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Sábado, 8 de noviembre de 2014

ADIóS A DAVID ARMSTRONG

Toda una vida contigo

El domingo pasado murió David Armstrong, quien con Nan Goldin constituyó la dupla de emblemáticos retratistas con lente queer de la escena contracultural de Nueva York de los ’70.

 Por Dolores Curia

Cuando, a principios de los ’70, David Armstrong entró a la academia del Museo de Bellas Artes de Boston lo hizo con brocha y paleta bajo el brazo. Sin embargo, su amistad a primera vista con Nan Goldin, compañera de banco y de juerga, lo inspiró a torcer ese rumbo hacia la fotografía, con transgresores resultados. De Boston partieron a Nueva York, como le correspondía a todo muchacho como él por esos años (“Yo era un chico gay de los suburbios y por eso debía salir corriendo de Massachusetts lo más rápido que me dieran las piernas”). Ahí compartió departamento con Goldin y vivió de un modo abiertamente gay. Ambos pertenecieron a la Escuela de Boston, junto Mark Morrisroe y Jack Pierson, por ejemplo, con quienes compartían una estética de colores saturados y la ética de la “importancia del contenido”: nada que ver con el sentido estricto del arte de denuncia, sino con una noción íntima del compromiso que consistía en acortar la distancia con sus retratados compartiendo sustancias, fluidos y fiestas.

Hace seis días David Armstrong murió de cáncer, dejando un rastro que marcó el corpus homoerótico de fotógrafos que van desde Ryan McGilnley hasta Alasdair McLellan a través de sus retratos intimistas de chicos jóvenes: planos cortos en blanco y negro o con aura romántica de quienes fueron sus amigos, amantes o toda la escala de rosas que hay en el medio. Todas obras en franca oposición al aire teatral de la fotografía que desde la Escuela de Boston buscaban erradicar en favor de la espontaneidad. Y, también, escenas del under de una bohemia neoyorquina, punk y postpunk, atesoradas en los retratos Kodachrome que Armstrong le hizo a medio mundo, de Basquiat a John Lurie: amigxs manejando hacia el Club Mudd, esnifando, luciendo raros cortes nuevos, comatosos o atendiendo el teléfono casi sin sacar la cabeza de abajo de la almohada. En los ’80, Armstrong, huyendo del VIH, volvió a Boston. Quería dejar la ronda nocturna para ensayar una conversión al ascetismo. Ya en los ’90, Goldin estaba de vuelta, lista para volver a vivir juntos. El resultado de esa nueva convivencia fue el libro A Double Life (1994), el álbum de fotos de sus vidas entrelazadas. En la introducción Goldin escribe sobre su amigo y viceversa. Y, luego, sólo hay fotos deliberadamente poco glamorosas de la juventud que compartieron bajo el lema de apuntar, disparar y dejar un bello cadáver.

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