rosario

Jueves, 12 de abril de 2012

CONTRATAPA

Son parte de un paisaje que muta

 Por Natalia Massei

Adentro

Los objetos cotidianos dispuestos en un orden transitorio y sin embargo, inmóvil. Dos o tres libros sobre la mesa de luz, un frasco de crema humectante, un teléfono. Ropa amontonada sobre un banco de plástico. Las cortinas entreabiertas, una brisa de final de tarde. Encendida, la televisión sin volumen. Ruido de autos y jornada laboral que termina. El hastío y el silencio dentro de la habitación.

También hay juguetes sobre la cama. En el piso, Barbie toma el té con Ken y sus amigas Barbies. Conversan. Comen pastel y panecillos en español neutro. La mesa está servida sobre un mantel de nylon adornado de corazones azules. Si se los mira al revés, nota Camila, los corazoncitos parecen narices de esqueleto. Asiento dudosa. Es algo que jamás habría que decir en un test de Rorschach. Las respuestas correctas no son únicas, siempre y cuando la valoración sea positiva. Sólo se precisan buenos pensamientos para un mundo que va hacia adelante.

En la tele se suceden imágenes sobre Malvinas y noticias sobre crímenes intrafamiliares: hombre mata a patadas a su mujer y está prófugo. Otro tipo asesinó de tres tiros a su hijo. El copete amplía: los hijos monstruo. Amenazan, roban y golpean a sus propios padres.

Afuera

Dos mujeres guardianas sentadas en sendos sillones de lona y caño oxidado, a ambos lados de la puerta. Más que puerta, el espacio que ha dejado al abrirse. Dos mujeres en los bordes de la luz. Un pasillo eyectado hacia el corazón de la manzana en donde viven. Quietas, como leones de piedra en una fachada antigua y grotesca, alerta. Redondas y desalineadas desde los cabellos hasta las pantuflas apelotonadas. Las dos con caras de sueño: labios pesados, ojos vidriosos. Las manos apoyadas sobre las faldas. Faldas de lienzo duro hasta las rodillas. Paños gruesos de colores oscuros. Una es más vieja que la otra: madre e hija. En el centro, la luz insoportable que las separa.

A pocos metros a su alrededor se levanta el Forum. Antiguas instalaciones del ferrocarril recicladas en edificios de lujo: departamentos de categoría, lofts, oficinas, locales comerciales. La señora y su hija tienen la mirada clavada hacia delante, ajenas al inminente riesgo de derrumbe a sus espaldas. Desde sus sillones de domingo, sobre la vereda, custodian el corredor de luz justo en la intersección de tiempos. Son parte de un paisaje que muta.

Intersecciones

Un par escarpines rosas caben en la palma de mi mano. Huelen a jabón blanco. Camila quiere usarlos para vestir a su muñeca. Los acomodo y los reservo en un cajón vacío. Son parte de un paisaje que muta. Sobre el tejido de lana rosa, se apoyaran tus pies minúsculos, Manuela.

Ellas permanecen en el medio del tiempo absorbidas por la luz del pasillo.

El último resplandor del día se ha posado sobre los objetos en la habitación. Como una manta liviana, los ha cubierto para que reposen. Todo parece quieto aquí.

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