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Domingo, 30 de noviembre de 2008

CIUDAD › TESTIMONIOS. EL EQUIPO DE INVESTIGACIóN POR LA MEMORIA POLíTICO-CULTURAL, PRESENTA EL LIBRO "EL POZO", SOBRE EL CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIóN DEL EX SERVICIO DE INFORMACIONES DE ROSARIO.

La memoria que emerge de El Pozo

Con cientos de testimonios de sobrevivientes, documentos, fotografías y filmaciones; este equipo de más de treinta personas trabajó durante los últimos cuatro años para confeccionar este primer trabajo sobre el más emblemático de los centros clandestinos que funcionó en Rosario y zona.
¿Cómo fue posible que en pleno centro de la ciudad cientos de prisioneros fueran torturados a plena luz del día y muchos de ellos, sacados de allí para luego ser asesinados?. El pasado cobra vida y sentido político.

 Por Leo Ricciardino

El próximo miércoles 3 de diciembre estarán todos allí. Todos los responsables de haber trabajado intensamente en estos últimos años para rescatar la memoria de las víctimas de la última dictadura militar en Rosario. El Equipo de Investigación por la Memoria Político-Cultural que integran estudiantes universitarios, profesores y ex presos políticos; se reunirán ese día desde las 19.30 en la sede de Sadop (Montevideo 1567), para presentar este voluminoso e imprescindible trabajo. El mismo que comenzó a gestarse allá por el 2004, unos tres años después de que El Pozo del ex Servicio de Informaciones de la Jefatura de Policía de Rosario, fuera cedido a los organismos de Derechos Humanos para que decidieran qué futuro tendría ese fuerte lugar del pasado, donde habían estado detenidos sus hijos, sus esposas y esposos, donde muchos habían sido asesinados. Incluso la cesión de este lugar está rodeada de una historia reciente y trágica para el país: Fue en 2001, en el año del derrumbre, después de que cayeran muertes ocho personas en Rosario por las balas policiales, el gobierno de Carlos Reutemann concede que la decisión sobre este espacio de la memoria sea tomada por los organismos de DD.HH.

La profesora Silvia Bianchi fue una de las primeras convocadas para delinear proyectos en torno a El Pozo. Tiempo después, fue la encargada de coordinar todas las investigaciones -y el equipo especial que se conformó para la tarea-, que terminaron por quedar plasmadas en este libro. Para ella el trabajo "es el resultado y, de alguna manera, la puesta en palabras de toda la experiencia vivida. Es una propuesta ni mejor ni peor que otras, es nuestra propuesta. Lo que nos interesa es ser parte de las políticas que debaten la recuperación de los centros clandestinos y de la memoria. Lo que se puso en debate y en tensión (con otros sectores) fue que nosotros empezamos a politizar la memoria", explica para dar cuenta de lo que también fue un proceso de desacuerdos entre varias organizaciones en torno a qué hacer de y con El Pozo.

Bianchi agrega que "el conflicto fundamental es porque -como diría Antonio Gramsci- empezamos a pelear por el sentido que le queríamos dar al pasado. La memoria es un campo de pelea por el sentido del pasado. O sea, quien es dueño del pasado, es dueño del presente y por lo tanto del futuro. Entonces, es un gran debate y por eso cuando nosotros dijimos esto se recupera con el sobreviviente, el sobreviviente traía la identidad política, no sólo la de él sino también la del compañero desaparecido; cuando se empieza a pensar el pasado en clave política; esto se transformó en conflictivo". Y para ella es esto lo que está en debate: "Quienes proponemos repolitizar la historia y por lo tanto el pasado, y quienes quieren una sociedad sin pasado ahistórica y apolítica. Nuestra idea es que los centros clandestinos de detención del país son patrimonio público de Argentina, patrimonio histórico. Y que por lo tanto deben permanecer tal cual están en este momento".

