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Viernes, 5 de marzo de 2010

A LA VISTA

Modelos en tensión

La educación sexual existe y se practica desde que un niño o niña pisa por primera vez un aula, antes y después de que se garanticen los contenidos básicos aprobados por ley —a los que todavía la mayoría de las escuelas son indiferentes—. ¿Cómo acompañar los flexibles entramados familiares sin imponer modelos anquilosados de maternidad o paternidad? ¿Cómo cuidar y respetar el deseo singular sin estigmatizarlo aun en nombre de las buenas intenciones? Aquí una primera reflexión a la que seguirán otras en la búsqueda de pensar una educación basada en el cuidado y la libertad.

 Por Carlos Figari

Mis amigxs Gonzalo y Amira trabajan mucho, demasiado. Lo hacen en un laboratorio salvando vidas. Trasplantan médulas. Gonzalo, hace ya algún tiempo, decidió vivir junto con su amiga y el hijo de ésta, hoy con cuatro años. Diría que Gonzalo los presionó ante el estado total de violencia y desidia a que los sometía el marido/padre. Son de los tantos que muchxs llaman “nuevas familias” (si es que alguna vez hubo viejas). Están mejor, se acompañan, se protegen, se aman. Gonzalo tiene una pareja varón hace ya varios años, que se acomodó más que bien a la situación. Tanto que Gonzalo dice: “Tengo dos niños en casa”.

Gabi, el niño, sabe y puede explicar a cualquiera, incluso en su jardín de infantes, que las parejas pueden formarse “nene con nena” o “nene con nene” o “nena con nena”.

—Tío —le dice—, a vos te gusta nene con nene, pero creo que yo prefiero nene con nena, ¿sabés?

Hasta acá ningún problema. El problema puede presentarse cuando en el jardín alguien lo interpele —y, sobre todo si es la maestra— fijándole la norma heterosexista, es decir, “nene con nene o nena con nena está mal”.

Estas opciones de vínculos surgen del ejemplo, pero para nada deben ser cerradas. En los vínculos “familiares” pueden entrar muchas variantes de géneros y de tipos de afectividad. El eje central en el caso de lxs niñxs es que se mantenga el “cuidado”, como base del afecto. Una ética del cuidado se basa en respeto de la singularidad de la articulación del deseo del otro, sin duda, dentro de un campo de constricciones culturales. Se me podrá decir, desde una perspectiva lacaniana, que mi deseo es precisamente el deseo del otro. Concuerdo. Sin embargo, hay un espacio de disidencia, proveniente del propio proceso de subjetivación que es siempre individual. En este quiebre es donde debe operar lo que he denominado cuidado.

¿Cómo se trabaja esto en la escuela? Concretamente en el nivel inicial. Y digo que se trabaja porque no hay posibilidad de no hacerlo. Resulta ilusorio pensar que en la escuela no hay educación sexual, siempre la hubo. Está por todas partes. Ese mundo rosa-celeste determina no sólo géneros sino deseos.

Por eso no hay posibilidad de parches. Esto no se soluciona con algunos contenidos que se expongan en la clase de educación sexual, por más bienintencionados que estén. Porque en las prácticas del aula constantemente se refuerzan otros patrones: la fuerza del nene, la emotividad de la nena, los juguetes específicos, los roles “propios” de varones y mujeres.

Se trata de trabajar un paradigma diferente. Un marco que lógicamente debe explicitar las diversas orientaciones de género, pero con algunos cuidados. El problema que puede presentarse es que, en el respeto a la lucha contra la homo, lesbo o transfobia, se considere que lxs niñxs son sujetos claramente identificados. Es decir, se los etiquete como lxs “diferentes”, aun con todas las buenas intenciones y tratando lxs docentes de ayudarlos (la “pedagogía vampira” como la denomina Valeria Flores1). Esto sería ilógico, en primer lugar porque impone una identidad que no sabemos siquiera cuál realmente será (y si será) y por otra parte, por la violencia que desataría. Como dice Juan Pechín2: “La paradoja de la confesión que supone el comming out es que si no están dadas las garantías sociales, culturales y legales para la existencia efectiva de la igualdad, revelarse públicamente como ‘diferente’ (especialmente si se hace en una edad temprana) expone a la persona a la permanente escena de discriminación y estigmatización contra la que no hay, todavía, articulados mecanismos legales y culturales suficientes como para producir un freno real contra la misma”.

