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Jueves, 9 de agosto de 2007

PSICOLOGíA › DILEMAS ETICOS EN LA ASISTENCIA A UN SER QUERIDO

Cuando el consejo no ayuda

Bajo el título ¿Cuidados son amores? el autor de la nota plantea la delgada línea que separa el cariño de la opresión. ¿Cuál debe ser el límite de uno para no avasallar al otro?

 Por Domingo Caratozzolo *

Un hombre planteaba que tenía prohibido fumar a su mujer y explicaba sus razones. Argumentaba que si ella fumaba dañaba seriamente su salud y como se trataba de su pareja, él se sentía responsable de su cuidado. La explicación parecía realmente muy convincente, ya que trataba de proteger a su esposa de las contingencias de una enfermedad, lo cual podemos considerarlo como un propósito altruista.

Un caso similar es el de un hombre que tenía muy elevado el índice de colesterol y su esposa se esmeraba en proporcionarle un régimen de comidas adecuado para mejorar su salud. Pero él solía transgredir su dieta cuando la oportunidad se lo permitía, lo cual provocaba el enojo de su mujer y daba lugar a fuertes discusiones. Ella aducía que tenía que estar vigilando a su marido para cuidarle la salud.

También me encontré con un padre que para proteger a su hija de dieciocho años no le permitía salidas nocturnas. Por más que ella lloraba y señalaba que a todas sus amigas los padres les permitían que fueran a bailar a los boliches, su padre no se inmutaba y continuaba con su prohibición. En todos estos casos nos encontramos con prohibiciones que aparentemente tienen la finalidad de proteger a las personas queridas.

Pero podemos contemplar estas actitudes de protección desde otro ángulo. Estas personas que son responsables y que no esquivan sus deberes, obligan al otro a someterse a lo que ellas consideran, según su discernimiento, su propio bien. No se las puede acusar de autoritarismo, ni de egoísmo, y jamás de indiferencia, proceden en bien del otro como les exige su conciencia. Su yo moral, indiferente a las críticas, marcha confiado en la senda del deber, nada les hará desviar de su camino; además, están orgullosas de actuar en beneficio del otro. Es más, no podrían hacer otra cosa, pues deben cumplir con sus obligaciones sin calcular los costos.

Es así que este cariño e interés por el otro se ha convertido en poder, en dominio; sus cuidados, sus afanes por su bienestar se transforman en vasallaje. Les han quitado a sus seres queridos el poder de decisión sobre su vida. La responsabilidad que han asumido ha dado origen a la opresión. ¿Cuál debe ser el límite del accionar de uno para no avasallar al otro? Cualquier precepto moral si se deja actuar sin restricciones, puede tener consecuencias inmorales. Este deseo de preocuparse por el prójimo, si lo llevamos al extremo, nos conduce al abuso, al control, al sojuzgamiento y a la anulación de la autonomía del otro.

¿Y la responsabilidad moral? Si una persona conoce los riesgos que enfrenta el otro y no interviene: ¿no se les podría juzgar y culpar pensando que son indiferentes a lo que pudiera ocurrirle? Si insisten para convencerlo de lo inconveniente de su accionar ¿hasta dónde deben insistir? ¿Hasta dónde deben llegar para vencer sus resistencias? ¿Cuánto de su autonomía deben suprimir o permitir?

Este es el verdadero dilema que nos toca enfrentar, pues la línea que separa el auténtico cariño de la opresión es una línea muy delgada que rápidamente nos puede dejar ubicados en un lugar que no deseamos.

Si la libertad se opone a la esclavitud, de igual modo la autonomía es opuesta a las imposiciones de terceros, pues ser autónomo implica la exclusión de otro que quiera imponer su pensamiento y su voluntad. Limitar a una persona pensando que uno sabe mejor que ella lo que le conviene, representa negarle la posibilidad de pensar, de juzgar y elegir; restarle autonomía y libertad es disminuirla y menoscabarla en su dignidad.

* Psicoanalista.

www.domingocaratozzolo.com.ar

La editora de la Universidad Federal de Santa Catarina (Florianópolis) publicó en abril el libro del autor "La pareja violenta. Una lectura psicoanalítica".

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No siempre insistir con una recomendación desde la óptica propia sirve al destinatario. Restarle autonomía y libertad es disminuirla y menoscabarla en su dignidad.
 
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