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Jueves, 3 de julio de 2008

PSICOLOGíA › RECUERDO DE UNA EXPERIENCIA COLECTIVA DE TRATAMIENTO PROFESIONAL.

Psicoanálisis de la urgencia

Un dispositivo construido a finales del los años ochenta en el Hospital Evita del Lanús se centró en la intervención para interpretar el horror al acto. Ricardo Seldes estará el viernes 11 en Rosario, para brindar una conferencia.

 Por Ricardo Seldes*

Pasado y Futuro: "Tengo nostalgia del momento en el que tendré nostalgia de este momento", ha escrito Jorge Luis Borges sin temor a la mordaz ironía que encierra este enunciado sobre su añoranza anticipada, en una de sus reflexiones sobre imposibilidades y límites humanos, para tratar un cambio de argumentación acerca del tiempo y el deseo.

El sentido común, sin embargo, señala que si tengo nostalgia, ahora, en mi pensamiento, es de algo que sucedió, de aquello que tuve y perdí, o como cantaba el nostálgico Serrat de lo que nunca he tenido.

La nostalgia con su vector hacia el pasado, es como Freud concibe el deseo del inconsciente. Para Lacan en cambio el querer ser, el want to be, el futuro, es el derrotero que diferencia su inconsciente del de Freud. Y es en los inicios de Lacan, en su primer discurso de Roma que escribió que "el análisis no puede tener otra meta que el advenimiento de una palabra verdadera y la realización por el sujeto de su historia en su relación con el futuro".

¿Cómo? ¿Por qué medios llegar a lo que hoy calificamos como el bien decir de un sujeto? Si la realización psicoanalítica del sujeto no tiene una forma estandarizada, es porque es relativo, fundamentalmente dependiente de dos cosas: del deseo del analista y del deseo del analizante. Si decimos que debe realizarse es porque el inconsciente en tanto tal, el que quiere ser, es indeterminado, pero también es sujeto a un deseo de realizarse.

Tendré nostalgia no del pasado, sino del presente, en donde realizo una apuesta hacia el futuro, de lo que fue nuestra experiencia en un trabajo sobre la urgencia subjetiva en un hospital general durante treinta meses.

Tiempo de Pausa: Urgencias hay muchas, las sociales y las individuales; las de los fondos libidinales, llámense urgencias económicas, financieras o amorosas, las arrebatadoras, por las pérdidas reales o imaginadas; las invasoras, sean las del Otro que de golpe se ha puesto a vociferar en las orejas psíquicas del sujeto o las que lo someten a la angustia más cruel, las oníricas, que lo dejan insomne e incluso puede desencadenar una psicosis o al revés, las que atan a algunas personas al querer dormir, cuanto más mejor y si fuera para siempre, mejor aún.

¿Cómo sabemos que una urgencia es una urgencia? Una pregunta menos borgiana. Pero ¿quién de todos los que estamos concernidos por el psicoanálisis no se la formula? Hay otras, ¿en qué se diferencia el tratamiento de la urgencia de lo que cualquier psicoanalista debe enfrentar cuando está ante un sujeto mudo o aterrado, ante el agitado desanudado, ante el llanto, el grito o mudez ominosa que se encarnan en un hombre desesperado, en una mujer decepcionada, en un joven hiperexigido? Qué implica ofrecerse de un modo discreto para escuchar a quienes padecen de la ruptura aguda de la cadena significante tal como Eric Laurent nos ayudó a definir en un generoso encuentro que tuvo con el Equipo de Urgencia que construimos a finales del los años ochenta en el Hospital Evita del Lanús junto con quince colegas. Resaltó la inversión que fue ese dispositivo. Uno recibía un paciente, quizás éramos dos si había que medicar. De acuerdo a los casos, el paciente, dos sesiones, diez en la misma mañana, era vuelto a citar al día siguiente o subsiguiente, era recibido por los mismos o por otros. He ahí el detalle que llamaba la atención, no a todos. Teníamos un sistema de fichas en donde consignábamos algunos datos, nos llamábamos por teléfono para comentar quien o quienes venían al día siguiente. Era un dispositivo colectivo. En las reuniones de investigación de una vez a la semana o cada quince días, analizábamos los procedimientos, nos planteábamos los problemas, nos encontrábamos con la paradoja ¿Y la transferencia? ¿Y cómo hacemos cuando la urgencia se resuelve y que en ochenta por ciento de los casos implicaba un pasaje a atención en consultorios externos? ¿Qué decirle al paciente cuando nos reclamaba 'Por qué no me puedo seguir atendiendo con usted? Usted fue quien me vio en ese estado, usted es quien sabe'".

Debíamos intervenir entre nosotros, para interpretar el horror al acto, para aceptar que había que decir basta... Y la otra gran pregunta ¿Cuándo finalizar el tiempo de la atención en urgencias? Había un lógica cristalina, precisa, de cálculo matemático, casi un real: con un equipo finito, con tiempos finitos, si no derivábamos se terminaba la atención en la urgencia y había que dejar a los nuevos "urgenciados" en listas de espera, lo que era más que una paradoja una irresponsabilidad. El tiempo de concluir la atención en la urgencia, coincidía con el momento para comprender: que hubiera precipitado en un significante, el de la urgencia, que no siempre era tan fácil de aislar.

Pero eso ya había producido un cambio, la introducción en la prisa originaria en un tiempo de pausa y espera, para quienes llegaron a nuestro encuentro cuando el decir se les había congelado, aún en el estribillo o la repetición monótona del grito de padecimiento, aún en el grito del silencio, siempre de dolor, siempre de sufrimiento.

(...) La dimensión esencial del trabajo que proponemos para la urgencia subjetiva, psicoanalítica, incluye la premisa de que contamos con la dimensión del inconsciente y el goce que éste comporta. Y en tanto el lenguaje del inconsciente se ordena en discurso por el discurso analítico, es evidente que el primer efecto que se necesita es el de poner en juego un vector, una dirección: que el que sufre en su urgencia, tenga a quien dirigirla.

*Analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la AMP. Invitado por el Colegio de Psicólogos, dictará una conferencia sobre La urgencia subjetiva, un nuevo tiempo, el viernes 11 de julio, a las 19.30.

**Selección realizada por la Ps. Andrea Bordignon del libro La Urgencia Generalizada.

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El análisis no puede tener otra meta que el advenimiento de una palabra verdadera.
 
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