rosario

Domingo, 10 de octubre de 2010

CIUDAD › HACE CINCO AñOS FALLECíA RUBéN NARANJO, UN LUCHADOR IRREMPLAZABLE QUE ES RECORDADO EN ESTA NOTA POR AMIGOS Y COLABORADORES.

El hombre de la humildad absoluta

La vida de Naranjo tiene hitos perfectamente reconocibles: Su participación como artista en Tucumán Arde, su militancia por los derechos humanos al lado de las Madres, la fundación CHICOS que albergaba menores en situación de calle y sus informes periódicos sobre casos de gatillo fácil que tanto incomodaban a la policía. Siempre al lado de los pobres, al lado de los que sufren.

 Por Alicia Simeoni

Rubén Naranjo camina por la vida, hace esto y aquello, se apasiona, se conmueve, se enamora. De pronto decide pintar. ¡Esa cantidad de colores lo atrae tanto!, pero no se puede quedar todo el tiempo en el esteta que es, hacen falta tantas cosas. Las dictaduras son terribles "la de (Juan Carlos) Onganía , la de (Jorge Rafael) Videla, siempre están mirando, persiguiendo, matando, robando bebés. Los militares acosan, hay que parar el pensamiento, hay que evitar que se despierte en muchos las ganas de pensar y de hacerlo después de ver muy bien qué pasa alrededor". Hay un chico durmiendo en la calle, come cuando puede, cuando junta moneditas mientras alguien lo echa de un bar. Aprende de esos chicos mientras los escucha en el taller de dibujo en la Asociación CHICOS ¡Qué cosa, siempre dibujan a la policía, muchos edificios y casas, total es como que la ciudad es una gran casa! En ese lugar de encuentro no hay rigidez, únicamente humanidad y un horario que sirve para crear un hábito, ordenarse un poco porque hay más cosas que hacer. El tiempo está para ser disfrutado por el sólo contacto con los demás, aunque ese contacto tenga el sabor del sufrimiento de las Madres cuando dan la vuelta los jueves en la plaza 25 de Mayo y donde Naranjo está siempre. Es que también allí se nutre del coraje inigualable de esas mujeres. Pero falta más, porque son siempre los mismos pobres, expropiados de todo los que caen por las balas del gatillo fácil de esos hombres que deberían cuidarnos. Hay que contarlos para mostrar que son muchos los caídos por los disparos asesinos, para que la Justicia no se haga la distraída y con caradurez mire para otro lado como en ese Diciembre trágico. ¿Qué pasa que el aire está tan irrespirable? ¿Qué pasa que no le llega? Seguro que es por tanta injusticia y dolor. Por eso está tan fatigado y no puede respirar. Hay que descansar, es hora de que los otros se queden produciendo, acompañando, disfrutando como cuando a él los ojos se le llenaban del mundo. Ya es 3 de octubre de 2005, pero ¡falta tanto por hacer y el día está tan lindo! Toma la mano de cuatro amigos: Graciela Carnevale le ofrece los colores que usaron en Tucumán Arde, Raúl Frutos le alcanza la tijera para que recorte los diarios y comparte sus lágrimas por tanto libro destruido en la Vigil, el Noni Ceruti toma sus enseñanzas respecto a desterrar el sectarismo de la militancia y David Villalba, chico en situación de calle desde los 8 años sabe que es su orgullo porque enseña serigrafía en la Biblioteca "Pocho Lepratti".

Graciela Carnevale fue una de sus compañeras en el Grupo de Artistas de Vanguardia. A lo largo de 1968, con la opresión dictatorial, el cierre de ingenios que hambrearon a tantos obreros surgió Tucumán Arde, una obra colectiva realizada por pintores, fotógrafos, escritores, sociólogos y cineastas de Rosario, Santa Fe y Buenos Aires. Tenía desde el inicio un objetivo de denuncia y de cuestionamiento desde la vanguardia. Cuando los artistas montaron la obra en Tucumán la realidad los tocó y desde la estética surgieron mil caminos hacia la ética. Había tanta pobreza, tanta enfermedad y chicos sin nada que después Naranjo contaría que "algunos no volvieron a pintar jamás. Yo nunca volví a exponer para vender: hoy me paro desde fuera del campo del arte. No creo que el arte sea ajeno al mundo del hombre y frente a la vida".

