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Lunes, 6 de febrero de 2006

CIUDAD › PRIVADOS ACEPTAN CONSERVAR UNA CASONA QUE IBA A SER DEMOLIDA

Es el buen inversor inmobiliario

A principios del 2005 a Municipalidad encendió el alerta porque los dueños querían demoler una antigua casa de bulevar Oroño. Los nuevos límites impuestos por la legislación y el interés demostrado por los actuales propietarios, permitieron su salvación.

 Por Guillermo Lanfranco

En un edificio simbólico, que estuvo a punto de ser demolido el año pasado, se aplicará por primera vez la ordenanza de preservación de inmuebles de valor urbano de bulevar Oroño -entre Rivadavia y Montevideo- que establece un límite de trece metros de altura para nuevas edificaciones, y poner fin así a la destrucción del patrimonio arquitectónico de una de las arterias más reconocidas de la ciudad. Los nuevos propietarios de la casona de los años `20 ubicada en Oroño y Urquiza -los anteriores habían solicitado un permiso de demolición lisa y llana- dejarán intacto el frente de la edificación y adaptarán su interior para alojar oficinas y un auditorio. En un espacio libre del lote se construirá un nuevo edificio vidriado -vinculado a la esquina-, manteniendo los límites de altura máxima permitida por la legislación. Un ejemplo de inversión privada donde la preservación de un bien social es el límite para la renta económica.

A principios del 2005 trascendió la intención de los dueños de la casona ubicada en Oroño y Urquiza (ochava noreste) de demolerla para levantar una torre de departamentos. La propiedad formaba parte del catálogo municipal de 2200 unidades consideradas de valor patrimonial en el radio céntrico, pero la falta de herramientas jurídicas para evitar su desaparición llevaron a que el Ejecutivo apelara al único recurso posible: no otorgar el permiso de demolición hasta tanto se pudiera llegar a un acuerdo con la propietaria. Mientras tanto, desde la Secretaría de Planeamiento se ofreció alquilar el inmueble para ubicar allí el Ente de Transporte Municipal y, al no tener eco esa propuesta, se planteó la posibilidad de buscar un comprador que estuviera decidido a preservar el edificio. Pero el monto pedido por la propietaria excedía la tasación oficial cercana a los 600 mil pesos.

"(El intendente Miguel) Lifschitz estaba decidido a expropiar el inmueble para evitar que se demoliera", reveló una fuente de la Secretaría de Planeamiento. Pero esa instancia se hizo innecesaria cuando la propiedad pasó a manos de nuevos inversoress -Sergio Monti es el nombre de uno de ellos- y estos sí aceptaron cambiar el proyecto original de demolición y posterior torre de departamentos, por otro que se adaptara a la nueva normativa de bulevar Oroño.

Así nació el proyecto a cargo del arquitecto Edmundo Poggio, que propone "demostrar la posible relación de respeto y diálogo entre las dos arquitecturas atemporales, cada una exponiéndose con su propia identidad, sin necesidad de mimetizarse". Es decir, apenas despegado del edificio de valor patrimonial se levantará otro de igual altura, un "prisma" vidriado que hace las veces de ingreso colectivo a las oficinas. La obra se pondrá en marcha ni bien logre el visto bueno de la Dirección de Obras Particulares municipal, para que luego el Concejo apruebe el convenio público-privado de preservación del inmueble.

La Comisión Municipal de Preservación del Patrimonio Arquitectónico evaluó positivamente el proyecto, considerando que "la intervención propuesta es satisfactoria ya que resuelve con un criterio acertado la preservación integral del edificio existente, articulándolo sutilmente con la obra nueva a través de su materialidad y volumetría". La directora del Programa de Preservación, Silvia Docola, destacó que "este proyecto demuestra que es posible adaptar los proyectos privados a la demanda de preservación del patrimonio urbano que plantean los ciudadanos".

Todo esto fue factible gracias a la ordenanza Nº 7910, promulgada el año pasado, que estableció el Area de Protección Histórica, Urbanística y Arquitectónica del bulevar Oroño entre Rivadavia y Montevideo. La misma fija entre sus indicadores urbanísticos, como altura máxima, planta baja y tres pisos altos o su equivalente de 13 metros, y una altura mínima de planta baja y un piso alto o su equivalente a siete metros, con una tolerancia en más o en menos de un 15 por ciento. No se admiten más edificios en torre y tampoco se permiten nuevas habilitaciones de estaciones de servicios, playas de estacionamientos, boliches, supermercados, carnicerías, verdulerías y fábricas. Como el catálogo de inmuebles emplazados sobre Oroño considerados de valor histórico y patrimonial contempla edificaciones construidas antes del año 1953, la ordenanza promueve la realización de otro relevamiento para incorporar estructuras más recientes en un intento por salvarlas de posibles demoliciones por la especulación inmobiliaria.

De los 300 lotes de terreno con frente sobre bulevar Oroño, entre Rivadavia y Montevideo, 122 corresponden a edificios de valor arquitectónico o cultural, de acuerdo al relevamiento que efectuó la Municipalidad para la ordenanza de preservación de uno de los paseos más pintorescos de la ciudad. "No es poco lo que queda por preservar, ya que representa el 40 por ciento del bulevar", dijo a Rosario/12 la secretaria de Planeamiento municipal Mirta Levin respecto a los edificios que no se pueden demoler. En cuanto al resto de los inmuebles, cualquier nueva construcción debe ser compatible con las alturas que ya tienen los edificios antiguos: planta baja y tres pisos. Nada nuevo se puede construir por encima de eso.

El objetivo es "evitar una imagen de Oroño similar a la de Pellegrini, avenida que a sus costados tiene dos paredones de edificios en altura, lo que trastocaría totalmente la imagen del bulevar, que nació con esa caracterización de viviendas con frentes recedidos, jardín en la entrada, y palmeras en el frente. Fue creada como un paseo, por lo que seguir alentando la construcción de edificios en altura, que le quitan luz y aire entre otras consecuencias, es muy negativo".

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La edificación de Oroño y Urquiza, construida en la década del `20, conservará el frente. En su interior habrá oficinas y al lado un nuevo edificio vidriado que respetará límites de altura.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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