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Domingo, 1 de marzo de 2009

LECTURAS

LA VIVIENDA DEL TRABAJADOR

 Por D. G. Helder

Antes de 1725, según refieren las crónicas, leo en un folleto con pie de imprenta Municipalidad de Rosario, Intendencia: Luis C. Carballo, Octubre de 1959, no existía casi población en esta parte del territorio donde después se fundaría la ciudad. El folleto, de ocho hojas tamaño carta dobladas al medio, unidas con un broche metálico, papel amarillento, letra chica, la tinta pálida de medio siglo, me vino entre las casi setecientas páginas de la Historia de Rosario de Juan Alvarez, de 1943, que compré en una librería de viejo de Buenos Aires con otros libros de temas y autores rosarinos. En escala de grises la portada lleva una reproducción fotomecánica de un grabado que muestra, esquemáticamente y con afán publicitario, los extremos de la increíble transformación que registró la zona en el transcurso de dos siglos y cuarto. La parte inferior simboliza la edad de barro, es de noche, se ven un rancho, un árbol y unas ráfagas de viento pampero azotando rancho y árbol, matas de pasto duro inclinadas por el viento, espacio de sobra pero ninguna señal que prefigure parvas de trigo ni un blando tapiz de alfalfa o trébol para el ganado fino que pace, engorda y produce vetas de grasa en carne como exige la demanda de los consumidores europeos a fines del siglo XIX. En la parte superior, en cambio, un sol radiante ilumina el frente ribereño de una ciudad moderna donde las grúas y los galpones del puerto, los vagones de carga, las chimeneas de las fábricas se superponen a una fila de rascacielos que por altura, volumen y número no concuerda con ninguna vista aérea que se tenga de esos años, cuando muy pocos edificios se arrimaban a los setenta metros de la torre del Monumento a la Bandera, inaugurado en 1957. Esa ciudad futura del intendente Carballo, en línea con las metas desarrollistas fijadas por el presidente Frondizi y más concretamente con las medidas de fomento a la industria que dispuso el gobernador Sylvestre Begnis, por las que empresas nacionales y extranjeras se radicaron en el sur santafesino y formaron un cordón industrial en torno a Rosario, recién se concretó a principios del siglo XXI con el sonado boom de la construcción, que, como es notorio, no se debe a los éxitos del proceso de industrialización acumulados desde los 40 hasta mediados de los 70 sino a tres o cuatro años de cosechas récord con precios agrícolas muy altos en el mercado internacional, lo que reportó a los grandes productores de la región ganancias extraordinarias que invirtieron masivamente en el sector inmobiliario, mucho más tangible que el financiero después de la crisis de 2001/02. Como si no conociera las páginas en las que Alvarez se dedica a destruir científicamente lo que denomina teoría municipal de la fundación, el redactor anónimo del folleto de 1959 se basa en el relato virreinal de Pedro Tuella, según el cual un capitán español llamado Francisco de Godoy había fundado la aldea al instalarse entre los arroyos Ludueña y Saladillo con su familia, la de su suegro y un grupo de indígenas que venían con ellos desde el norte huyendo de tribus enemigas. "Tras éstos no tardaron en venir otras familias que entablaron estancias ﷓escribe Tuella en su Relación histórica de 1802﷓, porque a lo agradable de estos campos se les juntaba la conveniencia de tener subordinados, o diré aliados, a los calchaquíes, que eran guapos, y conducidos por los españoles defendían estas tierras contra todo insulto de los indios infieles." En línea con esa tradición, Estanislao Zeballos, en La rejión del trigo, de 1883, establece una correspondencia lógica entre la capacidad agronómica del suelo de esta parte del territorio cuando todavía era virgen y un esquema de relaciones de producción integrado por patrones propietarios y mano de obra barata y suficiente: "Tierra propicia á la