Por su parte, y la hora de explicar cómo se fue conformando el grupo de investigación que trabajo para la recuperación de la memoria de El Pozo, el estudiante José Rubio recordó que "a nosotros nos va convocando la coordinadora (Silvia Bianchi), porque hasta ese momento el grupo no estaba conformado y después recién nació como Equipo de Investigaciones por la Memoria Política. La idea era empezar a armar un grupo que tenía que desarrollar un proyecto en torno a un centro clandestino de detención. Tratar de empezar a hacer algo que no sabíamos bien qué iba a hacer. Los organismos de DD.HH convocan a Silvia y ella nos convoca a nosotros", dice Rubio y agrega que "ese lugar estaba totalmente abandonado y a fines de 2001 por decreto del gobierno provincial se lo ceden a los organismos. Entonces empezamos a dividirnos en áreas para empezar a abordar este espacio. Empezamos a recorrerlo, empezamos a averiguar y a delinear algunas puntas sobre las que íbamos a trabajar en cada una de las áreas que habíamos conformado: Archivo, documentación, arqueología porque el lugar tenía muchas inscripciones en las paredes entonces se iba a trabajar sobre eso".

Bianchi, hace un poco de historia reciente y contextualiza el momento de la cesión de El Pozo a manos de los organismos. "Hay que recordar el momento, lo que eran esos días de fines de 2001 en Rosario y en Argentina. No había ninguna investigación previa, no había un paradigma donde nosotros pudiéramos referenciarnos acerca de cómo se recupera un centro clandestino de detención, tortura y muerte de la dictadura argentina. Estábamos en cero. Y todo esto, que era como estar parados en el medio de una inmensidad difícil de abordar, había que tomarlo además con los jóvenes que formaron el equipo. Generaciones que estaban atravesadas o por la teoría de los dos demonios o por agujeros absolutamente profundos, simbólicos", recuerda. Y agrega que "además en ese momento estaba todo el impacto del estallido social del 2001 y también en el contexto de este corredor de autos que teníamos de gobernador en esa época. Que como para tapar un poquito el drama de lo que había sucedido -los ocho muertos que hubo en Rosario y la provincia-, como que lo aconsejan para que salve un poquitito la imagen y convocan a los organismos de DD.HH para ver qué hacer de El Pozo que todavía estaba cerrado en ese momento y con la Jefatura de Policía que aún no se trasladaba de ahí; a construir un lugar de la memoria. Ese es el contexto en el que se cede El Pozo".

A la hora de hablar de los testimonios y documentos, la profesora Bianchi asegura que "el testimonio fundamental es el del que pasó por estos lugares de detención, tortura y muerte. Estos ex detenidos tienen la historia central de estos lugares. Primero porque es el pasó por ahí y sobrevivió y segundo porque quizás es el que vió por última vez a un compañero desaparecido y tiene el último dato. Pero además, porque ese sujeto que estuvo ahí, estuvo ahí por algo. No solamente por pintar una pared, por ir a dar apoyo escolar a un villa o por participar de una manifestación; este sujeto estaba ahí además porque era poseedor de una identidad política y de un proyecto político", asegura.

La "vida" en El Pozo

Luis Megía es uno de los tantos ex detenidos políticos que pasó por el subsuelo del ex Servicio de Informaciones de la Jefatura de Rosario. Asegura que "para los que pasamos por ahí como detenidos, fue muy importante este proceso de recuperación de la memoria de El Pozo. Porque a los sobrevivientes, en mayor o menor medida nos pasó siempre lo mismo: Los que salimos en tiempos de dictadura no podíamos hablar porque era el miedo lo que nos paralizaba, y cuando vino la democracia empezó la Teoría de los Dos Demonios y siempre nuestras voces fueron incómodas".

Para Megía, los procesos de recuperación de la memoria "hicieron, en general, del desaparecido un ícono. En el sentido que siempre el que muere o desaparece es mejor que el queda vivo, ¿no?. Pero esto se dio fundamentalmente porque nosotros planteábamos una incomodidad, porque había que admitir que los que no estaban y los que estábamos habíamos llevado adelante un proyecto político, con sus matices y diferencias, pero un proyecto al fin. Que nos planteábamos la sociedad como un cambio político, es decir, para nosotros la actividad política, la entrega y el sacrificio tenían un único fin: La transformación de la sociedad. Entonces, que muchos años después en el marco de `El fin de las ideológias' de las voces que repetían `la historia terminó', era muy difícil de admitir un pasado tan cargado".

