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Martes, 23 de julio de 2013

CONTRATAPA

El eco que vendrá

 Por Javier Núñez

"Algún día voy a hacer una película sobre esto", es más o menos lo que dijo él una noche de 1989, y la chica que había conocido un puñado de horas antes, que acaso sonreía o quizás se mostraba confundida, preguntó esto qué. "Esto. Esta sensación. Esto que está ocurriendo entre vos y yo". La conversación seguramente no fue así. No pudo ser así, porque aunque me empecine en recrear en castellano rioplatense las entrevistas que vengo leyendo en estos días, ni Richard Linklater -que por entonces andaba por la treintena- ni la joven norteamericana que lo acompañaba lo habrán hablado nunca. Pero lo que importa no es la forma, sino el contenido. Esa especie de promesa o premonición de un hombre que, mientras se enamoraba en las calles de Filadelfia, comprendía que más temprano que tarde tendría que contarlo a su modo.

"Es la maldición del cineasta", declaró alguna vez. "Iba por ahí pensando: 'Si sólo pudiera capturar la sensación que tengo en este momento', en lugar de vivir esa sensación". Un tiempo después puso en marcha esa idea. El resultado fue Before Sunrise, una película intimista, libre de artificios y repleta de diálogos magníficos y miradas elocuentes que se estrenó seis años después de aquella noche mágica y significó el comienzo de una de las mejores historias de amor que brindó el cine en las últimas décadas.

Lo que Linklater no podía prever, lo que no tenía forma alguna de predecir, era que ella nunca alcanzaría a verla. Que desde Romeo y Julieta, por lo menos, la tragedia acecha siempre a toda historia de amor. Incluso las historias mínimas, efímeras, de amor entre comillas, de amor que pudo ser, de amor incomprobable.

Todo esto y lo que vendrá, que circuló por los medios en estas últimas semanas a raíz del estreno de Before Midnight -la película más reciente de Linklater, que cierra la trilogía de amor de Jesse y Celine que empezó en 1995 con Before Sunrise y continuó, diez años más tarde, con Before Sunset-, es parte de una historia que algunos medios se encargaron de reconstruir a través de referencias desperdigadas en las diferentes entrevistas que el director concedió a la prensa durante los últimos veinte años. La pista final, como no podía ser de otra forma, apareció en los créditos. La dedicatoria a una mujer de la que, hasta entonces, los seguidores de la película nunca habían oído hablar: Amy Lehrhaupt.

Linklater y Lehrhaupt se conocieron en una juguetería de Filadelfia en 1989. El, de 29 años, tenía que volver a New York y esa era su única noche en la ciudad a la que había llegado tras finalizar el rodaje de Slacker, su ópera prima. Ella tenía 20 y lo acompañó hasta el amanecer. Desde la medianoche hasta las seis de la mañana, caminaron de un lado a otro "haciendo cosas que nunca harías ahora" y hablando de arte, ciencia, cine o lo que les viniera en mente, según confesó el director en una entrevista. No es difícil imaginarlos como Jesse y Celine, los jóvenes desconocidos que después de coincidir en un tren se enamoran irremediablemente como si el mundo y la vida no fueran más allá de esa noche y esa ciudad.

A diferencia de Jesse y Celine -que se despiden sin intercambiar más que la promesa de reencontrarse al cabo de seis meses en la misma estación-, Linklater y Lehrhaupt intercambiaron datos de contacto y, por un tiempo, sostuvieron esporádicas conversaciones telefónicas que se fueron desvaneciendo hasta que la relación se truncó por completo. Así desaparecieron, respectivamente, de la vida del otro: creyendo no dejar ninguna huella. Creyendo que esa noche y ese encuentro se habían agotado para siempre. Pero aquella sensación que lo había asaltado durante esa noche, la repentina necesidad de capturar ese momento, fue el germen de una película. Y aunque Linklater esperó, por algún tiempo, que Lehrhaupt apareciese de improviso en alguna proyección de Before Sunrise, ella nunca lo hizo. Solo hace tres años, cuando un amigo de Amy terminó de armar el rompecabezas de referencias sueltas entre películas y entrevistas y le escribió, el director supo por qué. La chica había muerto en un accidente el 9 de mayo de 1994, apenas tres semanas antes del comienzo del rodaje de la película que había inspirado sin saberlo.

Una de las primeras referencias a la historia detrás de la historia -el antes del Before-, la brindó Linklater en 1997, en una entrevista concedida a The Morning Call, sin saber que "esa chica" que mencionaba veladamente había desaparecido tres años antes. En 2004, todavía ignorante de la tragedia, durante una entrevista que concedió junto con los actores Ethan Hawke y Julie Delpy al New York Times, confesó ese encuentro imposible que, por entonces, todavía anhelaba: que una mujer se acercara diciendo "hola, soy Amy, ¿te acordás de mí?".

La noticia de la muerte de Lehrhaupt fue un golpe duro para Linklater. Durante algún tiempo sólo se atrevió a hablar del tema con los más íntimos. Fue Ethan Hawke quien le señaló que, de no haber sido por ella, nunca hubieran hecho ninguna de las películas que conforman la trilogía ni se hubieran conocido el uno al otro. "Uno nunca sabe en qué forma va a tener eco y afectar la vida de los demás", declaró cuando por fin tocó el tema con la prensa. "Claro que mi relación no fue tan intensa como la que cuentan las tres películas ni pretendo que esta confesión genere una relectura de todo lo que hicimos, pero sentí la necesidad de dedicarle ésta a ella".

La dedicatoria está ahí, al final de la cinta. Aparece cuando las salas de los cines todavía no acaban de vaciarse. Una dedicatoria que quiere viajar a través del tiempo, hasta una noche de 1989, hasta una juguetería en las calles de Filadelfia. Una dedicatoria que quiere viajar hasta una chica sonriente y despreocupada que escucha al joven director que acaba de conocer cuando le dice "un día voy a hacer una película sobre esto".

Quizás así ella no pregunte esto qué, y pueda adivinar el eco imprevisible que se está gestando en ese instante. Quizás así contenga el aire y trate de escuchar el silencio que precede al eco que vendrá: la vida de alguien, marcada para siempre, en el breve espacio que separa la medianoche del amanecer.

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