labranza debía comenzar su esplendorosa civilización actual bajo la acción de una mansa tribu de indios reducidos, de hábitos sosegados y de índole suave, más habituados á las faenas de la agricultura, de que vivían, que á las temidas de la guerra". Pero con el paso de los siglos y la cantidad de excavaciones que se hicieron para aljibes, pozos ciegos, sótanos, cimientos, lagos artificiales, obras sanitarias, nivelar calles, desmontar barranca, se hallaron restos fósiles pero no cacharros ni armas que confirmen si hubo alguna vez una tribu guaraní, pampa o quechua que fijara residencia entre los arroyos San Lorenzo, Ludueña, Saladillo, Frías, Seco, Sauce﷓Pavón, del Medio y Ramallo, tributarios del río Paraná cuyas aguas color de trigo maduro, como dice Alvarez, se disuelven en la inmensidad azulada del Atlántico. La ausencia de topónimos derivados de lenguas aborígenes en los carteles que anuncian, en la cabecera de los puentes de la autopista Buenos Aires﷓Rosario, letras blancas sobre fondo verde, el nombre de los arroyos a medida que aparecen y desaparecen no confirma por sí sola el origen exclusivamente hispánico de la aldea primitiva del Rosario pero tampoco lo contradice. El aporte aborigen y las tareas agrícolas son descartadas por Alvarez como variables de la economía protorosarina; su historia se inicia en el siglo XVI, durante el cual los expedicionarios españoles fueron introduciendo en el continente americano caballos, vacas, bueyes, ovejas, cerdos, cabras, especies que antes no había y que se distribuyeron en los territorios de la colonia según una multitud de factores geográficos, climáticos y sociales que determinaron las distintas suertes; los caballos y las vacas escapados de los rodeos santafesinos se encontraban con pasto yagua en abundancia a medida que se desplazaban hacia el sur, de modo que, no teniendo dificultades en hallar los medios de subsistencia y procreo, se seguían multiplicando por la llanuras onduladas sin nadie que los monte o los mate, lo que dio origen a riquezas antes inexistentes; a fines del siglo XVI erraban por decenas de miles los ganados sin dueño conocido dispersos al sur del Carcarañá, hasta que en 1689 el gobernador de las provincias del Río de la Plata reconociendo en la persona del capitán Romero de Pineda, hijo, nieto y biznieto de conquistadores, los servicios prestados a la corona por los miembros de la rama patrilinealle concedió en propiedad los terrenos fiscales comprendidos entre los siete arroyos, el Paraná al este y hacia el oeste el desierto, que en la práctica significaba todo lo que podía ocuparse o aprovecharrse sin perjuicio de otro propietario. Romero de Pineda fue el primer hacendado del Pago de los Arroyos con derechos legales sobre el ganado cimarrón que pastooreaba libremente por esas tierras que después se fueron repartiendo sus descendientes, en un proceso de subdivisión que siguió el curso natural de las generaciones. Hubo además hacia 1720 una migración de pobladores de las estancias jesuíticas del Carcarañá, los cuales, corridos por las tribus del Chaco, se establecieron de manera precaria donde pudieron, lo que dio inicio a un lento proceso de colonización. Un censo de 1744 registró doscientos cincuenta familias en toda la zona, quiere decir que en total, calculando entre cinco y seis miembros por familia, había para esa fecha unos mil trescientos habitantes, sin especificar cuántos eran de origen hispano, indígena, mulato o mestizo ni en cuántas estancias, quintas, ranchos o toldos vivían. Al principio y durante mucho tiempo la escasez de brazos, dice Alvarez, impidió el desarrollo de la agricultura; la ganadería era lo principal y la agricultura lo accesorio, el poco maíz o trigo defendible con zanjas o arbustos espinosos se sembraba junto a las casas, porque a campo abierto era necesario montar guardia veinticuatro horas, de lo contrario los numerosos animales sueltos pisoteaban y se comían los cultivos.

