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Domingo, 14 de febrero de 2016

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA.

El mundo de las justificaciones

 Por Adrián Abonizio

  • El 4 de noviembre del 2015 se perpetró uno de los robos deportivos a cara descubierta más arteros de la historia reciente. Diego Ceballos entregó la final de la Copa Argentina a Boca Juniors en una serie de fallos insólitos y viciados de sospechas. Para justificarse ante el perjudicado Rosario Central deslizó que alguna vez "equivocándome en otro partido también favorecí a Central". Penosa justificación de un cobarde bien pagado.

  • Ahí van ellas, frondosas, altaneras, pariendo hijos, robustas en su reinado. Nadie lo sabe o no lo quieren decir pero han perpetrado la peor de las traiciones: dar vida para anular la propia. Y eso lo ven como el sacrificio de la abeja que deja el agujón para luego morir, como la mamá pato que es capaz de inmolarse para salvar la cría. La naturaleza es sabia y brutal cuando se ensaña. Ellas quieren glorificarse a través de la maternidad. Pero en el fondo saben que es lo único que pudieron hacer con sus vidas: multiplicarse como si ello fuera algo bendito y no apenas una ecuación matemática. Y siguen pariendo entre inconcientes y santificadas y acusadoras de un universo que no se compadece con ellas, de su pérdida del cuerpo joven, la ausencia de brújula y de vocación más que parir, parir y seguir pariendo. Pero esto no se dice, no se puede ni mencionar.

  • Nada alcanza para entender las justificaciones. Como la novia que tuve, y me refería que su novio le pegaba. Le repliqué por que no lo dejaba. "Porque estoy acostumbrada... Ya lo dejé una vez, pero me dió lástima. No sirvo para la libertad", graficó, mirando por la ventana de un triste hotel por horas donde consumí la ultima dosis de esperanza por el género humano. Y fue hace mucho. Aún no se como sobrevivió. La suelo ver en los mercados, con cara de esposa, vulnerada y mortal como todas las que aceptan el destino que otros les escribieron.

  • El taxista lo ve subir con el estuche de guitarra y le comenta una vez empezado el viaje: "Yo también fui músico". Esta vez él se siente impiadoso y se enoja ante tanta previsible disculpa. --¿Y cuando tuviste el ACV? --No, no tuve nunca un ACV. --Porque es la única forma de abandonar el amor por un instrumento --culmina el artista. "Ni aún así se deja", agrega. Y se calza los lentes negros dando por terminada la charla.

  • Quien cree que nunca se ha justificado miente y en esa mentira está la máxima justificación: escindir el lamento transformándolo en letanía encubierta, en excusa vulgar y corriente. La justificación exime de culpas y amengua el castigo. En todo ello quizás pensó la cabecita rubia y literaria de Hansen Fogelberg, nacido en el sur de Suecia cuando iba decido a matar a su novia esa noche de luna llena. Sabía que ese satélite brillando arriba, reduciría su pena si lo encontraban culpable por el crimen, porque la legislación por esos lares justifica a los asesinos, ya que establecen, actúan más crueles bajo el influjo lunar.

  • El cronista, quien les escribe, está justificándose en este preciso instante de llenar mejores oraciones porque tiene poco tiempo y sus ideas son inquietadas por el ruido de la ciudad, un dolor de ciática y malhumor mañanero.

  • "La cancha estaba mal, muy poceada", "ellos nos hicieron un gol tempranero y ya no lo pudimos resolver", "los muchachos vienen de una semana dura y se quedaron sin resto físico", "los otros salieron a pegar", "el árbitro no vio nada", "nos costó encarar el trabajo de la semana", "son jugadores jóvenes a los que les falta experiencia por eso el resultado", "los nervios nos jugaron en contra", "habrá que ver las jugadas y las repeticiones de nuevo", "lo planteamos bien pero nos faltó suerte". Justificaciones de un DT cuando se pierde cinco a cero.

  • "El lunes empiezo la dieta, hoy es el Dia de la Madre", dictamina el tipito entrándole al carré de cerdo y al tinto con alegría animal. El lunes tendrá otra excusa: lo mal que anda del estómago como para andar con el ídem vacío. Y que debe meterle algo adentro "porque si está sin nada, es peor".

  • Hace mucho en un pequeño zoológico de Europa había en una jaula un león y un cerdo. Ambos habían crecido el uno junto al otro y hasta dormían juntos. La escena era de atracción y de cierta urbanidad de moraleja acerca de la hermandad entre los pueblos y demás pavadas. Un día el que los alimentaba enfermó y en su lugar entró otro afecto a la bebida e indolente. Pasaban días sin que los bichos se alimentasen correctamente y el hambre fue trepando en ambos. Una noche, alucinado y ciego de locura fue el león y se devoró a su amigo. Los días subsiguientes fueron terribles de tristeza para el gran felino. Hasta que acabó muriendo de pena. El carcelero, para justificarse, pues conocía el mal que había ocasionado, repetía: "Y... En los animales salvajes no se puede confiar".

  • Los hermanos Lanatta y Schillachi huyen de un penal de máxima seguridad como de su casa. Llueven versiones: los periodistas adictos a Cambiemos siembran de certezas lo invisible; la ministra Bullrich parecida al 10 de copas apela a su mejor cara de amargura y firmeza para asegurar que todo estaba encaminado. Ritondo, cual búfalo sabio repetirá: "Están rodeados". Y se suscitan días de intriga, persecuciones, apariciones falsas, pistas exóticas. Los evadidos parecen ser alienígenas poderosos. El 9 de enero cae un Lanatta, no importa cual, cuando un rato antes la ministra había asegurado, textual que "los tres delincuentes han caído. El Presidente está feliz!". Pero luego, !ay! Uno solo es el atrapado en un arrozal. Nuevamente Bullrich acude a aclarar: "Nos dieron noticias mentirosas". Y los periodistas del régimen se hamacan como arquero ante un penal equivocándose, tropezándose, echándole la culpa a otros, a todos. Un mundo estúpido de justificaciones. Mauri borra de su cuenta la alegría del deber cumplido. Obviamente, entre tanto descalabro, "la culpa de todo la tiene Cristina de Kirchner, qué duda cabe", deducen las señoras elegantes justificando la ineptitud fabulosa y hasta un punto, estrambótica y graciosa. Los tres están ya a resguardo pero hay olor a goleada en el ambiente.

  • Muy serio, como una estatua fría, calvo, mal vestido, con una chivita que lo torna inmitrable, inconmovible como un ofidio ante la rana el señor Morales Solá, de profesión reportero y analista político al servicio de regímenes criminales declara, suelto de cuerpo, ni bien Mauri obtiene la faja presidencial: "Macri va a tener que saber administrar bien la represión para evitar muertes".

  • "Yo voté en contra de ella y no a favor de él. Ya no se la aguantaba más, con tanta cadena nacional. Yo estaba cansado de mantener vagos en planes sociales. ¿Porque de mis ingresos le tengo que dar plata para la Asignación Universal por hijo? Se embarazan las negritas para tener más planes. Se acabó el zurdaje. Eso no era peronismo. Tienen fortunas en la bóveda del marido muerto". Veredictos humillantes y tristísimos que no resisten ni siquiera la brisa de un odio hacia ellos, simplemente porque el horror de un viento negro acabará borrándoles las caras y ya será tarde para justificación alguna.

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