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Lunes, 2 de marzo de 2015

OPINIóN

Rosario, ciudad con colesterol

 Por Alberto Muñoz*

Muchos candidatos dentro del frente oficialista y opositores se han parado en una descripción de Rosario como dos ciudades, una pujante y emprendedora simbolizada por las torres Dolfinas, y una postergada emblematizada por sus numerosas villas de emergencia. Ambas existen, pero el 90% de los rosarinos vivimos en barrios y aprendimos por experiencia propia que si bien el problema de falta de presión de agua empezó en los barrios cercanos a la avenida Circunvalación, hoy llega hasta el borde del centro. Los rosarinos también somos todos los días testigos directos de que antes había zonas de alguna manera delimitadas de inseguridad y hoy no hay barrio seguro donde circular libremente, y de que los cortes de luz que sufría permanentemente barrio Alvear hoy lo sufren los comerciantes de peatonal Córdoba; teniendo que tolerar el poco atractivo turístico del ruido y el olor a gasoil que despiden los grupos electrógenos en funcionamiento.

La ciudad es una unidad urbana, económica, social y cultural, donde los cabos que se dejan sueltos terminan afectando al conjunto. Cuando en 2007 nuestra ciudad estuvo entre las primeras de Latinoamérica en la construcción de edificios (3.324 permisos y 1.161.454 m2), esto movilizó drásticamente la construcción dándole trabajo a miles de albañiles, carpinteros, gasistas, electricistas, que viven en todos los barrios de nuestra ciudad y no sólo en la zona central. Pero donde antes vivía una familia ahora viven 50 y en la zona de Puerto Norte, donde antes vivían 10 familias, ahora van a vivir 5000. Por lo tanto las demandas zonales de servicios, agua, gas, electricidad no son las mismas, y si se tiene una cantidad de producto limitada con redes de distribución limitadas las consecuencias no se hacen esperar. En los veranos 2011 12 y 2013 14, la ciudad de Rosario tuvo picos de ventas de aire acondicionados en una clara mejora de la calidad de vida de muchas familias ante el acuciante calor, pero a la vez esto aumentaba drásticamente la demanda de energía y sobreexigía las redes produciendo múltiples desperfectos y cortes. En tal sentido, no parece razonable la posición adoptada por el gobernador que ante esa coyuntura le pedía a edificios y comerciantes que compraran grupos electrógenos.

En lo relativo al problema de la falta presión de agua, la grave situación estructural que se evidencia en las ciudades de Rosario, Villa Gobernador Gálvez y Granadero Baigorria era ya profundamente conocida por los técnicos del socialismo al momento de asumir la gestión provincial y así todo decidieron desestimar la propuesta del gobierno anterior sobre obras en los acueductos y planificar una nueva, lo cual le llevó los primeros 4 años de gestión. Al 5º año (ya con Antonio Bonfatti al frente de la Gobernación) se inicia el Acueducto del Gran Rosario, y meses después se suspenden las obras durante 2 años, reiniciándose recién en abril del año pasado. Las obras que en buena hora hoy están en ejecución a la vera del puente Rosario Victoria llevan así años de atraso por falta de inversión, lo cual condenó a muchos rosarinos a no tener agua, no sólo durante el verano, sino también durante el invierno. Aunque las necesidades electorales están impulsando en estos momentos el desarrollo de la obra, la realidad es que el acueducto en su primera etapa, que recordemos es la cuarta parte de la obra finalizada, fue licitado en febrero y tiene 10 meses de duración por lo que no va a estar funcionando para el mes de junio, como prometió el presidente de la empresa.

Como es previsible, se cortará la cinta de la puesta a punto de la obra pero faltará mucho para recoger los resultados esperados. Asimismo, hay que decir que luego de que tengamos suficiente cantidad de agua para la región, habrá que trabajar sobre los viejos y averiados caños que la distribuyen en la ciudad, donde se pierde gran parte del agua que producimos. La traumática inundación de barrio Fisherton en 2012 nos recordó que no solamente tenemos que llevar agua, sino también ver cómo ésta se va. Los caños de desagüe pluviales y cloacales también están afectados por la antigüedad, por el crecimiento de la ciudad y por la falta de inversión. Durante años el gobierno municipal le exigió al gobierno provincial la ejecución de obras del desagüe pluvio cloacal del Casco Histórico, obra que debía tener a su cargo la ex concesionaria Suez, pero que nunca se realizó. Hoy, al ser el gobierno municipal y provincial del mismo color político la demanda se desvaneció.

En suma, la ciudad se desarrolla del suelo hacia arriba merced al crecimiento de las fuerzas productivas pero vive de las venas o raíces que recorren su subsuelo, caños troncales (secundarios y residenciales) que llevan agua y sacan excesos pluviales o desechos cloacales, cables que llevan energía eléctrica y tubos que llevan energía en forma de gas. Aunque no sea visible, esa ciudad subterránea tiene sus venas y arterias tapadas, obstruidas o prontas a colapsarse. Rosario es una ciudad que sufre "colesterol" y cada tanto tiene que apelar a un tardío "bypass" producto de décadas de desinversión.

*Titular de la Oficina Municipal de Defensa del Consumidor y primer precandidato a Concejal por el Frente para la Victoria.

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