Sobre el lugar, Megía explica que lo que hace que El Pozo sea quizás más emblemático que otros centros clandestinos, "es que está en el medio de la ciudad, en el centro. Todos los que pasamos por ahí y vivíamos en El Pozo, veíamos pasar la gente por la calle, era estar vivo pero fuera de la realidad. Nosotros veíamos que la gente seguía con lo suyo, pasaba por ahí sin saber que nosotros estábamos ahí abajo, que habíamos sido torturados, golpeados. Estábamos muy cerca, pero en otro mundo. Y esto es muy diferente a lo que vivimos muchos después en el penal de Coronda. Porque en la cárcel, el que está afuera sabe qué es lo que pasa adentro, qué hay adentro de ese edificio. En el caso de lugares como El Pozo, la gente ignoraba lo que pasaba en ese sótano en pleno centro de Rosario". Megía coincide además con otros ex detenidos al señalar que "a los sobrevivientes se nos plantea siempre una tarea muy difícil, una tarea moral que va más allá de contar nuestra experiencia, y que es ser -nada menos- que la voz de los que ya no están. Y eso es muy difícil. Darle identidad a los compañeros que no están".

La historia de Carlos "Pucho" Arroyo nos es muy diferente. Cuenta que el el primer contacto que tuvo con el Equipo de Investigación por la recuperación de la Memoria Política, fue en una muestra que hacen habitualmente los integrantes del Colectivo de Ex Presos Políticos, en la Plaza Pringues. "Y de ahí en más comenzamos a hablar, a brindar nuestros testimonios. Porque como dice Luis (Megía), nuestra mayor preocupación es darle identidad a los compañeros que ya no están, además del tributo, poder reconstruir quiénes eran, cuáles eran sus sueños, sus proyectos. Ponerlos en el lugar de la historia que se merecen".

Y agrega que además, El Pozo fue el centro neurálgico de la sistema represivo en Rosario. "Fue el lugar por donde más gente pasó, y además por su ubicación geográfica. Es lo que fue la Esma a Buenos Aires y la Perla a Córdoba, para establecer una comparación. Las órdenes emanaban del II Cuerpo que estaba ahí nomás, cruzando la plaza, pero la parte operativa que cumplía la Patota de Feced se desarrollaba ahí en ese sector de la ex Jefatura, en El Pozo".

Horacio Dalmonago también recuerda su encuentro con el Equipo de Investigación por la Memoria. "Particularmente, recuerdo el momento en que se comenzaron a organizar las `bajadas' a El Pozo, una vez recuperada la posibilidad de acceder a ese centro clandestino, allá por enero de 2003. La primera vez que bajé fue impresionante porque sentía que a medida que descendía volvía a tener 18 años, me recordaba encapuchado, arrastrado de los pelos por esas mismas escaleras. La verdad es que fue muy fuerte. Y ahí comencé a recordar, a pesar de las modificaciones que se habían hecho con los años, todo lo que era la zona que llamábamos `La Favela', que era una escalerita que subía a un piso cerrado, sin salida, con una banderola redonda y una lamparita prendida durante las 24 horas".

Dalmonago asegura que "es muy importante la transmisión de todos estos datos, porque a pesar de que muchas cosas se conocieron desde que empezó la democracia aún falta mucho por conocer y por resignificar. Lleva muchos años hacer un duelo y debatir de qué manera se recupera el sentido político de la memoria. Ese, por ejemplo, es un aspecto nuevo que aún no se completó del todo y que me parece que este trabajo ayuda para concretarlo". concluyó.

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Parte del Equipo de Investigación por la Memoria Político-Cultural, que compiló el trabajo de "El Pozo".
Imagen: Alberto Gentilcore
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