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Viernes, 26 de septiembre de 2014

CHILE A LA VISTA

OVEJA ROSA

Jaime Parada Hoyl, activista y concejal, figura en la lista de los diez homosexuales más influyentes de Chile. En conversación con SOY recuerda cómo ha renegado de lo inculcado por su familia, pinochetista y conservadora, y por qué no cree en la existencia de una comunidad Lgbti.

 Por Gustavo Pecoraro

Jaime Parada Hoyl, concejal de Providencia (Chile) y militante (fue hasta el 2014 vocero del Movilh), se convirtió en 2012 en el primer ciudadano abiertamente homosexual en llegar a un cargo público por elección a través del Partido Popular de Chile, cuyo dirigente Marco Enríquez-Ominami sacó el 10,45 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de 2013, posicionando a su partido como tercera fuerza chilena. Jaime Parada fue elegido por un período de cuatro años luego de haber ganado notoriedad con la denuncia del asesinato de Daniel Zamudio, siendo determinante en la exigencia al Estado de leyes que condenaran los crímenes de odio. Nació en la comuna de Los Condes en una familia de clase media acomodada. Es el menor de cuatro hermanos y fue educado en instituciones religiosas: “Mi familia es la quintaesencia del conservadurismo: aparte de pinochetistas, van a misa en latín a rogar a dios por la patria, la familia y las fuerzas armadas. A la hora de pronunciarse sobre el mundo que viene, eligen el mundo que pasó”. Incluido en la lista de los diez homosexuales más influyentes de Chile, es un conocido polemista en los medios. En 2011 publicó en The Clinic online, importante periódico de ese país, una serie de e-mails que intercambió con un familiar debatiendo sobre las bases del matrimonio igualitario, provocando un debate nacional. Es autor de Yo, gay, donde brinda un testimonio del activismo Lgtbi del siglo XXI en el vecino país, desgranando sus realidades culturales y la idiosincrasia latinoamericana y la lucha de la disidencia sexual chilena. Comprometido con Víctor Fuentes Venegas, me confiesa que no cree en la diversidad sexual como una comunidad: “No hay comunidad en lo Lgtbi, hay lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales y más. Cada uno proviene de una clase, profesa –o no– una creencia. Tiene una historia de vida que lo hace único. A los heterosexuales nunca se les exige comportarse comunitariamente. Pero nosotros, por el hecho de ser minoría, estamos sujetos a otro estándar de evaluación, según parece”.

¿En qué lugar te situarías en relación con tus orígenes y tu actual protagonismo en el aporte al movimiento Lgbti chileno?

–Me crié en un ambiente privilegiado. Rompí con todo aquello y hoy reniego del sistema de creencias donde nací: la derecha política, la religión católica, el clasismo, el racismo y la xenofobia que reprodujeron mis padres y que yo repliqué hasta mis 15. Mi ruptura se produjo por un hecho doloroso. Sufrí abuso por parte de un cercano a mi familia durante años, sabiendo que todos se daban cuenta. Como mi abusador era la chequera de mis padres, todos prefirieron mirar al otro lado. De ahí mi rebelión hacia ellos. Cuando logré quitarme el odio y el sentimiento de vulnerabilidad, tomé conciencia de que había cambiado. Soy una persona que tiene rechazo de los consensos políticos vacuos; formo parte de una fuerza más bien progresista que está más dotada de convicción que de voluntad del consenso por el consenso. Hoy me ubico mirando el lugar contrario a donde me hizo mirar mi familia. Si antes miraba al norte, ahora miro al sur.

¿Cómo va Chile en la lucha de la diversidad sexual?

–Estamos en una etapa anterior a la lucha contra el patriarcado. Aún estamos en el proceso de la visibilización. Si no somos capaces de mostrarnos, menos podemos tener una voz para combatir el patriarcado. Va a faltar un tiempo para que las personas Lgbti irrumpiendo en los espacios de poder, irrumpiendo en la Academia, irrumpiendo en la política, en el seno de sus propias familias, puedan instalar un discurso para combatir la institución hetero-patriarcal. El peso de la cultura y de la idiosincrasia es lo suficientemente fuerte para que a muchos se les (y se nos) haga muy difícil.

¿Cómo articula la diversidad sexual con los movimientos sociales en Chile?

–Vivimos un fenómeno de movilización y repolitización. Los movimientos sociales tienen una oportunidad porque han comenzado a cuestionar el sistema. No hablo sólo de la institucionalidad sino también en el discurso cultural instalado. Es un momento para irrumpir con agendas que algunos llamarían “satelitales”. Transformar por ejemplo esa consigna de “Educación pública, gratuita y de calidad”, en una que sea “Educación pública, gratuita, de calidad y no sexista”. Hay espacios y hay grietas. Y hay que ocuparlos.

¿Cómo viste a la comunidad Lgtbi de la Argentina?

–No me gusta la excesiva cooptación partidista que hay para con el movimiento Lgtbi en Argentina. Parece ser –voy a decir algo severo– que algunxs se han transformado en instrumentos de poder, y otrxs –esto es positivo– han irrumpido en el poder para transformarlo desde adentro. No me gusta cuando se deja un pie que estaba en la calle para entrar con los dos al espacio de toma de decisiones de manera remunerada y obsecuente. Sí me gusta que ciertos discursos de la diversidad hayan cuajado en algunos agentes de la clase política no Lgbti. En Chile podremos sacar cien mil personas a la calle, pero si no hay una persona que decida promulgar una ley de acuerdo con lo que reclamamos, no va a pasar nada. Podré tener todos los reparos del mundo hacia la presidenta Kirchner, pero hay que reconocer que hubo una voluntad de levantar temas emblemáticos para la diversidad. Bachelet ha jugado con las organizaciones de la diversidad, que están bailando al ritmo de su gobierno, y no están haciendo lo que deben hacer, que es mover nuestra agenda con convicción.

Hablás con devoción de Pedro Lemebel. ¿En qué punto se tocan Lemenel y Daniel Zamudio?

–Lemebel retrató magistralmente esa homosexualidad marginal de la que era parte Daniel Zamudio. A Daniel no lo mataron sólo por ser homosexual, sino por ser pobre y homosexual. Pedro ha retratado una versión del Chile de clase baja homosexual que sigue estando oculto, y que él ha visibilizado con genialidad. Daniel Zamudio ha sido el paradigma del homosexual en situación socioeconómica precaria asesinado. El preciso retrato que hace Lemebel de Chile. l

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