satira

Especial narrativa

Por Rudy

¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Qué tal se transita este mes de febrero? ¡¿Calor, no?! ¿Mucho calor, no? ¿Terrible calor, no? ¡Qué calor que hace, ¿no?! ¡No se soporta el calor terrible que hace, ¿no?!

Bueno, así podríamos seguir durante párrafos y párrafos, con diversas, redundantes, repetidas y recalcitrantes maneras de preguntarle por el clima, y evitar, de ese mismo modo, meternos en lo más profundo de nuestra vernácula realidad, en el que el calor puede molestar mucho, pero hay otras cosas que vuelven nuestro camino cotidiano, un tanto intransitable.

De todas maneras, si usted está sufriendo mucho el calor, no encienda el aire acondicionado, porque si lo hace, su próxima factura de luz le impedirá comer pizza durante el resto del año, y aunque ahora con el calor usted no la necesite, dentro de unos meses, cuando haga frío y tampoco sea recomendable encender la estufa por el mismo motivo, una pizza podría ser el reconfortante remedio

¿Qué hacer? Bueno, puede usted leer el clásico libro homónimo de Lenin (Qué hacer) y lanzarse a armar una revolución soviética en estas semanas que vienen. El problema es que no estamos en la Rusia zarista del 17, donde una revolución venía muy bien, porque hacía mucho frío, y el accionar revolucionario era una buena manera de que el proletariado, que no tenía plata para estufas, entrara en calor.

Pero la revolución, como el lomo (Etchebehere dixit), no son del gusto de los argentinos, y sólo los consumimos cuando estamos enfermos. Hace mucho calor como para salir a la calle y no detenerse hasta tomar el Palacio de Invierno. Y por otro lado ¡qué sentido tiene tomar el Palacio de Invierno, si estamos en verano y hace un calor de morirse?

Así que no, ¡nada de Revolución Soviética por ahora! Además el proletariado e incluso la pequeña burguesía, y si me apuran el empresariado nacional, están muy ocupados en no perder la silla que por ahora más o menos los sigue incluyendo en el sistema, aunque todos sabemos que, desde hace dos meses a esta parte, la silla ya perdió una de sus patas, y en cualquier momento pierde otra más, y ahí sí ¡todos de tujes al piso!

¿Y entonces qué hacemos? ¿Nos quedamos sentados ahí nomás, mientras los trabajadores pierden sus puestos de trabajo, los precios se sinceran a lo loco, y la temperatura aumenta como si la fuéramos a exportar al primer mundo, donde es invierno y recibirían a buen precio el calor argentino?

Nooooo compañeros, camaradas, correligionarios y señores accionistas... ¡ésta es la hora de actuar! Y nuestro gobierno, conocedor de las necesidades del pueblo, siempre hace algo para resolverlas.

Hace unos meses, sabiendo que nos faltaba alegría, nos regaló a todos unos globitos amarillos, que sin duda hicieron felices a millones de argentinos y ahora, que ya somos felices, ¡queremos más! Sí, somos insaciables los argentinos, no nos alcanza con la felicidad, además queremos algo que nos saque un poco el tremendo calor que nos agobia.

Y el gobierno, conocedor de la situación, ya tomó la medida necesaria para aliviar el calor de los hogares argentinos: ¡le sacó los impuestos al champán!

¡Sí, don José; sí, Doña Rosa; sí, Belén; sí, Ramiro; sí, María del Sagrado Corazón Inmaculado; sí, Colita! ¡Ahora vos también vas a poder tomar champán!

No, no es aquí lo hayan puesto en “precios cuidados”, ésa sería una medida demagógica y populista, que haría que solamente la gente de menores recursos que va a esos supermercados y pierde tiempo mirando las etiquetas tuviera acceso a la burbujeante bebida. ¡Mauricio lo hizo! ¡Ademas de los globos, ahora burbujas!

Así que, lector, ya lo sabe, ¡¡al calor, champagne!!

Bueno, ahora que hemos resuelto lo urgente, podemos, diría Mafalda, darle lugar a lo importante.

Veamos:

Sentía interesante que entre copa y copa de champagne, leyéramos un poquito, porque eso, sin duda, mantendrá despierta a nuestra neurona.

Estamos viviendo un momento maravilloso en la industria del libro, en el cual, lejos de tener el pobre lector que elegir “qué quiere leer”. Así, gran parte de las librerías, en un esfuerzo, se han mancomunado, por no decir fusionado, de hecho hasta se llaman casi todas con el mismo nombre, para que al lector se le faciliten las cosas. Y entonces no tiene que recordar “en qué librería vio el libro que quería”. Y entonces en casi todas están los mismos libros. Que además son sobre los mismos temas.

Por ejemplo, en el tema “política actual”, contamos con una serie de ensayos (y error) firmados por una serie de autores que, si bien no son prestigiosos, tampoco son investigadores y además son reconocidos por frecuentar la televisión. mayormente en su condición de conductores de programas de desinterés general.

Entonces, sus caras son fácilmente recordables. Y si usted recuerda la cara del autor, el libro debe ser bueno. Además, en las librerías (o debería decir, en “la librería”) lo ponen en una gran pila. Y eso quiere decir que tiene mucha demanda... bueno, al menos que tiene mucha oferta.

Y el libro, a pesar de que tiene distintos formatos, autores, títulos y tapas, también es siempre el mismo.

  • Saquemos la letra K del alfabeto

  • Basta de corrupción, démosles la plata a los fondos buitres y que nos la cuiden

  • Mejor que los derechos son las derechas

  • El último que pague la luz

  • El aumento tarifario como nueva forma del amor

  • El Pro-letariado en su laberinto

  • Los mejores decretos de Balcarce

  • Andate, yegua; y si ya te fuiste, volvé y andate

  • Titanic, la trama secreta. Los vínculos de Aníbal F con el iceberg

Y así podríamos seguir, lector, porque la literatura es un campo inconmensurable, y como todo campo, ahora no tiene retenciones

De este tema, lo literario, versa este suplemento.

Hasta la semana que viene.

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Sábado, 20 de febrero de 2016
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