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Viernes, 14 de agosto de 2009

GRAN AMOR

Un ángel para tu soledad

 Por DeepPurple

Comprando cualquier cosa en el quiosco de la esquina, el vendedor te da una entrada con descuento y consumición para un boliche. El boliche está frente a la morgue. Dejo la mochila en el guardarropas, en planta baja. Luego, la escalera y el primer subsuelo. Una pista cubierta en su mayoría por personajes osados, exuberantes y audaces. Un conjunto heterogéneo reunido en virtud de su marginalidad. El aura seductora fuera de toda ley, moral y buenas costumbres me llevó a pensar que cualquiera de los presentes hubiera sido un blanco perfecto para los cánones de brutalidad de la tradicional familia argentina.

Me quedé en la barra, pedí una cerveza y se me acercó alguien para preguntar si podía decirme algo: “Sos muy bonita para ser tan chonga”. Le contesté que soy un hombre... No debí haberlo hecho, pero le aclaré que soy trans después de unos segundos en los que mi interlocutor se esforzó notablemente por conciliar alguna figura de hombre de manual Kapelusz, con mi cara y mi cuerpo. Una cara limpia de barba y un cuerpo sin testosterona que ya no intento ajustar dentro de una faja. Supongo que no esperaba esa respuesta. Era muy temprano, pero vi que abandonaba el lugar.

Volví a bajar por la escalera. Alguien más quiso llamar mi atención. Juntó las manos, pegando las yemas de los dedos para ofrecerme una forma de rombo. Supe qué era lo que me estaba preguntando, pero elegí no responder. Tampoco me interesa hablar de mi cuerpo mediante algún ideograma lunfardo de la lengua de señas. Insistió. Bailaba muy sensual y me miraba a los ojos. Buscaba una respuesta, pero volvía a evitar las palabras: me quería tocar. Buscó sentir entre mis piernas para decidir si yo le gustaba o no.

Me fui, otra persona venía siguiéndome. Me abrazó, me habló muy cerca de la boca, pronunció fuerte y claro: “¿Sos linda o lindo?”.

Me di cuenta de que no se trata sólo de gustarle a alguien sino de adecuar mi propio signo a uno que no dañe la reputación acartonada de nadie, ni siquiera de aquellos cuya existencia está prohibida por ley.

Entonces se abrió un nuevo pasaje, un pasaje trans: sólo para mí, afuera, lejos. Lejos de ser oído, de ser visto, de ser deseado.

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