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Viernes, 14 de septiembre de 2012

PD > DERECHO A RéPLICA

Deshojando la Flor

¿Se debe opinar sobre la decisión de Flor de la V de bautizar a sus hijos y hacerlo público en Gente? Otra opinión que viene a ampliar, responder y discutir la nota que apareció en SOY la semana pasada.

 Por Gustavo Pecoraro

La búsqueda de la felicidad para gays, lesbianas y personas trans e intersex es, fue y será política. Y no hablo de la felicidad del Arte de Vivir, o de la que nos permite realizarnos individualmente en nuestras vidas. Me refiero a aquella comunitaria que la sociedad explícitamente nos dijo que no nos correspondía, la que no tuvimos durante tantísimo tiempo, y la que debimos pelear para conseguir.

Una felicidad legal, social y personal que es el resultado de años de activismo lgtbiq. Y aunque ninguna ley garantiza la libertad, la batalla cultural y social que hay que dar –al menos– tiene un amparo que antes no tenía. Ahora ¿qué hacemos con ella?

Es ahí donde reside la gran pregunta al ver la tapa de la revista Gente con Florencia de la V sonriente confiando sus hijxs a la fe católica. Reducir la presencia de una travesti mediática en el espacio confesional de la Aristocracia Argentina a un debate sobre la libertad de elegir la vida que cada cual quiera, es reducir un hecho político a la entidad de una frase en un sobrecito de azúcar.

Siendo un anticlerical y hereje social, política y sexualmente, la libertad de cada persona a elegir la vida que quiera no es exactamente lo que traigo a discusión. Precisamente porque no permito que nadie ni nada se inmiscuya en mis decisiones de vida, en mi cama, o en mis ideas.

Pero ¿dónde queda el espacio para lo disidente en esta feliz, exitosa, legal y matrimonial comunidad de gays, lesbianas y personas trans e intersex? ¿Dónde está el debate –que algunxs llaman queer– contra la heteronormatividad y el patriarcado?

Relegado al dossier de algún semanario, o al encuentro de cierto activismo no capitalino. Después, ojito con levantar la voz que se nos aplica la tolerancia cero.

Me parece totalmente comprensible –esperable más que entendible– que alguien que siempre ha sido una egoísta, una mezquina y una individualista, utilizando los beneficios de las conquistas de todas y todos, se case civilmente y bautice a sus hijos.

Pero como considero que todo gesto es político, Florencia –con su sonrisa blanquísima– oculta la historia de una Iglesia que la condena por su origen, por su identidad y que le niega –doctrinaria y políticamente– “el derecho a crear una familia”.

Bautizó a sus hijos, pero llegado el caso, ¿abrirá ese mismo cura que aparece en la foto la iglesia para permitir que se case con su marido?

Flota en el aire una especie de “ella lo logró” misericordioso y una amnesia preocupante sobre el lugar que ocupó siempre y que ocupa la Iglesia. La primera Marcha del Orgullo en 1992 fue en las escalinatas de la Catedral de Buenos Aires. Nuestro peor enemigo es la Iglesia.

No es que Florencia sea una cómplice de la Dictadura. Es que Florencia besa las manos de quienes son cómplices de la Dictadura.

No es que Florencia no pueda elegir ser de derecha; es que su foto y su felicidad dan validez y legitimación a la simbólica Basílica del Santísimo Sacramento. Elegir ese lugar es un hecho político.

Así como su programa de televisión en un horario prime time del mediodía también es un hecho político, no tanto por las estupideces que se dicen sino por todas las cosas que obvia decir.

Florencia es un hecho político en sí. Por su identidad travesti fue utilizada hasta el hartazgo por artistxs y periodistxs para burlarse de las personas trans, y ahora para elevarla en calidad de “ejemplo” de una supuesta normatividad que aún tiene muchas asignaturas que rendir.

Esto no es ni de “comisario político” ni un eslogan de la izquierda, cada vez más perdida en su sectarismo con todo aquello que no comulgue con su comité central.

Recuerdo aquellos años donde bien hubiera venido la voz de Florencia para denunciar los asesinatos y represiones a las personas transexuales e intersexuales. Denuncia que acompañábamos sólo algunos putos y algunas lesbianas.

Pero, claro, nos dicen que debemos comprender y aceptar que ella estaba “forjando su destino” para devenir en toda “una buena persona”.

Entre el derecho de Florencia a ser feliz entregando a sus hijos a la fe cristiana, y el derecho de Roberto Piazza a pedir la pena de muerte contra un ladrón, hay un mínimo margen.

Ese margen que invariablemente es ocupado por la ideología de la derecha, casualmente la visitante asidua de las basílicas, la que bendijo las dictaduras genocidas, la que hace campaña contra el aborto, la que se opuso a las conquistas de la comunidad de gays, lesbianas y personas trans. La ideología de derecha que no comulga con el activismo lgtbiq. Por suerte.

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