No se trata sólo de incorporar la diversidad sexual en la escuela, se trata de otra forma de relación de varones y mujeres, se trata de otras relaciones entre padres e hijos. De allí que insistir en padre y madre sea un tanto conflictivo. Aun con el simpático par, entre nosotros, de tener dos mamis o dos papis.

Qué define a uno y a otro en las representaciones populares: autoridad y afecto. ¿Entonces si tengo dos mamis tengo, supuestamente, una sobreabundancia de amor, y si sólo tengo dos papis un cuartel? Y si quiero yo varón ser una mamá ¿debo cambiar de género? ¿Sólo se puede pensar la maternidad como mujer? (no viceversa porque así siempre fue pensada).

En realidad, deberíamos pensar si las funciones de cuidado deberían estar repartidas en los roles tradicionales de mamá y papá, a pesar de toda la mística “navideña” (y eso que me encanta la Navidad) alrededor del tema. Porque si no nos bajamos del mencionado par, las familias que no se ajusten a tal modelo siempre vamos a tener una carencia, por el lado que sea. Claro que no creo que haya que abandonar ciertas emociones vinculadas con el placer y la seguridad de lo “familiar”. Sólo transferirlo a la persona que nos ama, o sea, que nos “cuida” sin importar si es una mamá o un papá, si es unx, dos o más.

Rescato lo que señala el documento “Maternidades Lésbicas”3, del grupo Les Madres: “Si bien en la co-maternidad nos referimos a la existencia de dos madres, a la hora de explicar la situación particular de cada una es fundamental diferenciarlas mediante alguna definición. Una definición para la cual no hallamos palabras todavía”. Esta tensión inaugurada directamente en la experiencia creo que debe ayudarnos a pensar nuevas respuestas.

Respecto de la escuela, incluso en el nivel inicial, no le vamos a pedir que cambie el paradigma de una vez, vamos a ser realistas. Pero sí que por lo menos amplíe los modelos posibles. Ampliarlo no es sólo incorporar los modelos de la diversidad sexual, es incorporar las formas concretas de cualquier realidad afectiva. Es tratar de situarse en la experiencia del/la otrx, no para ayudarle, buscarle un lugar o comprenderle, sino aceptarle. No tratar de crear otras etiquetas y, por ende, nuevos armarios. Eso significa, entre tantas otras cosas, no hacer el clásico regalito para mamá y para papá en su día, que siempre deja un niño o una niña llorando en los rincones y menos aún hacerlo para dos mamás o dos papás que, aunque sobreabundante, sigue reclamando la falta y llorando eternamente una ausencia.

1 FLORES, VALERIA, “ENTRE CONTAMINACIONES SEXUALES Y MORDEDURAS TEXTUALES. BORRADOR PARA UNA PEDAGOGIA VAMPIRO”, III COLOQUIO INTERDISCIPLINARIO INTERNACIONAL: EDUCACION, SEXUALIDADES Y RELACIONES DE GENERO. INVESTIGACIONES Y EXPERIENCIAS. DISCURSOS SOBRE LA EDUCACION SEXUAL. UNIVERSIDAD DEL COMAHUE, 2009. 2 PECHIN, JUAN, “¿HACIA EL FIN DE LA ESCOLARIDAD MILITARIZADA? EL NUEVO PARADIGMA JURIDICO-LEGAL Y LA CRISIS DEL ABSOLUTISMO TUTELAR DE LA PATRIA POTESTAD SOBRE LXS JOVENES, EN REVISTA ARGENTINA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD, Nº 1, FACULTAD DE PERIODISMO Y COMUNICACION SOCIAL, UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA, 2009. 3 “LES MADRES, MATERNIDADES LESBICAS, ALGUNAS PREGUNTAS BASICAS”, CUADERNILLO Nº 1, MAYO DE 2009. DISPONIBLE EN: HTTP://WWW.LESMADRES.COM.AR/CUADERNILLO.PDF

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