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Jueves, 17 de febrero de 2011

PSICOLOGíA › LA SEXUALIDAD "PLENA" SE OBTIENE LUEGO DE LA ETAPA DE LATENCIA

Bunge y el complejo de Edipo

El autor de esta nota refuta al físico y filósofo que tiene una fuerte presencia en los medios. Por no haber profundizado en el estudio y comprensión
del psicoanálisis, incurre en un grosero error: confunde sexualidad infantil con genitalidad adulta.

 Por Jorge Ballario *

Mario Bunge, en la página 234 de su libro Crisis y reconstrucción de la filosofía (Gedisa, 2002), al intentar la refutación del complejo de Edipo escribe: "La hipótesis acerca de la sexualidad infantil es falsa: el centro del sexo es el hipotálamo y en los niños no está aún completamente desarrollado". Como en muchas otras ocasiones, por no haber profundizado en el estudio y comprensión del psicoanálisis, Bunge incurre en un grosero error: confunde sexualidad infantil con genitalidad adulta: dicha genitalidad es el punto en que desemboca la sexualidad infantil luego de varias etapas. Desde la teoría del desarrollo psicosexual sabemos que la sexualidad trasciende el sentido copulativo del término, y que la sexualidad infantil está relacionada con la fantasía y con la búsqueda de placer; y, además, que gran parte de las satisfacciones obtenidas por el niño se hallan en relación a su madre. Él obtiene placer en el contacto físico y afectivo en el acto del amamantamiento, y al tiempo comienza a distinguir entre el placer de la succión en sí misma y el de la nutrición; por eso es posible entretenerlo con el chupete. La sexualidad "plena" se obtiene luego de la etapa de latencia, que se inicia en la declinación del complejo de Edipo y culmina en la pubertad, cuando las pulsiones parciales se integran para dar paso a la etapa genital y a la elección de objeto.

Como vemos, la búsqueda de placer es ya una incipiente forma de sexualidad. Sobre ella de a poco irá recayendo la represión civilizadora, y así se generarán los asuntos inconscientes que luego podrán muy bien lanzar a un sujeto a grandes logros y conquistas culturales.

Por numerosas intervenciones suyas sabemos de la antipatía de Mario Bunge, desde su juventud, por el psicoanálisis. Pero, ¿realmente Mario Bunge sabe lo que dice cuando habla de psicoanálisis, a juzgar por la mencionada cita? ¿O lo que lo impulsa es sólo su crónica psicofobia? A juzgar por ciertos argumentos suyos, como el que citamos en esta nota parece que lo único que le importa sería generar efectos masivos discutibles por hombres de la cultura y por los psicoanalistas, útiles a intereses de dudosa prosapia.

La plena formación de estos profesionales se sostiene en tres pilares básicos: 1) El estudio de la teoría psicoanalítica; 2) La experiencia del inconsciente, es decir, experimentar la teoría como paciente; y 3) La supervisión de los pacientes con un psicoanalista de más experiencia, una vez que el nuevo profesional ya está en ejercicio. De las tres bases mencionadas, a Bunge podemos atribuirle al menos una, la primera, aunque en lectura "autodidacta" actividad a la cual es afecto, pues de la misma manera ha aprendido filosofía.

Si bien seguramente cuenta con la lectura de la teoría, es altamente probable que esa experiencia haya sido influida por su marcada animadversión al psicoanálisis (resistencia al mismo) que lo acompaña desde su temprana juventud. Y justamente de esto trata el psicoanálisis, del enraizamiento inconsciente del deseo humano y de su constante presión por hacerle percibir al afectado lo que básicamente quiere ver. Sabemos que los condicionamientos emocionales alteran tenazmente ciertas percepciones, aun cuando el afectado pueda alcanzar elevados niveles de creatividad en otras áreas no conflictivas de su vida.

Bunge es un hombre que se destacó en otras áreas del saber, desde luego, y asimismo obtuvo un merecido reconocimiento y un gran prestigio; pero eso no lo autoriza a criticar una disciplina que, tal como demostramos aquí, no conoce. Para los entendidos esto queda bien claro, ya que algunos argumentos que él esgrime en contra del psicoanálisis son totalmente burdos y casi infantiles. Pero, dado su reconocido renombre y el potente alcance mediático de sus dichos, muchas personas asumen su pensamiento.

Y ya podemos arribar a una conclusión por demás inquietante: cualquiera que se haya analizado durante determinada cantidad de tiempo sabe de psicoanálisis aunque haya leído muy poco sobre el tema, más todavía que el autor de marras. Obviamente que no poseerá un saber erudito, pero sí un saber intuitivo sobre su propia experiencia en torno a sus asuntos inconscientes, y de cómo estos lo oprimían.

El crítico del psicoanálisis debería atreverse a indagar en su propio inconsciente; ya lo señalamos: para ser plenamente entendida, nuestra disciplina requiere que sus interesados pasen por el diván. Sólo así estarán en condiciones de captar enunciados teóricos ciertamente sutiles y metafóricos, que no siempre dicen lo que parecen decir. Basta una mínima oposición, antipatía o resistencia en el lego aspirante a crítico, para que inconscientemente se desnaturalicen sus percepciones.

* www.jorgeballario.com.ar

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Él niño obtiene placer en el contacto físico y afectivo en el acto del amamantamiento.
 
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