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Martes, 27 de octubre de 2009

CIUDAD › IDENTIFICADO POR TESTIGO

La voz de Perizzotti

 Por Juan Carlos Tizziani

La pregunta rompió el silencio de la sala del juicio a los represores santafesinos. El abogado defensor quería saber si en estos 30 años en alguna declaración anterior ya habían apuntado a su cliente como el responsable del traslado de diez ex militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), desde un centro clandestino conocido como "La Casita" hasta la cárcel militar que operó en la Guardia de Infantería Reforzada. Y la respuesta fue precisa: "Sí, esa persona era el comisario (Juan Calixto) Perizzotti", contestó Silvia Abdolatif. Cuatro de esas diez mujeres ya dijeron ante los jueces del Tribunal Oral Federal que escucharon la voz de Perizzotti en el chupadero.

Silvia tenía 20 años cuando fue secuestrada el 23 de marzo de 1977. Tenía un bebé de 9 meses. El grupo de tareas rodeó y asaltó su casa. Ella resistió desprenderse de su pequeño. Pero uno de los represores sacó un arma y apuntó en la cabeza del bebé: "Te callás y venís con nosotros o ya sabés lo que va a pasar", la amenazó.

En la puerta esperaba un Peugeot 504 blanco. La empujaron en el asiento de atrás, y el vehículo avanzó hacia el sur por la avenida López y Planes. Uno de los que iba al lado, le dijo: "Turquita, a mi me dicen Turco como a vos". El mismo apodo y la misma referencia la volvió a escuchar después en el centro clandestino. "Turco" o "Lolo" era los nombres de guerra que usaba el sargento primero del Ejército retirado, Eleodoro Jorge Hauque, ya fallecido.

Abdolatif cree que el Peugeot la llevó hasta el parque Garay, donde esperaba un camión con cabina metálica cerrada. "Estoy casi segura que estaba estacionado atrás del parque porque ese es mi barrio desde los 8 años". La subieron al vehículo y esperaron que llegaran otros vehículos que traían las otras mujeres. Todas encapuchadas y con las manos atadas a la espalda.

Ya en el centro clandestino, paralizada por el terror, uno de los represores le susurrió al oído. "Quedate tranquila. Si te hacen daño pedí por mi. Yo acá soy El Rey", le dijo. Con el tiempo se daría cuenta de la perversión de los interrogatorios y los roles de buenos y malos que asumían los torturadores. Unos meses después, en la GIR, Anatilde Bugna -otra de las víctimas que declaró en el juicio- le dijo que "El Rey" era Eduardo Ramos porque había sido su compañero de la escuela primaria.

Después de las sesiones de torturas en "La Casita", donde la obligaron una declaración, una noche la sobresaltaron los preparativos y las voces fuertes. Uno de ellos la amenaza: "Turquita, acá tenés tus documentos le dice , así van a saber quién sos cuando te matemos". Escucha que otra persona se acerca y pregunta: "¿Estas son? ¿Las llevo?". La voz del hombre le quedó grabada en la memoria y lo pudo identificar cuando la destabicaron en la GIR. "Era Perizzotti", dijo.

La sacaron del centro clandestino en un auto y en el camino la bajaron para subirla a un camión. En el trasbordo, la detienen y la hacen arrodillar. "Ahora, empezá a rezar". Ella empezó que la mataban. Y ahí escucho la voz de mujer que se acerca y le dijo: "Vení, Flaquita, vení por acá". "Esa era Aebi", a quien identificó igual que a Perizzotti en la Guardia de Infantería. El tercero rostro que vio fue el del sargento primero Manuel) Ríos.

¿Reconoce los apodos que escuchó en La Casita? le preguntó una abogado querellante.

Sí, el primero que se me acercó: "El Rey", a otro que le decían "El Turco", y el que me tomó declaración "El Tío", el ex suboficial del Ejército, Nicolás Correa.

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