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Viernes, 30 de julio de 2010

Decime cuál es tu nombre

Aunque estudiar filosofía siempre había sido un sueño para él, cuando empezaba a cumplirlo la falta de concordancia entre su identidad y lo que decía su DNI convirtieron aquel sueño en una pesadilla. Pero lejos de abandonar, Blas –que no dice su apellido ni muestra su cara por temor a perder el trabajo precario del que vive– impulsó y consiguió que la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA dictara una resolución para que cualquier alumno o alumna pueda cursar, rendir y realizar cualquier acto administrativo con su propio nombre.

 Por Diana Sacayán

Contame desde cuándo estudiás y qué carrera estás siguiendo.

–Yo soy de La Plata y empecé estudiando allá cuando terminé el colegio secundario. Mi familia quería que fuera abogada. Sí, así, con a. Casi no hablo con ellos. Me fui de mi casa hace más de 7 años y aunque saben que soy un tipo trans mi mamá sigue insistiendo en que me deje el pelo largo, que me haga reflejos y estudie derecho. Cuando dije en mi casa que quería estudiar filosofía fue un escándalo. Al poco tiempo dije que era trans y fue peor. A los pocos meses ya me había ido de casa y me había instalado en Capital y después de unos años, me inscribí en filosofía en la UBA.

¿Qué significa para una persona trans entrar a una universidad?

–Implica tener que enfrentar las mismas dificultades que en cualquier parte: identificarse a partir del nombre del documento (hasta ahora) y lidiar con el mismo entorno poco feliz que podemos encontrar en cualquier ámbito. Es importante hacer una carrera universitaria y siempre tuve ganas de disfrutar de la etapa de la facultad, de hacer amigos y eso... como les pasa a mis hermanas. Pero al principio era un alumno muy irregular... tenía tan poco compromiso con la carrera que no sabía qué estaba cursando, algunas materias del CBC las aprobé dos veces.

¿Cómo hacías para cursar?

–En general, no se pasa lista, sino que circula una hoja donde cada uno se anota; pero los trabajos en grupo eran la muerte y yo me aislaba tanto como podía. A veces, perdía el entusiasmo y ya no me bancaba manejarme con el nombre de mi DNI, estar siempre solo o cargar con las miradas y las burlas de los demás, así que abandonaba las materias. Entonces decidí empezar a hablar con los profesores al inicio del cuatrimestre para que me permitan cursar como Blas. No está bueno tener que hacer tanta historia para poder estudiar: tener que exponerme de esa manera y depender de la buena voluntad de los demás, pero tengo que reconocer que todos los profesores con los que cursé me hicieron sentir muy cómodo en sus clases.

¿Qué situaciones incómodas o violentas viviste en torno a que no se te respete el nombre?

–Trato de identificarme a través del nombre del documento lo menos posible, pero, por ejemplo, cuando encargaba fotocopias en el centro de estudiantes me miraban 90 veces hasta que entendían que no daba volver a preguntarme si yo era quien decía ser. Cuando me di cuenta de que en la fotocopiadora nunca te van a pedir la libreta ni el documento ni nada de eso, empecé a encargar apuntes a nombre de Blas... igual me siguen mirando 90 veces. Como ves, no tengo barba, no estoy operado ni me aplico hormonas y aunque mi expresión de género no es femenina, tengo compañeros que me preguntan si Blas es mi apellido o si es un nombre extranjero de mujer. Hay un estigma instalado, que parte de la mirada del otro, tengas el documento que tengas. La gente que me increpa cuando entro al baño no sabe cómo me llamo y eso es algo que pasa seguido. Esto no va a cambiar inmediatamente, pero este reconocimiento de la facultad es un gran avance y un llamado de atención.

¿Cómo y con quiénes llevaste adelante este proyecto?

–El año pasado una profesora de trabajos prácticos de ética me alentó a hablar con Leonor Acuña, la secretaria académica en ese entonces. La gestión quedó en la nada porque ella no continuó en el cargo. Insistí este año y fue increíble porque Graciela Morgade, la actual secretaria académica, es especialista en cuestiones de género. Ella me recibió muy bien y me invitó a participar de las reuniones del Consejo de Interpretación y Reglamento, para impulsar el proyecto que nos permita a las personas trans cursar con nuestro nombre, aunque nuestro documento diga otra cosa.

¿Qué te dijeron desde la facultad cuando te presentaste a plantearlo?

–El mismo día que me acerqué a la secretaría académica, lo hizo la agrupación Puan Para Qué, con un proyecto similar, pero muy poco práctico. Su propuesta se descartó el primer día porque proponía que nos identificáramos a través de un código alfanumérico que combine siglas, iniciales y creo que el número del DNI, de todos modos ellos dejaron de participar en las reuniones. Sí participaba la secretaría académica y representantes de profesores, no docentes y alumnos de la facultad. Yo fui a todos los encuentros en los que se trabajó sobre el proyecto del nombre de las personas trans. Presenté antecedentes, otras disposiciones y normativas que estuve rastreando, vos, Diana, me diste mucho material que fue útil, de tu trabajo en La Matanza. También colaboré en dar forma a un proyecto que fue revisado y corregido varias veces. Siempre me trataron con mucho respeto y sin ningún prejuicio. Fueron valoradas mis opiniones, mis experiencias y tuve un espacio para dar cuenta de la urgencia y la necesidad de esta medida.

¿Ya empezó a regir la resolución relativa a la identidad de género?

–La resolución empezó a regir desde el 21 de julio y nos permite asistir a la facultad de Filosofía y Letras y estudiar con nuestro nombre. Podemos ser reconocidos por nuestro nombre elegido en todas las gestiones dentro del ámbito académico y administrativo, sean listas, registros, padrones electorales, etc.

¿Cómo se aplicaría esto al momento de dar el título?

–El título es emitido por la universidad, que tiene en cuenta el nombre de nuestro documento. Por este motivo en las reuniones de interpretación había quienes preferían tomarse más tiempo para darle vueltas al asunto antes de dar cabida a esta medida, por temor a que tuviéramos problemas cuando nos recibiéramos. Yo era partidario de la inmediatez. Pensar en que la universidad reconozca nuestros nombres significa pensar en una ley de identidad de género, que es fundamental, pero puede llevar mucho tiempo. Cuando la facultad no nos llama por nuestro nombre nos expulsa... y nos expulsa hoy. “Casualmente” trans significa del otro lado, y nosotros quedamos del lado de afuera. Como activista, los invité a militar por la ley de identidad de género, pero como transgénero y estudiante, puse todo mi esfuerzo en que esta medida se apruebe lo antes posible. Pensá: aún si tenemos problemas con el título, ¡por lo menos vamos a tener un título!

¿Esto que conseguiste podría sentar un precedente para apoyar la ley de identidad de género?

–Yo creo que un pronunciamiento así de parte de la facultad de Filosofía y Letras es un respaldo muy importante. Existen muchísimos estudios académicos, investigaciones de expertos que nos estudian a nosotros en la universidad... ahora vamos a ser nosotros los que podamos estudiar. Y esto es esencial, porque nos da herramientas para encarar la vida de otra manera, empezando por el debate sobre la ley de identidad de género.

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Imagen: Sebastián Freire
 
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