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Viernes, 29 de octubre de 2010

Oda al coño de Annie Sprinkle

 Por Itziar Ziga *

La última vez que las vi, Annie Sprinkle y su novia Beth Stevens estaban dando una conferencia conjunta sobre sus trayectorias como artistas, cuando en un momento dado estas dos mujeres cincuentonas y risueñas se volvieron locas. Soltaron los micrófonos y se pusieron a follar encima de la tarima como lobas en celo. Se entregaban al placer animadas por un público cómplice, hasta que luego de unos minutos la música volvió a relajarse. Annie y Beth recuperaron la verticalidad y la palabra.

Que dos mujeres post–menopáusicas follen en medio de una conferencia sobre arte feminista dentro de un museo y en católicas tierras vascas es, para mí, un paraíso con el que jamás me atreví a soñar.

Cuando yo empezaba a pensar cómo desestructurar nuestras jornadas y conferencias, no había oído hablar de Annie, no sabía que para ella, feminista como es, el orgasmo femenino, tan menospreciado en el porno, era una prioridad. Otra de sus famosas obras consiste en subir en el escenario a un buen número de mujeres y enseñarles a acabar con la respiración, como maestra de ceremonias lúbrica que es, ante el deleite del público. Yo entonces no sabía que Annie fue trabajadora sexual fuera de la cámara, que es una gran defensora de la seguridad y de la dignidad de las putas y que batalló en aquellos oscuros años de la era Reagan cuando las feministas antipornografía se aliaron con la derecha, por la libertad sexual de las mujeres.

Tuve la suerte de conocerla hace cinco años en Barcelona en el Maratón Posporno. El Macba estaba a rebosar de admiradoras suyas y ella nos cautivó con Mis treinta años de puta multimedia. Oírla relatar sus correrías como actriz, directora de porno, artista, show–woman y doctora en sexología me produjo tanto placer que empecé a menstruar allí mismo como perra en celo. Entonces Annie nos explicó “que posporno es material sexual explícito, que no es necesariamente erótico, suele ser más irónico, más político, más experimental, más espiritual, más feminista, más alternativo, más intelectual que el porno. También está hecho para excitar, pero no únicamente a los hombres, y también está hecho para experimentar, pensar, dialogar”. Y concluyó la conferencia con el grito: “Si no os gusta la pornografía que existe, cread vuestro propio porno”. l

* Española, autora del libro Devenir perra, Editorial Melusina.

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