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Domingo, 13 de enero de 2013

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

Brujerías

 Por Adrián Abonizio

* Hugo Chávez agonizante tal vez o recuperado, ignora la cantidad de brujas y hechiceras que estarán cobrando fortunas por encargos que aparentemente dieron su resultado de enfermedad y dolor. Nadie ordena una muerte y se cumple, pero los crédulos insignificantes, que largan dinero como bichos venenosos pagando con gusto por algo a quienes aceptan el oro merced a un empeño torpe de brujería, se encuentran dichosos con sus encargos. Pobres de todos aquellos que buscan la muerte sin ponerse cara a cara con su rival. No saben combatir.

* En la medianoche del Año Nuevo la esposa hace unos ritos con brebajes y enseres. La escena es tan ridícula que lo averguenza. Harto de esta puestas en escena sin recato ni objetivos, entiende, dentro de la semántica, de la cultura de estas creencias vagas, la auténtica palabra sacrificio: El de él, el que lo frena a no empujarla para siempre a un abismo piedra de mareas y quemar sus altares donde nadie escucha a nadie y todo es santería, incienso y ceguera.

* "Los aborígenes de Australia saben que las leyendas, los cuentos, los cánticos componen la historia de su pueblo y lo que es más importante es que es su marca catastral, por lo que no precisan papeles de territorio. Donde termina un paisaje imaginario comienza el del vecino y eso se respeta en grado sumo", anuncia el escribano frente a su auditorio. Todo es muy bonito, edificante y algunas damas ya lo empiezan a admirar. Ignora todo el mundo que esa mañana en su estudio, mediante un ardid que la ley permite, no impidió que un amigo suyo se quedara con un predio de forma espúrea. Pero sigue hablando, maravillado de oirse tan bien, preciso y magnífico.

* Ella es una señora ya mayor, enviudada, temerosa de que el mundo se dé cuenta de su estupidez. Se ha adscripto a San Expedito pues vive perdiendo los objetos, las llaves y el dinero, pero el hilo invisible y poderoso del santo siempre se lo repone. Por ello es que frente a su estatuita deposita invariablemente una velita encendida. Ahora ha llegado al colmo: No encuentra la imagen del santo y se ha puesto a llorar frente al televisor donde Tinelli vocifera que la felicidad es posible.

* "Lo que cura de las llamadas brujerías es el hecho de hacerla, no la brujería en sí ni quien la emplea. El que sabe que le han hecho un vudú o un daño y siente temor, automáticamente le bajaran las defensas y se enfermará. O algo feo le sucederá. Es lo mismo que el amor: Uno para enamorarse debe estar primero enamorado de uno mismo", alarga el señor con tino y una sonrisa. En el auditorio una vieja ofendida quien cree que el poder procede de ella le desea fervientemente el mal, la muerte misma. Cuando sale un colectivo la hace papilla. El que hablaba llevaba prudentemente escondido en la mano un pequeño espejito protector. -Nunca se sabe, meditó ante el cadáver estropeado.

* -Una brujería es desear algo fervientemente y que se cumpla. Eso sí, sin dañar al otro-, alarga ella que ha estampado sobre la foto del novio de la otra un beso de rouge y sobre la de su rival agujas clavadas al cuello. -!Pero esto de las agujitas es un mal!-, le aconseja su amiga. Ambas están tiradas en la cama adolescente con peluches de Paka y fotos de Axel. -Ah, eso es por otra cosa, es para que no cante más porque desafina mucho- se justifica.

* El pibe cruza la calle y no se sabe de dónde aparece un colectivo enorme que está a punto de matarlo. Entonces según sus dichos tuvo un empujón de algo que lo puso de espaldas al impacto. Y la mochila, destrozada fue su salvación. Desde ese día toda la familia cree en un Angel Guardián al que no le ponen cara ni forma. Sencillamente saben que es brujería pero al revés.

* "Yo, yo creo en Dios, el Universo, la finalidad de las cosas, la matemática suprema de la limpieza del alma, el destino perfecto y el saber morir con dignidad. Esa es mi brujería, mi vudú, mi objetivo mágico: dejar todo en manos de la estrellas", escribe su amigo en la ladera de una montaña de la serranía para luego hacer el fuego y cenar en paz, lejos de todo mal.

* "Ese arco está embrujado", decían los pibes que venían como los postes se arqueaban con los impactos o la pelota pegaba en alguna piedrita para irse afuera: La cuestión es que la pelota nunca entraba. Cuando cobraron un penal, lo ejecutó Ruiz, el morocho. Al medio y fuerte. Gol. Cuando le preguntaron que cómo había hecho el contestó: -Simple, lo pateé con los ojos cerrados para que el maleficio no me vea. Y así se terminó aquella brujería.

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