Alvarez es terminante: "fue obra de blancos, no de indios" la ocupación y explotación de esta franja de modelado fluvial que se eleva escalonadamente hacia el norte a un ritmo dilatado, casi imperceptible, lo que en la vista panorámica, cuando se viaja en primera fila, con el asiento reclinado, empieza a ser la insinuación a escala geológica de una monotonía ondulada que va llevando gradualmente al sueño. La planicie está subdividida en parcelas de diferente tamaño y tono, los perímetros son alambrados, hacen figuras geométricas que encajan entre sí como en un tapiz de retazos que fluyen dentro del marco visual, se pierden por los costados del parabrisas en un relevo constante, parcelas cultivadas, recién cosechadas o en barbecho químico, los tonos según la evolución de los cultivos pueden ser verdes, amarillos, ocres, marrones, grises, rojizos, con carteles en los alambrados, BASF trigo rentable, Bayer para el control de la roya y enfermedades de fin de ciclo, Ciagro, Nidera Maíces Nidera Súper Soja Nidera Nuevos Sorgos Nidera Súper Paraíso, más arriba carteles grandes, sostenidos por esqueletos metálicos enterrados dentro de las parcelas, se suceden cada tantos kilómetros como otras tantas señales de la misma persuasión comercial que pasa de una tarjeta de crédito a ropa deportiva a un modelo de autos a Mortadela Paladini a una marca de telefonía celular a un shampoo para determinado tipo de pelo a una promo de conexión a internet, camiones haciendo fila en una planta de silos de acero en forma de cono, superficie verde que amarrona hacia el horizonte, vacas negras echadas en un monte de árboles, otras al sol, paradas, cilindros de fardos forrajeros, parcela con una enfardadora en el preciso momento de soltar un fardo, corral de cerdos, oveja sola, tinglado, chatarra automotriz, cosechadora con cabina climatizada, máximo confort para el operador, monitoreo satelital, silos﷓bolsa blancos, la imagen típica del cielo con las torres de alta tensión y los cables cruzando las parcelas en diagonal, salen yuyos entre las patas de las torres, de los carteles, las columnas de hormigón, los postes de electricidad, la vegetación pampeana aprovecha los obstáculos que limitan el avance de la maquinaria agrícola, las líneas aéreas de alta tensión que vienen de la central térmica de San Nicolás, en la zona portuaria, pasan por una subestación emplazada en el ángulo de la ruta con el arroyo Ramallo y desde ahí salen hacia varias direcciones, las líneas del oeste se pueden ver en toda su extensión, la comba que describen de una torre a otra, las torres de acero se repiten a la distancia hasta perderse de vista, autocamping al borde del arroyo, dibujo de caminos de tierra, el pavimento de una pista de aterrizaje entre parcelas verdes, una parcela rectángula con isloote arbolado en el medio, otra con una casa vieja y al lado un galpón, siguiendo el curso divagante del arroyo hasta la desembocadura calderas de la central térmica, estructuras tubulares de una refinería echando fuego, torres de refrigeración, humo de los altos horrnos de ACINDAR que fuera empresa nacional y de la ex SOMISA, madre de las industrias estratégicas del Estado peronista que pasó a formar parte de una multinacional, de doce mil trabajadores quedaron menos de la mitad, las casas iguales del barrio Acindar, la edificación del centro de San Nicolás bajo nubes oblongas de un blanco radiante, parcelas, el complejo industrial de SIDERSA, playa de semiremolques, acoplados, más parcelas, gran desarmadero de equipos, herramientas y maquinaria agrícola y vial, que vendría a ser un cementerio de oxidados de la tecnología del siglo xx, recordatorio de transitoriedad de doscientos metros de frente por trescientos de fondo que incita al productor actual a no dejar pasar el momento, invertir en nueva tecnología, entrada a San Nicolás, estación de Petrobras, la cruz alta del Santuario de la Virgen, circuito de motocros, motel, depósitos con camiones estacionados como si fueran los mismos camiones estacionados desde hace años mientras siguen pasando hacia atrás en secuencia continua parcelas del mismo o de distintos tonos, el que conoce el trayecto sabe que está más cerca del punto de llegada, pero todavía falta un buen tramo, parcelas, vivero, el puente sobre el arroyo del Medio, PROVINCIA DE SANTA FE, cartel con mapa de la bota, comprueba que el paisaje productivo que venía viendo por el parabrisas frontal sigue siendo el mismo de este lado, el límite jurisdiccional no compromete la continuidad de los dos o tres tipos de explotaciones agropecuarias que se dibujan a grandes rasgos sobre la planicie ondulada. ┴lvarez cita fragmentos de un Manifiesto del Congreso de 1816 sobre las condiciones