Carnevale estuvo con Rubén en la Vigil, precisamente en la Escuela de Arte, en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario y recuerda cuando en 1984, ya en democracia, retomó el cargo del que había sido desplazado durante el Onganiato. "Rubén era una persona con una capacidad de escucha y con una memoria extraordinaria, tenía mucho para dar. Creo que el tema de la educación, en todos sus aspectos, era muy importante para él. Era un docente y un artista comprometido con la vida. Fue un maestro para mucha gente en Rosario, sobre todo su vida tenía sentido cuando estaba dedicada a trabajar por los padeceres humanos, esos que se sufren como las violaciones a los derechos humanos en el sentido más amplio. Yo diría que era un militante en cualquier lugar en el que estuviera".

Rubén y la Vigil (subtítulo)

Raúl Frutos estaba a cargo de la Biblioteca Constancio C. Vigil y conoció a Naranjo cuando se construía el edificio. Había sido llevado por un arquitecto para que hiciera en la entrada esa conjunción de vidrios y paneles. "Allí, como él decía, desde el andamio, empezó a ver cosas que no conocía, sobre todo en un barrio como Tablada. También decía que iba a la facultad a enseñar y venía a la Vigil a aprender, lo que da una idea de su humildad. Más allá de sus importantes conocimientos, el distintivo de Rubén era la humildad. Jamás puso su saber por encima de nadie. Estuvimos trabajando juntos hasta la intervención institucional en 1977, después otras experiencias en la vida nos volverían a poner en contacto y en un acercamiento que nunca perdimos". Sacó con la producción del músico Enrique Llopis las Ediciones De Aquí a la Vuelta, donde Raúl Frutos fue corrector mientras tenía la Librería "La Biblioteca", en Corrientes al 600 primero, y luego en Rioja al 900 donde también se vendían los ejemplares, como en otros sitios de la ciudad. Naranjo siguió con la tarea editorial y reeditó la obra poética de José Pedroni en la que Frutos hizo la corrección tipográfica y que había sacado antes la también editorial de la Vigil que Naranjo dirigía. Un poco después desde Paralelo 32, otro proyecto editorial, se publicaron 10 títulos con los autores que participaron de la maravillosa dimensión y del hecho político que significó Teatro Abierto, esa manifestación colectiva que surgió en 1981 contra la dictadura militar. Frutos quiso resumir su testimonio: "Fue un hombre de una humildad absoluta y un optimista. Siempre pensó que las cosas eran posibles y los cinco años en que no está físicamente representan para mí una gran pérdida personal, también para muchísima gente para quién era un referente natural y para la multiplicidad de problemas y conflictos que en el ámbito de lo político y lo social padece nuestra sociedad.".

Es también Raúl Frutos el que lo pinta con una anécdota del comienzo de la democracia cuando Rubén Naranjo vuelve en calidad de director normalizador a la carrera de Bellas Artes. En un momento un contador de la UNR le pide unos informes y él se niega a dárselos porque se trataba de alguien que había sido colaboracionista de la dictadura. Ese hombre le entable una demanda y cada vez que había una audiencia el juez que intervenía en el pleito trataba de acercar a las partes, a Naranjo y al contador. Así, con insistencia inquebrantable, el director de Bellas Artes repetía que ratificaba todos sus dichos. Mucho tiempo después quedó libre de la imputación que le hacía el personaje ligado al régimen militar.

"Todavía, cuando enfrento una situación que es difícil de resolver me pregunto qué me diría Rubén, cuál sería su palabra tan atinada", termina Frutos emocionado.

