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Lunes, 29 de diciembre de 2008

CORREO

Harold Pinter

Alguna vez dijo que en el arte dramático la verdad y la mentira podrían llegar a ser relativas, formando parte de juegos argumentativos, no así en la vida social y política, porque allí sino imperaba la verdad imperaba la muerte y el sufrimiento humanos.

Harold Pinter ha muerto, pero no morirán jamás sus palabras interpelando a los chacales de la política internacional, sus valientes actitudes de defensa de los derechos y libertades vulnerados en diversos puntos del planeta por las potencias imperiales.

Agudo e implacable crítico de la política criminal de George Bush en Afganistán e Irak, también lo había sido de Reagan y de su política de ataque y acoso al pueblo nicaraguense. Participó activamente junto a Susan Sontag y otros para frenar los bombardeos a Kosovo por parte de la OTAN, y no dudó en criticar el rastrero seguidismo de Tony Blair al belicismo imperialista de EEUU.

Autor de obras teatrales de fuerte contenido social y humanista, también actor, guionista y director. Algunos de sus títulos importantes son: The Lover, en 1962 o The Homecoming, de 1964, sus trabajos fueron muchas veces relacionados al teatro del absurdo y entonces emparentado con Samuel Beckett y Eugene Ionesco.

En 1985 Pinter viajó a Turquía junto a Arthur Miller y se solidarizaron con las víctimas de la represión política.

En la función en honor a Miller en la embajada estadounidense, en lugar de intercambiar cortesías, Pinter denunció las torturas que se aplicaban a los disidentes políticos, señalando que muchas personas habían recibido descargas eléctricas en sus genitales. Esto motivó su expulsión de la sede diplomática. Arthur Miller abandonó la Embajada de EEUU junto a Pinter, en solidaridad.

La experiencia de Pinter en la represión turca y la supresión del idioma kurdo inspiraron la obra de 1988, Mountain Language.

A Harold Pinter le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura en el año 2005 y declaró que a esa altura de su vida le interesaba más luchar por causas justas en política y escribir manifiestos que continuar como dramaturgo de fama.

Con la muerte de Harold Pinter desaparece de la escena pública una de las conciencias críticas más lúcidas del mundo contemporáneo.

Carlos A. Solero

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