naturales de las provincias; el mismo proponía acomodar la Constitución al suelo, el clima y la índole de los pueblos, no trazar límites interprovinciales con líneas rectas sino por donde la naturaleza los señale de manera visible, donde el suelo se baste a sí mismo, donde presente las conveniencias y comodidades necesarias, defensas o medios que las proporcionen, donde el clima, el lenguaje, el genio, el carácter, los hábitos, los usos, las costumbres no induzcan diferencias chocantes. Ninguna diferencia a un lado y al otro del arroyo del Medio, los cambios se registran más bien a 10 largo del tiempo que del espacio, se amplió la frontera agrícola hasta el Chaco, Salta, Santiago del Estero, mientras el ganado inverna en las islas no aptas, por el momento, para el cultivo de cereales y oleaginosas, o es sometido a engorde intensivo en lotes chicos como comederos de gallina, y así como los rodeos de bovinos negros, blancos, blanco y negros, colorados, fueron desplazados de las áreas cada vez más extensas de cultivos transgénicos en siembra directa los homínidos desaparecieron de la vista ante el avance tecnológico de nuevas generaciones de maquinaria rodante, 10 que no se tradujo en un mayor bienestar colectivo vía distribución de las tareas, las viviendas, los ingresos sino más bien en desplazamiento de las zonas rurales a las urbanas, concentración del capital, edificios de departamentos y oficinas cada vez más altos en el radio céntrico rosarino y crecimiento horizontal de asentamiento s precarios en terrenos baldíos de la periferia y al costado de las vías, desvío a Teobald, parcelas, fábrica de plásticos, desvío a Melincué, lo que está en último plano permanece en el horizonte mucho tiempo, punto ideal de convergencia de los surcos infinitos del paisaje, como el elevador de la Junta Nacional de Granos, en el puerto de Villa Constitución, otro monumento de los años 40 cedido en contrato de locación al sector privado en los 90, el arroyo Pavón, de orillas agrestes, vegetación achaparrada, la estructura de dos puentes ferroviarios, gallinas, molino, torres de alta tensión y líneas paralelas, transversales, diagonales cruzando el cielo, la ruta de la energía eléctrica, las antenas de telefonía celular y repetidoras de señales de televisión, una camioneta levanta una estela de polvo por un camino que corta en dos las parcelas, excavaciones de una aguada con charcos verdes, salida a Fighiera y Coronel Bogado, ladrilleros a la altura del desvío a Zavalla, caballo blanco, entrada a Arroyo Seco, circuito de karting, fábrica de ladrillos huecos, estación de servicio Shell, parcelas, puesto de peaje. En esta zona eminentemente agrícola delimitada por los arroyos Seco y Frías, la ruta y el Paraná, hacia donde se ven las torres metálicas de dos palacios agroindustriales, Toepfer y Dreyfus, con sus respectivas instalaciones portuarias, hubo en el siglo XVI un matadero; algunos cuereadores tuvieron las playas pastosas entre las dos desembocaduras de los arroyos como un lugar especialmente adecuado para encerrar el ganado, ejecutar faenas y acampar; entonces la caza del ganado cimarrón y la extracción del cuero, la grasa y el sebo eran casi la única industria rentable, pero tras un siglo y medio de matanzas el ganado empezó a escasear, surgieron las estancias coloniales, donde el ganado se criaba y engordaba en rodeos; hacia el año de la emancipación nacional la ganadería volvió a dar un salto cualitativo con los saladero s, que permitieron exportar no sólo el cuero sino también la carne, agregando valor al producto final, el tasajo, que se fletaba al Brasil y a Cuba como alimento para esclavos; siguieron la industria lanar durante la segunda mitad del siglo XIX y, hacia 1900, los frigoríficos, la agricultura a escala mundial. Más parcelas, fábrica de forma estrambótica, azulejos y cristales polarizados, fábrica de pirotecnia, pirámides de ladrilleros artes anales, humo, aves y animales de corral, caballo de tiro, dos parcelas triangulares, un tarro de pintura oxidado colgando de la manija en un poste del alambrado, planta de silos, gomería, cosechadora rasurando un tendido de cebada, potrero chacareado, camino de tierra oblicuo, carrocería de colectivo sin ruedas con cartones y cortinas de trapo en las ventanas, arroyo Frías, General Motors, el exterior del complejo industrial es imponente, con cantidad de conductos de aireación y refrigeración, una playa de estacionamiento para miles de unidades nuevas alineadas bajo el sol, el contraste entre la planta automotriz y la producción artesanal de ladrillos no puede ser más grande, horno a leña, queman ruedas de auto y toda clase de basura, una pirámide de ladrillo crudo, herramientas