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Martes, 3 de enero de 2012

CONTRATAPA

La vida sin marcelo

 Por Javier Chiabrando

El tiempo vuela, como los aviones pero sin acumulación de millas. Hace un año ya que Marcelo se retiró de su vida de glamour y cambio semanal de novias y se fue a Africa a cuidar negritos muy fotogénicos por las panzotas llenas de agua y pan (con suerte). Por qué lo hizo, nadie lo sabe. Algunos dicen que por hartazgo, otros por culpa, otros porque, como Wakefield, el personaje de Hawthorne que se escondió para saber cómo actuaba su familia en su ausencia, Marcelo quiere saber cómo sobrevive Argentina sin su aporte. A Africa apenas se llevó el Porsche como recuerdo de cuando se ganaba la vida con el sudor de su frente y de culos ajenos.

La desaparición del ilustre personaje es como esas historias de fábricas que cierran y que hacen de un pueblo próspero un páramo de casas vacías, prostitutas sin clientes y clientes de prostitutas sin energía para intercambiar fluidos. Este era un país que había soportado bastante bien perder a sus ídolos y próceres, ser expulsado del pedestal del fútbol internacional, la inflación y que Carrió se retirara de la política, pero esto es demasiado. No hay país que aguante a millones de ojos y de cerebros equivalentes a treinta puntos de rating mirando la nada y pensando en nada y soñando nada, excepto en su regreso.

Al principio intentaron suplantarlo con Rial, Fredy, Pepe, Coco, Tito, la Mole, etcétera. No resultó. El que tuvo más chances fue Nico, pero lo suyo resultó ser demasiado intelectual, y eso que hizo cambios sobre la marcha y en lugar de acertar un corchito a una copa haya usado una tapita de Coca Cola. Casi casi lo logra cuando lanzó el campeonato de Teto, pero los programas siempre terminaban en discusiones sobre de quién era el turno de agacharse y esos problemas de cartel que tiene el mundo del espectáculo.

Los primeros que se quedaron sin trabajo fueron la caterva de alcahuetes que revoloteaban alrededor de Marcelo. Eran cientos, lo que habla de su generosidad. La mayoría deambuló por oficinas de test vocacionales. Casi nadie superó la etapa de la pregunta: "¿qué sabe hacer?". Luego fue ir de fábrica en fábrica buscando trabajo hasta de fregón. Al fin se agruparon en una cooperativa especializada en vender humo y venden porquerías para turistas: restos de una baldosa que pisó Gardel, la pelota de trapo de Maradona, raquetas que rompió Vilas, pañuelos de, bombachas﷓trofeos y lápices mordidos por Marcelo. El que los ayudó a superar la angustia fue el gran Bucay (ex analista de Marcelo), que los atendió cooperativamente, los juntaba de a cincuenta y les contaba un cuentito muy aleccionador que siempre comenzaba así: "había un hombre sonriente llamado Marcelo que caminaba por el desierto cuando se encontró con un viejito", etcétera. Los ex alcahuetes salían siempre llorando y Bucay sacudiendo la cabeza como diciendo "no se puede creer que siga zafando con estas bobadas".

Los que no integraron esa cooperativa fueron las estrellas. Alfano y Moria se pusieron una peluquería en Almagro y mientras cortan el pelo aconsejan sobre cómo hacerse las pendejas siendo abuelas. El resto se retiró a esperar la jubilación. Pachano se puso un negocio de sombreros y galeras, lo que en ciertos ambientes revitalizó el uso de tan noble vestimenta. Su mayor éxito fue la galera﷓cartera, es decir una galera donde se puede llevar documentos, el celular, chicles, un documento expedido por el Senasa que determina que el portador no está loco ni senil, etc. Es tan útil para la dama como para el caballero y hay en infinidad de colores, incluso reversibles.

Otro desconcertado fue Biolcati, que ya no podía relacionar el voto al gobierno con no tener cerebro de tanto mirar a Marcelo. Entonces se dedicó a contar la plata que gana con la soja, el sudor de su frente y de culos ajenos. Ahí anda el hombre, llegó a los cien millones y aún le queda mucho para contar.

