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Viernes, 15 de julio de 2011

Un proceso colectivo

 Por Greta Pena

“Yo estaba con los mismos derechos y había cientos de miles que habían conquistado los mismos derechos que yo tenía. Nadie me había sacado nada y yo no le había sacado nada a nadie”, sintetizó la presidenta Cristina Fernández al promulgar la ley 26.618.

Y es que la suma, el saldo positivo para el conjunto de la sociedad fue el rasgo distintivo de todo este proceso. Acaso por ello, en la batalla contra las/los que querían perpetuar la exclusión y la indignidad de millones de personas, venció la justicia, la igualdad y, por qué no decirlo, el amor.

Así, el reclamo de un grupo específico por derechos específicos se transformó en un grito de todas/os los que sintieron que estaban hastiados de tanta violencia contra sus hijos, sus hermanas/os, sus amigos/as, sus compañeros/as de trabajo, sus artistas, sus verduleros y sus jueces.

Una gran mayoría hacía propia la lucha porque entendió que no se trataba sólo de otorgar ciertos derechos sino de vivir en una Argentina mejor. Allí aparecieron los/as artistas, los/as periodistas, los/as científicos/as, los/as juristas, las centrales estudiantiles, los sindicatos y los/as religiosos/as, entre tantos otros.

También las/os activistas de la diversidad sexual pusieron en acto la consigna “lo personal es político”, se visibilizaron para mostrar su amor y dejaron claro en vivo y en directo cómo nuestras vidas son moldeadas por relaciones de poder. Las organizaciones Glttbi vieron cómo su trabajo de décadas daba frutos y vivieron un crecimiento y consolidación apabullantes. Más silenciosos/as, pero fundamentales a la hora de la estrategia parlamentaria y los convencimientos de las y los diputadas/os y senadoras/os, fueron los militantes gays y lesbianas de los partidos políticos.

La clase política, en un momento de extrema tensión y parálisis en el Congreso, leyó inteligentemente esta oportunidad histórica y, transversalmente, la ley de matrimonio igualitario se sancionó con los votos de casi la totalidad de los bloques parlamentarios.

Acaso como un símbolo del apoyo materno y del movimiento feminista, las políticas mujeres actuaron como punta de lanza dentro de sus propios aparatos partidarios. Sin perseguir ningún rédito personal u oportunismo político, Vilma Ibarra, Juliana Di Tullio, Marcela Rodríguez, Checha Merchán, Silvia Augsburger, María Luisa Storani, Margarita Stolbizer, Diana Conti y la gobernadora Fabiana Ríos se destacaron en esta labor.

La condición necesaria para la creación de un proceso colectivo es que el objetivo exceda a los intereses particulares y a los actores que lo llevan adelante. Por eso, la sociedad se “apropió” del matrimonio igualitario para hacerlo de todas y de todos, y esta característica permite garantizar su sobrevuelo a los gobiernos de turno y a las coyunturas.

A lo largo de la historia se verifican muchos puntos de intersecciones falaces entre los estados de Derecho y los regímenes autoritarios. Sin embargo, algo claramente los diferencia y es el concepto de igualdad como inclusión del/la otro/a.

La ley de matrimonio igualitario nos hizo más iguales y, por lo tanto, profundizó nuestra democracia. Ahora es necesario continuar con este proceso colectivo porque persiste la homo-lesbo-transfobia y porque faltan aún muchas más luchas. Pero sólo será posible si entendimos que los cambios se construyen de esta manera colectiva ya que, en definitiva, es lo que asegura su permanencia.

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