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Jueves, 6 de noviembre de 2014

PSICOLOGíA › DEBATE SOBRE LA RELACIóN CONTEMPORáNEA CON LAS SUSTANCIAS PSICOACTIVAS

Lo que nos hace dependientes

"Paradojas del Consumo, Reprimir, Regular o Responsabilizar" es el sintagma con el que la Escuela de la Orientación Lacaniana convoca a pensar y debatir sobre una un dilema de hiriente actualidad. La problemática de las adicciones.

 Por Adrián Secondo (*)

"Paradojas del consumo. Reprimir, Regular o Responsabilizar" es el título convocante de la Jornada sobre Toxicomanía y Alcoholismo que se llevará a cabo este sábado 8 de noviembre, de 8.30 a 14.30 en la Sección Rosario de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Participarán del debate los integrantes del TyA de la Argentina, Elvira Dianno y Sabina Serniotti de Santa Fe, Jorge Castillo de Córdoba, Claudio Spivak, Jazmín Torregiani, Mariela Coletti y Cecilia Fava de Buenos Aires, Gustavo Mastroiacovo, Daniel Senderey, Daniel Perretta, Ignacio Rodríguez, Raúl Vera Barros, Héctor Tarditti y Susana Colabianchi, entre otros, de Rosario.

Nos convocan las paradojas por tratarse de un concepto preciso y profundo que refleja lo complejo de la problemática del consumo de drogas. Problema social que no responde al paradigma de problema﷓solución y que plantea múltiples callejones sin salidas y contradicciones. Nos encontramos en una época en que el síntoma paradigmático es la adicción, el consumo, la dependencia no sólo de sustancias sino de cualquier actividad. Es la época de la adicción generalizada. El síntoma es el consumidor, lo que evidentemente es consecuencia de su promoción, hasta los estados dicen abiertamente que necesitan que haya consumo para que el sistema marche.

El problema es que con la industrialización la maquinaria es cada vez más veloz y se termina devorando a la naturaleza y a los propios consumidores. Acá tenemos otra paradoja, la de los consumidores consumidos. ¿Qué vemos cuando observamos a un adicto?... que está consumido. Es la trampa o la ignorancia del adicto, que cree que con la droga es rebelde, se opone o está al margen de lo que se impone socialmente y no se da cuenta que está en el centro, que es el mejor adaptado.

Preocupados por la proliferación de la violencia y el narcotráfico que viene asolando a nuestra ciudad y al país en general, los psicoanalistas que venimos trabajando desde hace años en el tema nos vemos en la responsabilidad de tomar la palabra en función de nuestro saber y experiencia.

Evidenciamos que las políticas prohibicionistas basadas en la represión y criminalización de la droga han fracasado. Las políticas de guerra contra las drogas o de tolerancia cero han mostrado ser inútiles y han provocado costos económicos inmensos, que podrían ser destinados a educación y salud, y muertes fundamentalmente en los sectores más vulnerables.

Notamos que las drogas han existido siempre y el objetivo de erradicarlas totalmente es una utopía absurda, es como querer erradicar la prostitución, y recordamos lo que Freud nos enseñaba en el Malestar en la Cultura, que todos los pueblos siempre han reservado un lugar para las drogas en su economía libidinal.

Los efectos de la guerra a las drogas han sido el aumento del crimen, la expansión de la violencia en jóvenes y pobres, la persecución y extorsión del toxicómano, corrupción de los funcionarios y el debilitamiento del sistema democrático. Perseguir al toxicómano, estigmatizar y segregar, no debilita a las mafias. Frente a este escenario es necesario dejar de lado temores y prejuicios ideológicos y plantearse un cambio de paradigma.

Sin dudas que la despenalización permitiría que el enfermo sea alojado en el sistema de Salud Pública y no en el penitenciario, que se deje de hacer un tratamiento por la vía del síntoma social emergente, y se asuma la responsabilidad del tratamiento de las causas. De lo contrario se hace maquillaje persiguiendo al adicto y no se toman medidas sobre el negocio de la droga y el crimen organizado.

Aunque despenalizar el consumo personal es una medida intermedia entre la prohibición y la legalización, que también es criticada por algunos sectores porque perpetúa lo clandestino de la venta. Un paso más sería animarse a evaluar los alcances y consecuencias de la legalización regulada, como se hizo en Uruguay por ejemplo, con controles y restricciones según la percepción de riesgo y con advertencias médicas como se hace con otros fármacos. Esto implicaría asumir que las drogas existen y que es necesario un marco legal que regule, sin llegar a la liberalización sin límites.

Esto significaría que habría que aprender a convivir con ellas como se lo ha hecho con otras sustancias. Tanto la tolerancia cero por un lado como la liberalización sin límites por el otro, son dos caras locas del superyo, una es la de la lógica de la prohibición, el deber y la culpa, y la otra es la que nos impone y exige gozar. Se trata de separarse de cualquiera de estas dos versiones que dejan expuestas a las personas y empujan a la muerte. Es tiempo de considerar cuál sería la política más eficaz y que reduzca los daños.

Frente a este imposible, la recomendación es tolerarlo, convivir con él por fuera de cualquier solución totalitaria. Es necesario un llamado a la humildad. No es un problema que tenga solución por lo que se debe responder con otra lógica, pasar de las soluciones universales a las múltiples, introducir una verdadera tolerancia con lo imposible, sin ceder ni a la resignación ni al cansancio, y manteniendo una posición de modestia activa, con soluciones multidisciplinares.

* Psicoanalista, Adherente de la Escuela de la Orientación Lacaniana y Responsable del TyA - Rosario

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El sistema necesita que haya consumidores.
 
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