Los que se la vieron negras fueron los intelectuales de izquierda: sociólogos y filósofos se quedaron sin blanco de todas las culpas y objeto masivo de estudio. Es que antes toda la gente que se sentaba a ver a Marcelo estaba juntita y era fácil analizarlos al bulto, porque lo que le cabía a uno les cabía a todos, y luego de su ausencia, esa masa de miles y miles, que suman millones, se dispersó. Entonces ya no valían las generalizaciones. Al fin fue beneficioso, porque cuando antes se escribía un libro ahora se escriben cinco, lo que redundó en un impacto beneficioso del mundo editorial.

Lo más bravo fue el conflicto con España. Dos meses antes de que Marcelo se rajara a Africa la Real Academia de Gallegolandia había aceptado el verbo tinellizar en diccionarios que ya se estaban imprimiendo. Los ilustres miembros de la institución que dice cómo tenemos que hablar (y que Madrid se pronuncia Madriz), habrían aceptado a cambio de que aparezca una partida de nacimiento que diga que Messi nació en Canarias (o sea España) durante un viaje de la familia. La negociación involucró a media docena de países. Al fin Argentina declaró que Messi nació en España. España, a cambio, reconoció que los franceses tienen derecho a decir que Picasso es francés (aún con esa cara de gallego), y los franceses "descubrieron" que Gardel nació en Tacuarembó, Uruguay. Queda pendiente la pequeña deuda que Uruguay tiene con nosotros. Hasta la fecha, las opciones barajadas para el pago son: 1) Desarmar Botnia, meterla en cajas que en lugar de pelotitas de telgopor tenga bombitas de olor, y devolverla a Finlandia; 2) nacionalizar a todo el jet set berreta que viaja a Punta cada verano y luego prohibirle salir de Uruguay con la excusa de que transmiten una mala imagen de la patria charrúa; 3) prohibirle a Forlán que se acerque a nuestras modelos, actrices, gatitas y proyectos de.

El gobierno tampoco la tuvo fácil, sobre todo desde que circulara un paper alertando que toda esa gente que miraba a Marcelo podía ponerse a pensar ante el vacío de las ideas ajenas, o sea las ideas de Marcelo. Y ya se sabe que pensar está bien, pero pensar mucho tiene sus bemoles.

No fue para tanto. La mayoría no pasó de pensar qué lindo era el país cuando Pepe Biondi y Olmedo existían. Motivo de un análisis posterior fue que mucha de esa gente retomó el hábito de sentarse en la vereda a tomarse una cervecita con el vecino. La que escribió seis libros sobre el tema fue Sarlo. Los libros circulan en Internet en su traducción al ruso, que algo se entiende, al menos se entiende donde dice Olmedo y Biondi, el resto se entiende casi tan poco como la versión en español.

No faltó quienes vieran la ausencia de Marcelo como un beneficio. Los suplementos culturales comenzaron a editarse con menos páginas; total, por lo que había que decir. Eso significó menos árboles cortados porque se usaba menos papel, y Clarín devolvió Papel Prensa a sus dueños naturales porque con el papel que tenía almacenado le bastaba hasta que el país se hunda, que es lo que pronostican para la semana que viene.

Ricky y Chayanne dejaron de venir al país a cada rato porque no estaba Marcelo para bancarlos y Susana estaba muy ocupada con una troupe de rengos escandinavos que bailaban can can mientras revoleaban la pata ortopédica por los aires. Otro impacto colateral es que Marcelo se fue cuando estaba preparando una nueva versión de El Gran Cuñado, y los actores siguieron vestidos y hablando como los políticos que imitaban por si Marcelo volvía. Así fue que terminaron creyéndose lo que imitan. Y así salieron a la calle. Hoy, personajes verdaderos y sus imitadores andan por ahí y ya nadie reconoce al verdadero de la copia. El peligro es poner a la falsa Carrió como presidenta. Bueno, por ahí logra que volvamos a reírnos como cuando Marcelo iluminaba nuestras noches.

Queda contar la fiesta que fue la quema de los diccionarios con la palabra tinellización. Se hizo en terreno neutral: Venezuela. Allí Chávez y el rey de Gallegolandia bailaron abrazados al ritmo del reggaeton "Por qué no te callas. Porque tú no eres mi rey para callarme". Como los diccionarios eran de papel Biblia, en el humo la gente veía imágenes de demonios, ángeles y al todopoderoso de galeracartera. Hubo quienes vieron la cara de Marcelo. Y fue la mayor fiesta de San Juan que se haya visto, pero desde entonces se llama la fiesta de San Marcelo. Chau, chau, chauuuu...

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