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Lunes, 23 de enero de 2006

OPINIóN

El agua se mezcla con la política

Si es atendible la crítica de Hermes Binner respecto a que se invita a los municipios a discutir el tema Aguas con todo "cocinado", menos lo es el reclamo por una dudosa "deuda histórica" con Rosario que data de 1948. Y dentro del justicialismo, la reestatización del servicio encubre un histórico enfrentamiento entre Reutemann y Obeid, que se remonta a 1995.

 Por Por Leo Ricciardino

Hay, por lo menos, un argumento en la crítica de Hermes Binner a la formación de Aguas Santafesinas Sociedad Anónima (Assa) que no encastra bien y se entiende menos. "Rosario es acreedora de la provincia en materia del servicio de aguas por los bienes que transfirió en su momento", repite el diputado socialista para justificar que la ciudad no debe comprar acciones de la nueva empresa, tal como propone el gobierno provincial. En rigor, esa transferencia data de 1948, cuando el servicio privado de la ciudad fue absorbido por Obras Sanitarias de la Nación, hasta 1981 que pasa a la provincia a manos de la Dirección Provincial de Obras Sanitarias, la mal recordada Dipos.

Mucho más contundente resulta la crítica a la falta de convocatoria para los municipios. Es difícil de digerir cuando te invitan a comer la pizza y te indican de antemano cuántas porciones quedan y los gustos ya fueron elegidos. También en el caso de la conformación del Ente Regulador de Servicios Sanitarios (Enress), se puede apreciar una crítica más certera. Binner lo dijo de manera cruda: "Ni (el ministro Alberto) Hammerly ni el Enress son confiables". Que el ente para el control y regulación del servicio siga conformado de la misma manera, no es sencillo de explicar. Sobre todo cuando ahora se tratará de un organismo del Estado controlando al mismo Estado. Hay otras estructuras así, pero en este caso podría haber significado la apertura de una puerta a la participación en el organismo de parte de los municipios, algo que Rosario reclamó desde la privatización del servicio en 1995.

Lo de Hammerly, Binner lo explica de la siguiente manera. "Era presidente de la Cámara de Diputados cuando se aprobó la privatización del servicio, ahora condujo la transición y el ministerio a su cargo será el tenedor de la mayoría de las acciones del Estado". Claro, estuvo en todas las etapas del servicio en la última década.

De todos modos, el socialismo en pleno fue uno de los principales impulsores de la rescisión del contrato a Aguas Provinciales. Hasta hizo en su momento una campaña de afiliación con este tema como eje central. Y ahora que vuelve a manos del Estado "también se quejan", protestó un funcionario de primer nivel en la provincia.

Y por último, está la acusación de "improvisación" del gobierno provincial y que "Obeid se ponga al frente del tema". Sin dudas que el gobernador estuvo al frente. El y sólo él pergeñó el esquema que debutará en los primeros días de febrero. Es cierto que primero se apostó a que la empresa se quedara, pero a esta administración nunca le gustó la relación con los franceses, sobre todo teniendo en cuenta un dato que jamás se dirá públicamente dentro del peronismo: Carlos Reutemann privatiza el servicio a pocos días irse de su primer mandato. Jorge Obeid ya era gobernador electo, y "ni siquiera fue consultado sobre una hipoteca tan trascendente que le dejaban", dijo una fuente del peronismo que no quiere que se revele su nombre.

En ese punto Obeid y Binner podrían coincidir. Como dijo el diputado socialista a Rosario/12 "el contrato que se firmó en su momento fue una farsa, tanto el Ejecutivo Provincial como la empresa privada sabían que era incumplible", y citó como ejemplo el famoso tema de los desagües pluviocloacales del casco antiguo de Rosario, una obra que en su momento estaba valuada en 200 millones de dólares y que, por supuesto, nunca se hizo.

Y en el segundo gobierno de Reutemann, le vuelve a dejar otro lastre. Obeid había renegociado el contrato en 1999, pero al año siguiente su sucesor en la Casa Gris abre otra renegociación que nunca se cerró hasta estos días y fue el período donde mayores incumplimientos se dieron. La empresa pedía definiciones, el gobierno no las daba, pero tampoco le daba el cuero para decirle que se vayan porque no cumplían el contrato.

Una larga novela que terminó como se sabe: El grupo francés se fue cuando quiso, ahora el gobierno tiene otra fórmula para probar que -según dijo el flamante director de Assa, Juan Venesia- se trata de un "modelo novedoso", porque la estructura será la misma, nada más que con un cambio de dueño. Lo único que espera el usuario (¿volverá a llamarse así o quedará como cliente?) es que las cosas funcionen. Pero, se sabe, en este servicio eso no es algo tan sencillo de cumplir.

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