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Domingo, 21 de septiembre de 2014

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

Hablar, hablar, hablar

 Por Adrián Abonizio

*El milenario lenguaje Ayapaneco de los indígenas mexicanos podría morir debido a una aparente disputa entre sus dos últimos hablantes fluidos, que se niegan a hablar entre sí.

Daniel Suslak, un antropólogo lingüista de la Universidad de Indiana involucrado en un proyecto para producir el diccionario de Ayapaneco, cuenta al diario inglés The Guardian que no sabe por qué sus últimos hablantes, Manuel Segovia, de 75 años, e Isidro Velazquez, de 69, prefieren no conversar.

Según cuentan los habitantes de la villa de Tabasco, donde viven estos hombres, ninguno ha disfrutado nunca la compañía del otro y nadie sabe a ciencia cierta qué provocó la disputa que los mantiene alejados.

*"El político que se aleja de la gente puede morir fulminado por un rayo" declara Carlos Saúl Menem, inopinada, inconscientemente, jettatore tremendo, fierro dañino, lamebotas, matador de hombres, máquinas y bestias. Y al día siguiente mueren tres personas en un balneario de Villa Gesell por la caída de uno.

*"El es cubano, mulato casi negro, pero honrado. Ella una mestiza insinuante que se trepa a él y hasta llega a metérsele entre las piernas en la sinuosidad del frenético baile. Parecen terciopelo derritiéndose en el infierno". De un locutor radial al describir los iniciales bailes del mambo en New York, allá por los los 30.

*El tipo, un negro ancho como una puerta, hizo de traductor oficial para sordomudos durante la ceremonia de los funerales de Mandela. Era un impostor infiltrado que movía sus manos y en el mundo lo vieron millones de humanos realizar gestos en un idioma de señas de la Nada. Cuando lo descubrieron, adujeron de él que era sicótico y que se había camuflado por error. Al verlo en las pantallas uno piensa que por suerte, todo no está perdido. Y que sigue habiendo lugar para el Absurdo.

*El ha entrado en esa librería religiosa para adquirir una biblia y se encuentra con el el vendedor que le está mostrando muy entusiasmado un nuevo calendario. Se ve a una mocita, de esas chinas que gustan retratar los fascistas, mitad modelos yankis mitad muñequitas, levemente mestizas, inclinada y cebando un mate. Debajo reza la leyenda: "Santa Cebadora del Mate". Es lo último advierte el tipo orgulloso como si ofrendara una nueva modelo neo criolla Barbie al mundo impío.

*Dos montañistas yankis fallecen intentando trepar el Aconcagua. "Es una zona difícil, donde se hallaron los cadáveres". Y el locutor cierra. "Es una zona a la cual se llega por equivocación o error". El, que está atento, no sabe si el tipo se refiere explícitamente a la montaña o al Destino que es la traza inevitable donde se ha de morir.

*Su hermana quiso detenerlo, cercenarlo, enmudecerlo. Pero no pudo: se defendió al crecer con una oratoria sublime, rabiosa y certera. Ella, cuando discutían y él era un púber indefenso, le tiraba en la cara la frase maldita: -Hablás tanto que parecés una mujer. Y aquella frase que se le había clavado envenenándolo y silenciándolo se convirtió en la llave para destrabar la violencia y el abatimiento. Hoy da cursos de oratoria, pero sabe callarse a tiempo. Gracias a su hermana.

*Juegan a bajar el volumen de la tele y al ver dos o más personas hablando le ponen encima diálogos propios. Es una forma curativa ante tanto desprecio por el idioma y la información. Cuando los pibes están hablando por ejemplo de como seducir a una chancha suben el volumen y se encuentra a dos locutores hablando de los problemas de la Educación, suelen estallar. Son muy felices en esos momentos.

*Los cerebros son una caja de electricidad que emite ondas y que pueden influir dignamente en otro o perturbarlos. Ellos, que se aman, practican la comunicación sin hilos, celulares, compus ni voceo. Y la llevan bien: confluyen en el mismo sitio, acuerdan en un todo aunque a veces discuten. A nadie se les está permitido el develar el secreto que los hace plenos y felices. A veces tiemblan de pánico porque los descubran, entonces como cualquiera se ponen a hablar, hablar y hablar. Para disimular.

*La cuidadora mira a la cámara. "Les damos helados para hidratrarse y que les sirva para acentuar los instintos del olfato", mientras extiende la golosina hacia algunos pobres presidiarios del zoo como monos y elefantes. "Hay que devolverle los sentidos perdidos", rumia ella con su dulzura curadora y horrorosa al sentir que hace el bien en la ciudad de fuego. Hasta algunos guardiacárceles verdugos se tornan amables con el,paso de los años. Imbéciles útiles que ignoran que hacen el Mal.

*Hay días -y son los más- en que ya no habla. Está tranquila, consciente y feliz en un balanceo equilibrado de domesticidad y libertad dentro de su cabeza, en el limbo exacto donde los fármacos aún no han penetrado. No habla porque el mundo le parece una pátina idiota, porque son idiotas sus prójimos y sus parientes. Salvo los gatos. Y los viejos silenciosos. Y los albañiles que silban en la altura desafiando a los buitres.

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