Gatillo fácil (subtítulo)

El historiador Leónidas Ceruti compartió con Naranjo dos espacios de trabajo militante, la Agrupación Agustín Tosco y el Foro Memoria y Sociedad. En este último participaban los abogados Rodolfo Shcoler y Matilde Bruera. Compartían el profundo compromiso en la lucha por la defensa de los derechos humanos y los caminos para llegar al juicio a los genocidas. Ni Rodolfo Shcoler que murió muy joven, antes que él, ni Naranjo pudieron llegar a ver a los genocidas y represores juzgados por los Tribunales Federales y por la sociedad.

El Foro Memoria y Sociedad en el que el fundamental trabajo era de Naranjo y de la profesora Mirta Sellarés se dedicó a investigar las muertes por el llamado "gatillo fácil". Se trataba de un minucioso trabajo de relevamiento de la prensa gráfica. Después de esa recopilación se publicaban los datos y se entregaban a organizaciones de la comunidad, a autoridades municipales y provinciales y a legisladores.

"No fueron muchos los años en que lo conocí y compartí con él. Me enseñó muchas cosas, a humanizar la militancia, a romper el sectarismo que tanto mal nos hizo y nos sigue haciendo. Su personalidad transmitía bonomía, el convencimiento de no claudicar a pesar de las dificultades y un gran respeto intelectual por quienes investigaban y producían. También me enseñó las dificultades editoriales cuando quise publicar mis primeros trabajos y me contó una cantidad de secretos. El que menos gana es el autor, y los que más son los que fabrican el papel. Era un tipo muy querible y cuando estaba muy enfermo, ya con su aparatito, lo fuimos a entrevistar a su casa con Charlie López cuando hacíamos la película sobre los rosariazos y nos atendió mucho tiempo, en una larga entrevista donde demostraba su militancia y la siempre actitud de darse. Su rigurosidad y disciplina en el trabajo eran admirables".

David Villalba hoy tiene 29 años y ocupaba, sin dudas, un importante lugar entre los afectos de Naranjo. Cuando fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad, en 2004, ya con dificultad habló ante muchísima gente que ocupó el recinto del Concejo Municipal. En un momento, levantó la mirada hacia uno de los palcos más altos. Fue cuando dijo que la mayor recompensa que había recibido en su vida "fue saber que hoy un chico de la calle, formado en CHICOS, es docente de la Biblioteca Pocho Lepratti". Se refería, claro, a Villalba, quien a cinco años de su muerte dice que le hubiera gustado conocerlo ahora, cuando él está más maduro. "Pienso que Rubén esperaba más de mí porque estuve unos meses dando el taller de serigrafía en la biblioteca y no me sentía bien, yo estaba con problemas y dejé. No sé si lo defraudé. El día que se lo dije me habló mucho, me invitó a tomar un café y no recuerdo haberlo visto tan serio. Yo había arrancado bien y luego me caí. El estaba preocupado porque no me veía bien. Estaba viviendo en una pensión y allí me fueron a buscar cuando murió. Estaba trabajando en un documental sobre mi vida y todas las semanas nos encontrábamos en lo que era el Viejo Splendid. Allí hablábamos pero mucho me hablaba él, era alguien que siempre tenía mucho que ofrecer. Me dio tanto desde aquel taller de dibujo al que yo concurría y garabateaba lo que tenía en mi vida en la calle, policías, edificios, autopistas y les ponía mucho color. Los dibujos quedaban en CHICOS porque casi ninguno tenía un lugar donde llevarlos". David Villalba sigue trabajando hoy en una cooperativa con la que se hacen y comercializan trabajos realizados con la técnica de la serigrafía. "Tendría que haberlo conocido ahora para poder compartir más de su vida".

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"Naranjo era un docente y un artista comprometido con la vida. Un militante en cualquier lugar en el que estuviera".
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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