manuales, palas, moldes, baldes, carretillas, el rancho a metros del horno y los secaderos de techos de chapa en declive, una línea de árboles, una huerta para consumo familiar, gallinas sueltas, perros, caballo, cañaveral, columnas de iluminación, venta de piletas de natación azules por fuera y el fondo celeste, sub estación transformador a de energía, torres de hormigón, ladrilleros, más parcelas, desvío de rutas, fábrica de algo, antena de telefonía celular, comedor al paso, la nota del horizonte ahora son los elevadores Cargill del puerto de Punta Alvear, tapera de arrendatarios del siglo pasado, entre árboles secos, cartel de neumáticos para camiones, parcela con cortina de álamos, el proceso de concentración del capital se verifica a simple vista en un área grande de parcelas de distinto tamaño y forma pero de un mismo verde perfecto, la altura de los cultivos también es uniforme, sembrados el mismo día, con la misma marca genética, rociados con el mismo agroquímico, un camino de entrada con columnas de árboles a los costados sale de la colectora, hace un trecho, dobla en ángulo recto y sigue hasta perderse en un grupo de árboles y palmeras, molino, casa de fin de semana de la familia propietaria, ex productores que ahora arriendan su parcela a un contratista, un productor más grande o un pool de siembra, más difusa la entidad mayor rentabilidad, ladrilleros, tinglados y casas quinta, puente sobre una ruta transversal por la que pasan camiones con acoplados, parcelas, templete rojo del Gauchito Gil, trapos rojos flameando, estación de GNC, parcelas de horticultores, fábrica de plástico reforzado, cartel de Movistar, de fábrica de frazadas, de concesionaria de una marca de autos, más carteles a medida que se acerca Rosario, venta de remolques, galpón de reciclado de pallets de madera, las casas bajas de la periferia y los edificios del centro de Gobernador Gálvez, instalación fabril no identificada, de un lado un descampado, tierra removida por las topadoras, un desag³e que conecta en diagonal la cuneta bastante honda que corre paralela a la ruta desde muchos kilómetros atrás con el arroyo Saladillo, del otro un basurero que se fue ensanchando con los años y ahora parece abandonado, con pedazos semienterrados de nylon blanco, negro, celeste, montículos de escombro erosionados, un caballo con el hocico en tierra, arbustos con hojas, quemados, espinillos, al fondo una fronda de álamos carolina, puente alto yen curva, el arroyo Saladillo es notoriamente más ancho y profundo que los anteriores y el ómnibus tarda más tiempo en cruzarlo, desde la altura las barrancas amarillas, vegetación marginal, plantas acuáticas tendiendo un tapiz de lentejuelas sobre la superficie estanca, aguas un poco verdolagas a tono con la zona rural que se termina, visos de contaminación industrial y agroquímica, bolsas de nylon entre las algas, al otro lado del puente un descampado, senderos diagonales, entre espinillos, que van para el arroyo, uno se desvía y pasa por abajo del puente, empieza la zona urbana, casillas de chapa y madera instaladas al borde de la cuneta, entre árboles de varias especies y focos de basura que indican el tipo de actividad económica que realizan por su cuenta los que viven en el asentamiento, entre las patas de estructuras metálicas que sostienen carteles de publicidad de servicios de vigilancia, hipermercado a tres minutos, tecnología alemana, Canal 3 de Televisión, minorista de electrodomésticos, centro de asistencia pública tipo galpón, sobre la línea irregular de madera, chapa, cartón, fierros, alambre, plástico, tela, palos, animales, huertas, ropa colgada se destacan las casas de bloques del barrio Las Flores, todas iguales, de una planta, con los tanques de agua grises sobre pilares blancos perfectamente alineados, reflejo de un programa municipal de erradicación de villas y urbanización de los 80, dos puentes bajo la avenida Circunvalación, zona de desvíos y empalmes, con dos rampas de acceso y salida y tres rulos de un trébol que permite seguir por la Ruta 9 que llega hasta la frontera con Bolivia, desviarse para el lado del río o dar la vuelta en el sentido de la marcha, otro asentamiento en la bajada del terraplén de la Circunvalación que empalma con el último tramo de la autopista, donde están las grandes ruinas en construcción del casino de Rosario, casillas en perdigonada, sin respetar la cuadrilla, más juntas, más separadas, entre escombros, ocupan parte del predio destinado a un área parquizada que deberá dar realce a los modernos edificios del casino, el hotel cinco estrellas y la sala de convenciones.

* Fragmento del libro "La vivienda del trabajador", EMR, 2008.

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