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Sábado, 28 de mayo de 2016

UNIVERSIDAD › UN EQUIPO DE INVESTIGACIóN DE VETERINARIAS ANALIZA POR QUé ATACAN LOS PERROS

La falta de información muerde

Matías Apa, investigador de la Cátedra de Epidemiología de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNR, explica las causas que provocan conductas agresivas en los perros y desmiente que se haya razones inherentes a la raza.

 Por Diego Angel Beccani*

En Rosario se registran por año alrededor de 4 mil lesiones por mordeduras de perros, pero sólo una pequeña cantidad de esos casos son difundidos a través de los medios de comunicación debido a la gravedad que revisten. Cuando traspasan la frontera doméstica y llegan a las noticias siempre surgen los mismos interrogantes: ¿la culpa es del animal o de su dueño? ¿Hay razas más peligrosas que otras? ¿Cuáles son las causas que desencadenan esos malos comportamientos? "Es una problemática social que responde a una multiplicidad de causas, pero principalmente hay que atender al entorno del perro y al ambiente en que fue criado", sostiene Matías Apa, docente de la cátedra de Salud Pública de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de Rosario.

El investigador considera que hay una serie de factores que inciden en el comportamiento de un perro: en primer lugar, se encuentran las características raciales y familiares (genéticas), que si bien influyen en la conducta no tienen un alto grado de impacto. "En cada raza hay líneas de padres y madres que representan un antecedente para sus crías, pero no es determinante", asegura Apa, quien pone el acento en las particularidades propias del can y las de su entorno, donde entran en juego los dueños y el ambiente en el que es criado.

En esa línea, señala que el cachorro recibe estímulos que impactan en la formación de su comportamiento desde que está en el útero de su madre. De esta manera, su entorno adquiere un papel protagónico a partir de su gestación, cuando es apenas un embrión. Tras su nacimiento, "es importante evitar que la madre viva situaciones de estrés constante porque puede transmitirlo a sus crías", afirma.

Durante los primeros tres meses de vida, el cachorro atraviesa una etapa de socialización en la que absorbe "como una esponja" todo lo que encuentra a su alrededor, naturalizando los componentes que lo rodean. Es por ello que "es fundamental que en ese período se relacione con otras especies y con personas de distintas edades para que en un hipotético futuro de convivencia haya un mayor entendimiento", aconseja, tras lo cual resalta la importancia de los primeros cuatro días, que son cruciales en la docilidad del perro doméstico. "Si se vincula con personas, luego será mucho más sociable", remarca.

Sin embargo, Apa advierte que, por lo general, esa etapa de socialización se suele ver interrumpida cuando los cachorros son adoptados o vendidos a sus dos meses de edad, siendo separados de su madre y hermanos, lo que puede generar inconvenientes si no se es consciente de que los perros se configuran mediante un ordenamiento social distinto. "Se rigen por jerarquía, de una manera más vertical. Hay que comprender este aspecto para comunicarnos con ellos porque muchas veces puede prestarse a la confusión", puntualiza.

No obstante estas definiciones, hay razas que son consideradas "potencialmente peligrosas" por su conformación anatómica y sus atributos físicos: contextura, peso e incluso el impacto de su mordida. Después de todo, no es lo mismo ser mordido por un caniche que por un rottweiler. Para el académico, todos los perros son potencialmente peligrosos y son potencialmente los mejores amigos del hombre. "Depende de cómo los criemos", indica, tras lo cual agrega: "La raza no determina el riesgo de agresividad, pero sí el daño físico que puede causar".

Entonces, ¿por qué se producen más ataques de parte de ciertas razas? Lo cierto es que la mayoría de las agresiones no son difundidas por la prensa y se pierden en la cotidianidad. "No es noticia que un perro muerda a su dueño y le produzca una leve herida. Lo único que llega a la luz son los casos en los que hubo un daño grave o, incluso, la muerte de una persona", entiende Apa, al tiempo que recuerda que en Rosario se registran alrededor de 4 mil casos de mordeduras por año.

El docente forma parte de un equipo de investigación en la cátedra de Epidemiología de la Facultad de Ciencias Veterinarias que determinó que, a nivel internacional, la cantidad de personas que requieren atención médica por lesiones producidas por ataques de perros se incrementa anualmente. Pero, ¿cómo se pone freno a una problemática en alza? "No hay soluciones simples para problemas complejos", sostiene Apa, quien considera que la prohibición de las denominadas "razas peligrosas" no es el camino correcto.

"En su mayoría, estos ataques tienen lugar en entornos domésticos, entre las mascotas y sus dueños, y se dan más por miedo que por dominancia o jerarquía, como se suele presumir. De modo que, si eliminamos una raza, no erradicamos la agresividad de los perros a las personas. Lo peligroso no es la raza en sí, sino el uso que se le da o el carácter simbólico que toman, ya que estos animales cargan con el estigma de representar la posesión de un arma", reflexiona.

"El cerebro del doberman crece hasta que toca el cráneo y lo vuelve loco". Es un mito. Y hay incontables mitos como éste que asocian al envejecimiento del perro con la pérdida de la cordura, que son rechazados de plano por la comunidad veterinaria. Lo que sí puede ocurrir, señala Apa, es que como consecuencia de la senilidad, el can puede sufrir alteraciones orgánicas, lo cual puede modificar su comportamiento, que a su vez puede derivar en reacciones violentas. "Pero no hay un perro agresivo por naturaleza", concluye.

*Integrante de la Dirección de Comunicación de la Ciencia de la UNR.

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Matías Apa es docente de la cátedra de Salud Pública de la Facultad de Veterinarias.
 
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