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Domingo, 3 de noviembre de 2013

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

El último romantico

 Por Adrián Abonizio

* El camión es horroroso: De un gris chapón orinado por el tiempo, bordó que fuera rojo en sus laterales; descompensado, haciendo equilibrio por el medio de una calle y largando tóxicos basales que enferman a la humanidad. Pero detrás en la lona luce, con letras doradas la oración "El último romántico". Con amantes así dan ganas que se los lleve el diablo o caigan a algún precipicio.

* Ella es fea, fea sin grupos. Lleva delantal y estetoscopio. Uno ruega que no sea quien lo llame a uno desde la guardia. Más bien se inclina por aquella dama de ambo rosado que está al fondo del pasillo pero que luce elegante, amorosa en sus movimientos. Todo el ideal de la belleza médica. Cuando se calza los lentes descubre que la chica que admiraba es la de la limpieza. "Igual me haría atender por ella, que con su cepillo limpie mis arterias, la mugre de mi alma hipertensa".

* Compró doce flores y se las entregó. Le puso en una tarjeta aclarando que cada mes le iría subiendo la cantidad de rosas hasta que ella le dé el sí. Lo descubrí con un ramote de al menos treinta una tarde en que evité me viera. Hoy a un año del fracaso, ignoro si sigue mandando tallitos perfumados o su economía cayó. En el más raro de los casos la dama concedió, sólo para no hacerle gastar de más. Quiero creer que lo atropelló un colectivo, cargado como iba sin poder ver al tráfico. Por boludo. O romántico.

* Es la noche en ese bar esquinado del centro, frente a la Aduana. Reconoce al caballero de campera de cuero, pelo destilado en canas, pantalones bombilla y botitas media caña. Toda ropa nueva pero atrasada. Lo ha visto discutir a gritos con una mujer, siempre bebiendo, casi siempre solo. Solo de soledad acumulada como rocío o como musgo. Cerca de las ocho de la mañana, descubre mientras hace el reparto que sigue allí, más viejo, con más vasos vacíos, fumando, más solo que el último romántico del mundo.

* A lo largo del recorrido el taxi le irá mostrando cómo ha ido empalmando con cinta adhesiva un casette donde se oye la canción "Venecia sin ti". Lo ha hecho artesanalmente, claro, pero sin medir la afinación de cada intérprete ni la orquestación. Sólo pegó cada oración distinta para que uno oiga el tema a través de veinticinco intérpretes distintos, con la interrupción lógica y el ruido. "¿Y, qué tal?", pregunta el chofer. "Una maravilla", responde él convencido que ha asistido a una perfomance genial de manicomio.

* Lema de la Asociación: "Al servicio de la sociedad, velando por la ética deportiva, reglando un deporte sano y disciplinado, basado en el principio de la amistad". Lema del jugador: "Dejar bien sentado siempre que un bochófilo es ante todo, un cumplido caballero". Declaración de honor: "El titular declara por su honor ser aficionado y que practica el deporte por aficción y distracción moral, sin buscar ningún aprovechamiento, ningún provecho material, directa o indirectamente". Lo principal: "La ética deportiva, moral y amistad". Este carnet de bochas es el que conservaba su papá entre sus ropas hasta el día de su muerte.

* De chico era el "bueno". Cedía su lugar, no competía, era generoso y olvidadizo. Las maestras que lo consideraban tonto lo hicieron repetir grados y grados hasta que le crecieron pelitos en las piernas. Entonces lo retiraron de la hacienda y siguió bachiller donde repitió sus dotes espirituales. En el viaje de fin de curso regaló la ofrenda de una dama porque a su amigo le gustaba más, prestó dineros y volvió feliz. Puso un negocito y el fiado lo mató. No obstante, empeñoso en todo entró en Defensa Civil y en la primera catástrofe donde salvó al menos quince vidas, una viga lo catapultó a otro mundo. Cuando llegó eligió el purgatorio para no causar envidia a los demás ángeles.

* Víctor se disfrazaba de El Zorro y el traje no le entraba. Tenía las piernas mal armadas y una pancita de rey alimentado a Toddy. Las chicas, piadosamente lo dejaban fuera de sus imaginerías de besos. Pero cuando creció aprendió a hablar y no dejó títere con cabeza. Se fue vengando de a una, las iba destrozando a amores contrariados y a sicopatías geniales. Cuando se cansó, ya pisando la raya de los cincuenta volvió a ser El Zorro y salía con su corcel de chapa negra a recorrer sus dominios, ya ahíto de romances, luna y misterio. Un día colgó el traje y se dedicó a escribir.

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