)... fue a Rusia para tener un intercambio de ideas con León Tolstoi, el famoso escritor, y, eventualmente, estudiarlo. Pero León Tolstoi no lo quiso recibir, diciendo que sus teorías eran las teorías de un idiota (...) Lombroso desafió a Tolstoi a que lo probara estadísticamente. Pero no recibió respuesta". Seguro que Tolstoi le vio cara de idiota. El lombrosianismo le había llegado también a Lombroso. Jodete.

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